Altas capacidades: cuando ser un alumno inteligente es un problema

Se presupone que los niños con una inteligencia superior «van sobrados», pero son alumnos que sin apoyo específico pierden todo su potencial

Laura Peraita

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Cuando unos padres confiesan que su hijo tiene altas capacidades es muy habitual que en el entorno piensen «¡qué suerte!». Pero esta respuesta inmediata es solo fruto de la ignorancia sobre todo lo que supone esta condición en los niños.

Lo más común es considerar que son estudiantes muy listos, con muchas habilidades, capaces de memorizar y aprender sin dificultad todo lo que se les pone delante. Y, en parte, no les falta razón. Pero no siempre es así.

Según apunta Cristóbal Calderón , orientador, jefe del departamento de Orientación del Instituto Manuel de Falla y autor de «Altas capacidades, educando para el éxito» , –escrito junto a Ana Roa , pedagoga, coach y fundadora de Roaeducacion–, estos niños no destacan siempre en el colegio ni sacan buenas notas. «Salvo en el caso de talentos académicos, no obtienen necesariamente calificaciones excepcionales , ni tienen el mismo rendimiento en todas las materias, depende de su grado de motivación en las diferentes asignaturas».

Explica que, precisamente por su extraordinaria capacidad potencial, necesitan unas ayudas específicas sin las que raramente podrán llegar a alcanzar su pleno desarrollo personal e intelectual. «De hecho –asegura– la legislación española les considera alumnos con necesidades especiales».

Déficit de motivación

Se trata en muchos casos de niños muy hiperactivos intelectualmente, con un nivel de exigencia muy alto, baja autoestima, con problemas de conducta, poco resistentes a la frustración, poco flexibles, con escasa capacidad de empatía y que pueden cuestionar, sobre todo en la adolescencia, las normas y la autoridad. Según Ana Roa, en numerosas ocasiones tienen un importante déficit de motivación para ir a la escuela y, en consecuencia, no aprenden. «Por eso –matiza–, la formación del profesorado es imprescindible porque este alumnado no solamente necesita una intervención curricular, sino también un apoyo personal. Este es el problema principal. La mayoría de los docentes no entiende este tipo de apoyo y solo enfoca la intervención dentro del marco curricular, obviando, de este modo, el acompañamiento personal y emocional. Y este es el soporte real que necesitan».

Según Cristóbal Calderón hay un 1% de alumnos con alta capacidad por aula, y aún así, el diagnóstico no se realiza. Hace falta hacer algo con ellos, pero no se actúa correctamente porque «se presupone que “van sobrados” y no necesitan ayudas. Es un error».

El peligro de poner etiquetas

Explica este experto que tener alta capacidad y que no se aborde con el apoyo correspondiente puede llegar a suponer un gran problema porque cuando a un niño se le pone una etiqueta, se le enmarca dentro de unas condiciones. « Hay una sobre exigencia (muchos prejuicios y mitos falsos, como pensar que poseen una superinteligencia, que no pueden fallar nunca, que sus contestaciones deben ser siempre adecuadas...), que puede dar lugar a conflictos de convivencia social. No hay que olvidar que son niños y quieren hacer lo mismo que hacen el resto de compañeros de su edad. No quieren sentirse diferentes».

Trauma familiar

Este especialista en Educación Especial asegura que, en ocasiones, obtener una calificación de un 8 puede suponer un trauma familiar porque se espera demasiado de ellos. «He conocido alumnos –confiesa Calderón– con altas capacidades que, incluso, decidían ellos mismos sacar malas notas por querer parecerse a su grupo de iguales y que sus amigos les llamaran para jugar, no para que les ayuden a hacer trabajos o les pidan los deberes hechos».

La clave para que estos escolares a provechen su paso por el colegio es, según los especialistas, detectar cuanto antes sus altas capacidades. Y, precisamente, esto es parte del problema. «Su detección en este país está poco consolidada. El protocolo en la escuela pública y privada es diferente. Por ejemplo, la Consejería de Educación establece para los centros públicos realizar al alumno preguntas de inteligencia para descartar algún tipo de trastorno . También se adjunta el testimonio de padres y compañeros. Con todo ello se analizan los resultados. El informe técnico debería ser médico-profesional, porque es una cuestión neurológica en la que deberían estar implicados un neurólogo, un psicólogo, un pedagogo, que contaran, además, con los testimonios documentales de la familia y el colegio».

«El componente emocional debería también formar parte del diagnóstico y ponderarse específicamente para determinar qué entendemos por altas capacidades»

Ana Roa añade que, por ejemplo, en la Comunidad de Madrid, según la Orden 70/2005, de 11 de enero del Consejero de Educación, se determinan unos criterios para que un alumno sea considerado de alta capacidad : Dos tests de Cociente Intelectual, para contrastar resultados, una prueba de creatividad y la valoración de su estilo de aprendizaje. «El componente emocional debería también formar parte del diagnóstico y ponderarse específicamente para determinar qué entendemos por altas capacidades. No es una cuestión menor –insiste Ana Roa–, y cada vez más la cuestión emocional está pasando a ser considerada un elemento más en las evaluaciones psicopedagógicas para determinar las condiciones personales y las posibles necesidades educativas que se deriven de ellas, no sólo en la esfera de las altas capacidades, también en la respuesta a la atención a la diversidad. Afortunadamente se están dando pasos firmes en la evaluación de este factor y paulatinamente se introducen en los informes psicopedagógicos».

El informe, según apunta Cristóbal Calderón, tiene como objetivo detectar estas capacidades, «pero también ofrecer una orientación para trabajar en el aula en la dirección necesaria para una profundización mayor en contenidos... o para pasar de curso al alumno».

Confianza en sí mismo

En opinión de Ana Roa, en España es imprescindible un verdadero reconocimiento personal y social de las altas capacidades. «Es necesario comenzar con un diagnóstico diferencial para afrontar las peculiaridades de estos niños de forma individualizada . El objetivo no es el ajuste a un modelo prefijado, sino lograr que el alumno pueda sentirse una persona, con sus cualidades y defectos, y que sea cual sea su rol social tenga confianza y conciencia plena de su personalidad. Si lo abordamos así, probablemente estaremos estableciendo las bases de una actuación adecuada y enriquecedora que permitirá el crecimiento personal positivo de estos niños».

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