Familia

Personas mayores y soledad, ¿un problema invisible?

Cristina Noriega, profesora del departamento de Psicología en la Universidad CEU San Pablo, explica en este artículo que «la integración y participación social previene el aislamiento de la tercera edad»

S. F.

La soledad es un problema social actual que afecta a un porcentaje elevado de personas mayores e influye de manera significativa y negativa en su bienestar psicológico. Es importante valorar que la calidad de vida de una persona no solo está determinada por la salud física, sino también por la emocional. Sin embargo, los aspectos emocionales siguen sin tenerse lo suficientemente en cuenta, especialmente en el ámbito de las personas mayores.

El ser humano, como ser social, necesita vincular afectivamente y comunicarse con otras personas para asegurar su supervivencia. Es cierto que muchas personas pueden experimentar satisfacción ante periodos de soledad que pueden utilizar para estar en contacto consigo mismos. Sin embargo, el término soledad se suele emplear cuando el sujeto experimenta malestar ante la ausencia o limitación no deseada de relaciones afectivas .

En estos casos, la soledad suele dar lugar a sentimientos de hostilidad, resentimiento, tristeza y ansiedad , lo que a su vez reactiva mecanismos neurobiológicos que pueden dañar la cognición, la emoción, el comportamiento y la salud de la persona mayor, llegando a incrementar las probabilidades de mortalidad y dependencia.

La integración y participación social previene el aislamiento de la persona mayor

En contraste, el fomento de la integración y participación social previene el aislamiento de la persona mayor, al incrementar las redes de apoyo social, contribuir al reconocimiento social y ayudar al mayor a sentirse e identificarse como parte activa de la sociedad. Este proceso se ve dificultado si se siguen manteniendo los estereotipos negativos existentes hoy en día: los mayores son improductivos, aburridos, enfermos, solitarios y tristes.

Romper con estos estereotipos y barreras sociales no es tarea fácil. Deberíamos reflexionar si este giro en la sociedad donde la vejez, en épocas anteriores reconocida como fuente de sabiduría, ha pasado a ser considerada como una carga que debe ser apartada. Esto plantea la necesidad de considerar la soledad como un problema de salud pública que debe abordarse desde la prevención, educando en valores humanistas que reconozcan la dignidad de la persona, independientemente de su edad, y se fomente la participación en la convivencia intergeneracional y colaboración con los demás.

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