Muchos mayores que están en las residencias no entienden muy bien el motivo por el que sus familiares ya no acuden a darles «su medicina», esos besos y abrazos que tanto les reconfortan. «Pero, ¿qué pasa?», preguntan muchos por teléfono a sus hijos. «Al parecer hay un bicho muy contagioso por ahí y, por eso, no vienen a vernos. Pueden contagiarnos», se comentan unos a otros.
El coronavirus ha cambiado las rutinas de estos mayores. Y el decorado. El personal les atiende desde hace días con bata de quirófano, mascarilla y guantes . Nos dicen que «estamos muy guapas» para quitar hierro al asunto», apunta Belén Béjar, terapeuta ocupacional del Centro de Cuidados Laguna . Asegura que la mayoría sí siente soledad, «lo notamos cuando se conectan por videoconferencia con sus familiares. Se ponen a llorar. A pesar de la tristeza, es bueno que expresen sus emociones».
Es lógico, su vida ha cambiado. Ahora están más tiempo en las habitaciones. Les han dividido en dos grupos y hacen en sala dos horas de terapias para trabajar el lenguaje, la atención, la memoria, la movilidad... Pero ahora lo hacen a una distancia de dos m etros unos de otros. Después comen por turnos y, más tarde, tienen otra actividad algo más lúdica, también separados. «Les transmitimos calma, les explicamos lo que ocurre y les distraemos todo lo que podemos para que no piensen en el virus, aunque siempre hay quien dice: «¡más sufrimos en la guerra civil!, no será para tanto» . Las caricias y los abrazos de consuelo son lo único que no nos está permitido darles», concluye Belén Béjar.
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