«El Alzheimer no puede borrar nuestra historia de amor»

Jorge visita, sin falta, cada día a su mujer que está ingresada desde hace seis años por la enfermedad del olvido

Jorge, de 87 años, asegura que «aunque Cinta no pueda expresarlo, nuestro amor persiste, sigue vivo» Isabel Permuy
Laura Peraita

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Escuchar a Jorge (86 años) narrar cómo conoció hace más de 50 años a Cinta y se enamoró de ella es una verdadera delicia. Su voz se vuelve jovial y se tiñe de emociones intensas que transmiten el gran amor que hoy, a un año de cumplir las bodas de oro, aún persiste. Son recuerdos de toda una vida que, sin embargo, Cinta tiene bien guardados en el baúl que el Alzheimer le ha diseñado en su mente y no deja aflorar.

Cuando su mujer fue presa de esta enfermedad y sus condiciones físicas se volvieron muy delicadas, Cinta fue trasladada desde su domicilio de Madrid a la Fundación Vianorte-Laguna . Corría el año 2013. Desde entonces, su marido no ha faltado ningún día a verla, y eso que tiene una hora de trayecto de ida y otra de vuelta.

Dejó de salivar, de hablar...

Intentó por todos los medios cuidarla en casa, «pero en una ocasión se le rompió una vena y le produjo una gran hinchazón en el estómago, lo que afectó también al riego sanguíneo de su cabeza y produjo daños en su riñón, uretra, pulmón... Estuvo ingresada en el hospital ocho meses, lo que aceleró mucho el avance del Alzheimer , tanto que dejó de salivar, de hablar y caminar. Como, además, tenía problemas de corazón y necesitaba que un médico la viera tres veces a la semana y, por la Seguridad Social era inviable, optamos por traerla a la Fundación Vianorte-Laguna, donde recibe un trato profesional exquisito».

Jorge explica que dispone de tiempo porque está jubilado y, desde que no reside con su mujer, vive con uno de sus cuatro hijos. Cada mañana, después de desayunar, sale obediente a la calle a dar un paseo pautado por prescripción médica debido a su diabetes.

¿Me das otro beso?

Jorge explica que Cinta a veces no habla, «pero un día la besé y me sorprendió con un “¿me das otro?”»

Tras su religiosa siesta después de la comida, se acicala con ilusión para ir camino de su amada. «Cada día es una sorpresa –confiesa–. Nunca sabes cómo te va a recibir. Lo malo es que ya no me reconoce. En ocasiones le pregunto “¿pero sabes quién soy?” con la ilusión de que diga mi nombre . Pero cada vez guarda más silencio. Solo me mira. Alguna vez me responde: “sí, cómo no voy a saberlo: eres mi padre”. A veces también cree que soy su abuela... o un señor».

El tono de voz de Jorge se tambalea cuando confiesa que le da mucha pena ver cómo la enfermedad se adueña de la memoria de su mujer y ya no puede mantener conversaciones fluidas como antes. Pero lo más importante es estar con ella, a su lado. «Solo con tener la oportunidad de que me mire a los ojos me hace feliz porque, en el fondo, pienso que me conoce, que sabe quién soy, aunque no sepa decírmelo. El afecto no se olvida. El Alzheimer no puede borrarlo. Por eso, yo hablo a mi mujer, la acaricio, la beso... Nuestro amor sigue vivo, aunque ella no pueda expresarlo. Un día –recuerda entre risas– le di un beso de despedida y me sorprendió con un “dame otro más”. Eso, para mí, es maravilloso».

Un ejemplo para la familia

Su hija María Jesús reconoce que está impactada por la gran dedicación de su padre. «Es increíble que en estos seis años solo faltó en una ocasión porque en verano , como hace tanto calor, nos lo encontramos en el suelo por una bajada de tensión . A pesar de sus 86 años, y de sus achaques, él trasmite todo su amor con sus visitas diarias. Es un gran ejemplo para toda la familia».

Añade su hija que uno de los problemas del Alzheimer es que es una enfermedad muy larga «y durante todos los años que llevamos en ViaNorte hemos visto familias que iban distanciando las visitas según el olvido se instalaba en la memoria de sus seres queridos hasta que, finalmente, contrataban cuidadoras para que les acompañaran. Es una verdadera lástima. La esencia de las personas siempre está ahí. Y el amor es eterno , tal y como lo vivo yo en mis padres».

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