Gregorio Luri: «Sí a los deberes: no podemos dar ni un día de tregua a la ignorancia»

El filósofo y pedagogo navarro se muestra contrario a la campaña sobre la huelga de tareas escolares de CEAPA

MADRID Actualizado: Guardar
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Para dejar las cosas claras desde el principio, el pedagogo y filósofo navarro Gregorio Luri confiesa que lo que más le gusta de los deberes es, precisamente, su nombre. «Creo que cada uno de nosotros tiene el deber moral de ser inteligente, pero que, como decía Concepción Arenal, este deber "no brota espontáneamente de la conciencia". Solo parece obligatorio "al que sabe ya". Por esta razón la tarea en casa es vital. Sí a los deberes: no hay que darle ni un día de tregua a la ignorancia. Obviamente, no espero que me entiendan los que piensan que el trabajo intelectual y la disciplina de la atención son cargas demasiado onerosas para los niños».

—Usted está convencido de que los deberes son un arma para combatir la ignorancia, ¿cierto?

—Pues depende de su calidad. Precisamente por esto lo que deberíamos preguntarnos no es si deberes sí o no, sino qué tipo de deberes. ¿Con qué objeto? ¿Es importante reforzar en casa competencias intelectuales básicas? ¿Es útil nutrir con conocimientos la memoria a largo término de los niños? ¿Han de adquirir los niños progresivamente el hábito de estudiar por su cuenta, en soledad, sin la presencia de un adulto? Tengo la convicción de que los buenos deberes, en las dosis apropiadas, son muy útiles para los menores. No es una convicción original. Esto lo hemos sabido siempre y, además, las evidencias científicas confirman que quienes en casa hacen bien buenos deberes obtienen mejores resultados que quienes se limitan a realizar actividades supervisadas por profesores en las aulas o que quienes no hacen tareas en el hogar.

—Entonces, reconoce que hay «malos deberes».

—Claro. Mi más absoluto rechazo a los malos deberes, a los ejercicios mecánicos, aburridos o incomprensibles, que muchas veces no son ni corregidos. No es que sean discriminatorios, son algo peor: fomentan los peores vicios intelectuales.

—Cuando preguntamos a los niños cuánto tiempo dedican a sus deberes, el 90% creen que han dedicado mucho más que el real.

—Es verdad que si nos tomamos sus palabras en serio la correlación entre el tiempo que dedican a trabajar en casa y los resultados de su esfuerzo queda distorsionada. Pero sé, por mi experiencia como docente, que los buenos deberes son imprescindibles para los niños pobres, porque lo que no aprendan gracias a la escuela no lo aprenderán en otro sitio. La diferencia entre menores de familias culturalmente ricas y niños de familias culturalmente pobres es clara: los primeros siempre están haciendo deberes, porque debido al nivel cultural de su entorno no paran de reforzar en casa lo que aprenden en la escuela. Los segundos se limitan a repetir curso.

—Usted siempre se refiere al lenguaje familiar como un claro síntoma de diferencia cultural.

—En efecto. Solo tenemos que fijarnos en el lenguaje familiar: entre las familias de un nivel sociocultural alto, un niño escucha de promedio 2.150 palabras por hora, incluyendo 32 afirmaciones y 5 prohibiciones. Entre las de la clase trabajadora, el promedio es de 1.250, con 12 afirmaciones y 7 prohibiciones. Entre las familias sin recursos, apenas se alcanzan las 620 palabras. De ellas, 5 son afirmaciones y 11, prohibiciones. Estas diferencias se manifiestan también en la utilización de subordinadas, conectivas lógicas, condicionales, un vocabulario sofisticado, etcétera.

Obviamente, el dominio lingüístico de la familia tiene una traducción directa en el progreso escolar del niño, porque cuanto más complejo es su lenguaje, mejor comprende a los adultos y más rápidamente progresa. Ante esto, no hay más que una alternativa: incrementar el tiempo escolar de calidad de los que tienen menos recursos. La sociedad del conocimiento cada vez amplía más la brecha entre unos y otros. Pero a los niños que necesitan más hay que dedicarles mayor cantidad de tiempo. En educación no se puede ser progre con los pobres.

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