Coronavirus

«Durante la pandemia hemos sido abuelos telemáticos a diario, pero nada comparado con el encuentro de hoy»

Begoña la madre ha ideado un recurso para que Pilar y José, los abuelos de Beatriz (5 años), paseen manteniendo la distancia social: que caminen agarradas a un pañuelo anudado

Carlota Fominaya

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Pilar y José no han dejado de ejercer como abuelos de su nieta Beatriz, de cinco años, ni un solo día durante estos tres meses. Desde la última vez que se vieron físicamente, el pasado 10 de marzo, hasta este pasado lunes, 25 de mayo, se han visto a diario a través del teléfono o la tableta. «Durante la pandemia he sentido que tenía abandonada a mi hija, que no la podía ayudar, y esto me dolía muchísimo. Pero al menos cada vez que ella tenía que teletrabajar y el padre estaba en la oficina nosotros hemos intentado cuidar de la niña desde la distancia. Hemos jugado al Memory, al tres en raya…».

No solo han cuidado de Beatriz, también de sus otros nietos, que están viviendo fuera de Madrid. «Tenemos a unos en San Sebastián (Guipúzcoa), y a otros en Londres y en México. No sabemos cuando volveremos a verles, pero mientras tanto también les hemos ayudado a hacer deberes cuando nos requerían. Con unos desayunábamos, con otros comíamos y con los terceros cenábamos. No nos hemos despegado del teléfono».

Con Beatriz, al encontrarse en Madrid, las visitas eran diarias y tenían muchísima unión. Los miércoles Pilar y José recogían a su nieta del colegio y se la llevaban a merendar, los viernes la llevaban a dormir a su casa y los domingos solían comer todos juntos. Todo esto terminó drásticamente el día que se declaró oficialmente la pandemia en nuestro país. «De pronto todo esto se cortó y es verdad que, aunque hemos mantenido el contacto, estos tres meses se me han hecho eternos», reconoce emocionada Pilar, que define el encuentro como «muy emotivo, familiar y entrañable».

La pequeñañ Beatriz, el primer día que salió a la calle - foto: Begoña Harguindey

Distancia física

Para poder mantener la distancia física durante esta primera cita, Begoña, la madre de la pequeña, se ha inventado un recurso: que abuela y nieta pasearan agarradas mediante un pañuelo que cada una agarraba desde un extremo: «La idea es protegernos, no quiere ni por asomo que cojamos algo y vamos con mucho cuidado». Así pues se han visto con mascarilla. guardando la distancia social, «y ha sido duro contenerse y no poder achucharla, ni darle un beso… Nos ha costado un esfuerzo grande pero cuando se pueda me la como a mordiscos».

Esta abuela ha encontrado a su nieta Beatriz «mucho más alta, más delgada, leyendo todos los carteles que se iba encontrando por la calle y diciendo frase de mayor». Y pese a la dureza del confinamiento, la ha visto «con mucha alegría, muy cantarina y especialmente efusiva con nosotros. Se ha portado realmente bien y nosotros hemos disfrutado un montón».

El encuentro, confirma José, el abuelo, «nos ha agradado mucho, y nos ha ayudado a salir de la rutina a la que nos hemos visto sometidos por el coronavirus, encerrados en casa, pasando cuarenta y ocho veces por el mismo sitio», reconoce José, el abuelo. «Los mayores hemos sido aislados y estigmatizados como personas, nos han convertido en los parias de la sociedad, en una carga, cuando somos todo lo contrario. Me molesta mucho que nos llamen ancianos, cuando todavía tenemos muchísimo que aportar a la sociedad. Nos han tratado a todos como a niños pequeños castigados en la habitación. Nos han infantilizado, sin darnos la oportunidad de ser si somos buenos y malos, con unos criterios que tampoco parecen ser los más equilibrados. Ha habido mucha información pero no han concretado la forma en la que debemos actuar, ni han hecho responsable a la gente para que esta sepa qué se debe hacer o que no, más allá de encerrarnos a todos, que es la solución más fácil», lamenta.

El futuro

Ahora, en esta nueva fase, José y Pilar quieren seguir educándoles y enseñándoles como hacían hasta ahora: «todavía tenemos una vida activa, física y mentalmente por delante», señalan, aunque son conscientes de que la situación no se va a revertir del todo hasta que no exista una vacuna. «Hay más libertad, pero evidentemente seguimos con una preocupación interna de contagiar o que nos contagien», reconocen.

«Se han tomado muchas medidas sin sentido común que nos han llevado a una situación muy dura y triste . Todos hemos visto cómo han fallecido familiares y amigos cercanos. La gestión no ha sido la adecuada por falta de información y por atender más a medida políticas. Nuestros representantes, en vez de unirse, parece que solo hayan buscado el lucimiento personal. Ha sido un disparate».

Pero no cabe duda, concluye José, «que la situación a la que nos hemos visto abocados por la pandemia ha ayudado a reflexionar también. Nosotros solíamos asistir a misa entre fin de semana, y durante estos meses lo hemos hecho por zoom en el teléfono. Hemos oído casi todos los días al Obispo de Madrid y tener esta unión espiritual nos ha ayudado mucho. Esperemos que la situación que se construya sea distinta».

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