El drama que esconden los adolescentes obsesionados por los «selfies» en las redes sociales

Los jóvenes que comparten a diario sus imágenes propias buscan constantemente la validación del resto para sentirse bien

Carlota Fominaya

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Todos los días buscan la postura, el encuadre y el filtro perfecto antes de la publicación definitiva de su autofoto en las redes sociales. El problema surge cuando cada vez se dedica más tiempo a esta interacción a la espera de un «Like» o un «Me gusta». Tienen entre 15 y 30 años, y están preocupados de forma constante por la imagen que proyectan, y por lo que los demás opinen de esta. Es lo que el sociólogo Juan Mª González-Anleo define en su libro como «La generación "selfie" » , en la que prima la inmediatez, y que es mucho más que una moda pasajera, porque «refleja el permanente ensayo esto-soy-aquí-ahora. Las segundas y terceras personas han desaparecido por ajenas».

Son jóvenes que han crecido con la irrupción de las redes sociales en la sociedad y comparten su vida a través de ellas. El problema llega, explica Jesús Matos, autor de «Buenos días, alegría», y psicólogo especialista en la gestión de la tristeza y desarrollo de la persona, cuando estos «chicos y chicas están enfocados en la percepción que tiene el resto de personas sobre ellos. Su autoestima depende de acontecimientos externos», asegura Matos, quien habla de una generación que prioriza dar a los de su alrededor una imagen de felicidad, en lugar de sentirla realmente.

Suele ocurrir, corrobora Sergio García, psicólogo clínico del Colegio Oficial de Psicólogos (COP), que «estos amantes de los “selfies” presenten una percepción larvada de sí mismos, mientras que ofrecen siempre una imagen ante la galería de que todo les va muy bien, pero sin contenido significativo. Muestran un teatro y por lo general, sus relaciones tienen más que ver con la apariencia, que con vinculaciones de afecto real, y esto es peligrosísimo».

La realidad virtual, continua el psicólogo Jorge López Vallejo, «nos ha ofrecido un mundo fácil, posible sin movernos de casa. Además, ha proporcionado un factor de control y modificación de la realidad, que da lugar a un moldeado de la personalidad o del estado anímico a la carta, en función de la interacción que recibimos de los demás o de la imagen que queremos transmitir». Se busca, añade, «un placer y una satisfacción que no es aporta la vida real».

Búsqueda de aceptación

El problema, añade este experto, «se va haciendo mayor a medida que se dedica más y más tiempo a esta interacción que compensa las carencias de las que huyen buscando la aceptación de los demás en sus publicaciones en distintos chats, en Twitter, Instagram, Facebook... Se crean una vida en relación a lo que les gusta a los demás».

Filtros, retoques, publicaciones a horas determinadas... Para López Vallejo, «la falta de naturalidad y la irrealidad caracterizan estas fotos en busca de un "Me Gusta" o un comentario adulador. Estas personas entran en una tendencia controladora súper negativa, que puede acabar en adicción y/obsesión. Entran en un entorno tóxico donde pueden llegar a preguntar a los demás su opinión antes de subir la foto, visionando la imagen obsesivamente, ampliando, retocando, hasta dar con la perfección. Este control lleva asimismo a un sistema de evitación: No solo controlan su imagen, sino que evitan presentar públicamente alguna parte de su cuerpo que no les gusta, lo que saben que no va a gustar a los demás ocultándolo, o escondiéndolo....».

La gravedad de estos casos, prosigue este psicólogo, «se hace patente en el momento de que lo que publican no recibe la aceptación buscada, y aparecen síntomas de dispersión, como la falta de atención en clase, en las reuniones familiares, cuando se camina por la calle, o en el coche, con los riesgos que esto comporta. O cuando no tienen conexión a internet».

Recomendaciones

Para Matos, algunas de las claves que les puede servir para hacer frente a esta cultura de lo inmediato es «no medir tu felicidad en ‘likes’, ni esconder tus inseguridades tras las redes sociales. Por contra, invertir en uno mismo, pero no para conseguir la aprobación ajena. También marcarse pequeñas metas. Este es el único secreto para ser feliz», aconseja.

Solo así se puede hacer frente, concluye el también autor de «Buenos días, alegría», una guía práctica donde recoge técnicas y recursos para superar la tristeza, a la «cultura de lo inmediato» porque estos chavales quieren «resultados rápidos» pero «sin pasar en ocasiones por el periodo del esfuerzo», con lo que les cuesta tolerar la incertidumbre y la frustración. No es del todo culpa suya. Para el psicólogo, el hecho de que esta generación piense más en su propio bienestar es fruto del tiempo que les ha tocado vivir y achaca su hedonismo a la falta de proyectos a largo plazo. Pero como determina Sergio García, psicólogo clínico del Colegio Oficial de Psicólogos (COP), la generación «selfie» existe, pero es una más. «No siempre hay que poner el acento negativo a una generación completa, porque estaríamos dejando huérfanos a muchos jóvenes muy completos».

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