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Agentes de la Ertzaintza reducen a un proetarra, en una imagen de archivo - EFE

ETA llevó a cabo una «amenaza diaria y sostenida» sobre la Ertzaintza y sus familias

Un informe de la Universidad de Deusto recoge más de 1.300 actos de hostigamiento entre 1990 y 2011

BILBAO Actualizado: Guardar
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Entre 1990 y 2011 ETA cometió 11 de los 15 asesinatos de miembros de la Ertzaintza, periodo en el que llevó a cabo 23 de los 27 atentados directos que lanzó contra la policía autonómica vasca. Durante esa década, el entorno proetarra promovió 1.335 acciones de violencia callejera no solo contra ertzainas, sino también contra sus familiares. El periodo 1995-97 y los años 2001 y 2008 fueron especialmente crudos.

Son datos que constan en el informe encargado en la primavera de 2015 por la secretaría general para la paz y la convivencia del Gobierno vasco al Instituto de Derechos Humanos Pedro Arrupe de la Universidad de Deusto, con el fin de que analizara «la amenaza que ETA ejerció sobre el cuerpo de la Ertzaintza y el impacto en sus familias».

Incluye 15 entrevistas a ertzainas en activo y jubilados, así como familiares.

Un documento que han analizado esta mañana en Bilbao, antes de hacerlo público, la Consejera de Seguridad, Estefanía Beltrán de Heredia; el Secretario General para la Paz y la Convivencia, Jonan Fernandez; la directora de Víctimas y Derechos Humanos, Monika Hernando; así como sus redactores (José Ramón Intxaurbe, Eduardo J. Ruiz Vieytez y Gorka Urrutia) y Txema Lanzagorta, representante de la Asociación de Ertzainas y Familiares Víctimas del Terrorismo ASERFAVITE.

«Con este estudio queremos que los ertzainas y sus familias sepan que conocemos el sufrimiento que padecieron, que reconocemos su injusticia, y que este reconocimiento forma parte ya, mediante este informe, de la construcción de la memoria», ha indicado Fernández.

Por su parte, Beltrán de Heredia, ha destacado la importancia de contar por primera vez con un informe de estas características que, además de los atentados con víctimas mortales, «visibiliza con datos y testimonios en primera persona el sufrimiento padecido durante tanto tiempo por la Ertzaintza y su entorno familiar». Ha precisado que hoy mismo hará llegar a cada ertzaina un ejemplar de este estudio.

Amenaza global

De acuerdo con el informe, la amenaza de ETA se extendió sobre todo el cuerpo de la Ertzaintza. El primer agente que fue asesinado por Carlos Díaz de Arcocha, en 1985, mediante una bomba colocada en su vehículo. Los últimos, Ana Isabel Arostegi Lejarreta y Francisco Javier Mijangos Martínez de Bujón, muertos a tiros en Beasain.

La mejor fuente para dar fe de hasta qué punto la Ertzaintza estaba en la diana etarra son los documentos incautados a los terroristas en operativos policiales. De acuerdo con dicha documentación, el número total de ertzainas sobre los que ETA había recabado información asciende a 7.895, de los cuales 7.745 están clasificados en el apartado con información básica (nombres y apellidos). El número de ertzainas sobre los que ETA tenía información elaborada (identidad, domicilio, vehículos, rutinas, seguimientos, fotografías, etc) es de 43, mientras que el número de personas con información semielaborada (datos sobre identidad, filiación, domicilio y bienes de una persona, pero que aún no han sido cotejados ni ampliados) asciende a 107, según consta en el informe.

Pintadas, miradas e insultos

«La amenaza sobre agentes de la Ertzaintza era diaria y sostenida durante años por el mero hecho de formar parte del cuerpo policial. El hostigamiento y la amenaza provocaron un sufrimiento injusto e intenso que se extendió a las familias de los Ertzainas y a su vida diaria con un alto grado de alteración de la normalidad y en muchos casos con graves consecuencias en el entorno familiar, laboral, social y en el de la salud», indica el Gobierno vasco en su resumen del informe.

«La amenaza fue constante a través de pintadas, miradas, insultos que incluso iban destinadas a sus hijos e hijas. Algunas de las personas entrevistadas relatan que tuvieron que dejar su domicilio con consecuencias como la pérdida de empleo de la pareja o la nueva escolarización de sus hijos e hijas. Renunciar a hacer visible la condición profesional fue una medida para reforzar su ámbito de seguridad pero también para alejar de los círculos sociales y de sus amistades a agentes de la Ertzaintza».

«Al principio aparecieron pintadas. Lo típico “Cipayo, hijo de puta, txakurra…”, no directamente donde vivía yo, pero sí en las paredes de alrededor. No le di demasiada importancia. Luego me quemaron el coche. Me acuerdo porque mi padre murió en abril, yo heredé su coche y el 1 de mayo me lo quemaron. Vinieron los bomberos, lo apagaron y ahí se quedó. Nadie vino a solidarizarse conmigo. Ni una palabra. A mí me sentó como un tiro porque era el coche de mi padre, que había muerto hace un mes», recoge un testimonio.

Otra muestra: «Es que no podías ni ir por la calle. Me acuerdo de un día que llovía a cántaros. Yo iba con el paraguas, tapada hasta por aquí, con el chal puesto, y en el bar, uno que hay cerca de casa que es todo de borrokas, pues yo pasé, y salieron por una puerta: “cipayo, te vamos a matar”. Y decías: “jo, es que no puedo tampoco contar eso, no puedo salir a la calle…”».

«Convertirme en un hombre gris»

Entre las medidas preventivas que se adoptaron ante la amenaza de ETA y su entorno, un total de 650 agentes tuvieron que cambiar su número profesional y 3.106 de matrícula, según recoge el informe. «Mi estrategia fue convertirme en un hombre gris. Un hombre que no existía (…) No decir absolutamente nada a nadie, ni a dónde vas, ni de dónde vienes ni dónde estás… A cambiar de coche, de placas, de número de teléfono constantemente. Y luego, lo que yo llamo una residencia refugio… por circunstancias tuve la posibilidad de conseguirla y lo hice», recoge otro testimonio.

Intxaurbe ha hablado del «peaje emocional» que pagaron muchos ertzainas ante el aislamiento que se impusieron como medida de «autoprotección». Ese «menoscabo», en algunos casos, vino aparajeado de un diagnóstico de estrés postraumático.

«Durante bastante tiempo tuve tratamiento psiquiátrico porque te haces muchas preguntas que no deberías hacerte. El médico te dice que no debes hacértelas, pero te las haces. Es lo que se llama el síndrome de estrés postraumático. Lo tengo diagnosticado», corrobora uno de los entrevistados. «Te planteas, por ejemplo, en mi caso particular, por qué estás vivo y otros compañeros no. Son cosas que no tienes que plantearte, pero lo haces. ¿Qué derecho tengo yo que ellos no? Te comes mucho el tarro y lo llevas mal. Me dio una serie de pastillas para relajarme cuando estoy con estrés de ansiedad, y a mi pareja también porque estaba igual».

Intxaurbe ha desvelado que en algunos de los ertzainas entrevistados aparece un «déficit», una «sensación de soledad». «Tenemos que reflexionar sobre eso. Cómo esa sensacion soledad pudo acrecentar el estrés», ha apelado. Beltrán de Heredia ha querido puntualizar que «se sigue prestando atención psicológica», pero que si «muchas personas han podido sentir que las herramientas puestas a su disposición no eran suficientes», en tal caso «hay que hacer autocrítica».

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