A la venta el histórico «club náutico» de Arturo Soria

La piscina Stella, cerrada desde hace doce años, posee una superficie de 8.400 metros cuadrados y cuenta con protección en su fachada y jardines

Aspecto actual de la piscina Stella, ubicada en el número 231 de Arturo Soria Fotos: Maya Balanyà
Aitor Santos Moya

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En la M-30, a la altura del nudo de Costa Rica, seis letras negras impresas sobre fondo blanco asoman a la vista de los miles de conductores que cada día pasan por la vía de circunvalación más transitada de España. El icónico rótulo de la piscina Stella, pintado recientemente, es la parte más visible de los trabajos de conservación acometidos por sus dueños: los nietos de Manuel Pérez-Vizcaíno y Pérez-Stella, el dueño original de la finca, ya fallecido. Tras cerrar sus puertas al público en 2006, sus herederos han puesto a la venta la propiedad, de 8.400 metros cuadrados, protegida por un plan especial urbanístico ejecutado en 2011.

En caso de una hipotética transacción, el comprador no podrá modificar la fachada ni los jardines, cuya protección abarca el arbolado y resto de vegetación, la forja de la puerta de entrada y diversos elementos decorativos. Además, para volver a poner en funcionamiento la piscina, el vaso, de hasta tres metros y medio de profundidad , deberá ser adecuado a las medidas reglamentarias; al igual que el trampolín, cuyo uso estaría prohibido en la actualidad. Pese al esfuerzo de sus propietarios para mantener un espacio sin rendimiento económico desde hace 12 años, las diferentes estancias presentan un deterioro propio del paso del tiempo.

Vistas a la M-30 desde la azotea de la piscina Stella

Con motivo del VI Festival Arquia/Próxima , ideado para dar soporte a jóvenes arquitectos, ABC acompañó a la Fundación Arquia durante una visita guiada por sus históricas instalaciones. Definido como una suerte de oasis en medio de la capital, el «club naútico» de Arturo Soria -bautizado así por su apariencia exterior- fue abierto en 1947 , año en que se construyó el estanque y la parte rectangular de la terraza. Esta obra, diseñada por el arquitecto Fermín Moscoso del Prado Torre, tiene su origen en la II República, cuando la sociedad de la época entiende que las piscinas pueden ser un elemento de disfrute e higiene.

El edificio, de carácter racionalista, se convirtió entonces en uno de los más pioneros por el carácter positivo que desprendía en un período de posguerra. Es en los primeros años cuando se suprime el nombre de «club» y pasa a denominarse solamente piscina Stella. «Era un espacio privado, pero al alcance de cualquier persona que sacara un abono para entrar», explica la guía por la intervención, Irene Fernández Garijo. El complejo fue ampliado en 1952 por Luis Gutiérrez de Soto, quien levantó el ala circular, adornado por las características letras negras impresas en la pared exterior. En dicha reforma, se incluyó también un singular trampolín de gran altura.

Rótulo de «Boleras americanas»

La parcela llegó a contar con 12.000 metros cuadrados, pero la aparición de la M-30 en los años setenta provocó su reducción hasta la superficie vigente. Precisamente, en la última rehabilitación del inmueble, apareció el letrero de «Bolera americana», acompañado de una flecha que apunta hacia el sector desaparecido. La piscina Stella no solo era un lugar donde los usuarios acudían a darse un baño; había peluquería, salón de baile y hasta un bingo en sus últimos años de vida. «Es uno de los primeros lugares donde todo se diversifica y los espacios comienzan a ser mixtos», añade Javier Peña, coordinador del festival.

En la segunda mitad del pasado siglo, el enclave conformó el sitio de esparcimiento de la élite madrileña; aristócratas, personalidades del mundo del cabaré y del teatro o estrellas de Hollywood como la musa Ava Gardner , una de sus asiduas más ilustres. También era un punto de recreo muy importante para los soldados americanos destinados en la base de Torrejón de Ardoz. «Podían entrar fácilmente más de 1.000 personas . Los domingos solíamos cerrar porque no cabía más gente», recuerda uno de los encargados de su mantenimiento.

Como anécdota, los clientes advertían que, durante un tiempo, no hubo en Madrid cielo más protegido que el de la piscina Stella. El hecho de que en la azotea empezaran a verse mujeres en «topless», y hasta los primeros desnudos integrales, hizo que más de un helicóptero de la Policía sobrevolara la zona de manera habitual.

Entrada al edificio principal del recinto
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