El suburbano hace historia después de un siglo al servicio de Madrid

En el aniversario hubo regalos y un acto institucional con un usuario con 100 años

Cartel anunciador del centenario de Metro de Madrid EFE
Adrián Delgado

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Mientras Madrid se despierta con la lluvia de otoño que lava la cara de las aceras, debajo del asfalto las cuerdas de una guitarra y una voz en falsete versionan «Así estoy yo sin ti», de Joaquín Sabina, en el vestíbulo de Nuevos Ministerios. José Miguel Castro lleva dos décadas tocando por las mañanas en este nudo gordiano del transporte que pisaron ayer, camino del suburbano, los más madrugadores de una jornada histórica. La música ponía la banda sonora de la vida cotidiana mientras Metro soplaba las velas de su centenario. Poco queda de aquel Madrid que un 17 de octubre, como ayer pero de 1919, veía nacer s u tranvía subterráneo . La hilera de este hormiguero a escala humana lleva de aquí para allá la vida y los sentimientos de cada uno de sus viajeros. Dormidos, absortos y otros más que despiertos se adentran en el túnel para aparecer allá donde les lleva su trabajo, sus obligaciones o su destino. Como la música –sonaba «Space Oddity», de David Bowie, ya en los pasillos–, su rastro se diluye cada segundo.

En él, cupo ayer la sorpresa de encontrar un regalo en el asiento. Una taza, un bloc de notas, una bolsa de tela o un libro que lleva impresas en su portada dos fechas : «1919-2019» . Madrugar tuvo premio, al menos, para Maite y para Lilian. En el vagón de cola del tren cabecera de la Línea 1 –que partió puntual a las 5.45h de las cocheras de Hortaleza– todo estaba preparado para recibirlas junto al resto de viajeros que se subieron en Pinar de Chamartín. Es el pequeño homenaje que la compañía hizo a sus primeros clientes del día. «Somos limpiadoras. Vamos juntas todas las mañanas. Yo me bajo en Plaza de Castilla y ella en Estrecho», explica Lilian.

Varias usuarias, con los regalos que se encontraron en sus asientos MAYA BALANYÀ

Los regalos aún llegaron para la tercera parada de la que ayer era la «Línea Centenaria». En Bambú no había nadie en el andén. Sorprendidas por las cámaras de televisión, otras dos viajeras regalaron un espontáneo «¡Felicidades, Metro!» ante el objetivo. «Me ha tocado un cuaderno», celebró una de ellas, sonriente. «¿Te lo cambio por mi taza?», negoció otra viajera.

El tren, con vinilos que recrean el color rojo y los escudos de los antiguos coches de la Compañía Metropolitana Alfonso XIII, llamó la atención de algunos, mientras que otros ni siquiera se percataban de la diferencia.

Google dedicó la ilustración que acompaña a la marca en su buscador web a la cita histórica

La efeméride se recordó en muy diversas plataformas. Entre ellas, Google dedicó su «doodle» –la ilustración que acompaña a la marca en su buscador web– a la cita histórica. Mientras algunos lo vivieron sin despegar la vista de sus teléfonos, en estaciones como Sol la vida de los que empezaban la jornada y los que aún no lo habían terminado se mezcló como lo hacen las notas de los músicos con el murmullo de los viajeros y los pitidos de los tornos. Allí, a las nueve comenzó el reparto de las magdalenas con las que Metro quiso endulzar el trayecto a los usuarios de las estaciones de Sol, Tribunal, Iglesia, Ríos Rosas y Cuatro Caminos.

Viajeros de Metro, probando las magdalenas que se repartieron el jueves, día del centenario MAYA BALANYÀ

«Los madrileños somos muy exigentes. Presumimos de Metro y lo ponemos por las nubes allá dónde vamos, cuando viajar nos permite compararlo con otros. Pero también lo sufrimos, y hay muchas cosas que mejorar. Los tiempos de frecuencia o las escaleras mecánicas , por ejemplo», dice Sara. «El Metro me toca mucho, no sé por qué. Me encanta», añade Aurora, emocionada con la efeméride. «Yo pediría que el Metro funcione las 24 horas para quienes trabajan y se divierten de madrugada», desea Marian.

«¡Cuántos cambios!»

El acto institucional de celebración de los cien años tuvo lugar en la estación de Chamberí. Allí, la presidenta Isabel Díaz Ayuso, el vicepresidente Ignacio Aguado y el consejero de Transporte y presidente de Metro, Ángel Garrido , homenajearon también a José Santos, un burgalés que nació el mismo día que Metro arrancaba. José recordaba cuando «cogía el Metro en Príncipe Pío y me bajaba en Diego de León». Costaba entonces 15 céntimos, muy poco comparado con su sueldo, 15 pesetas.

José Santos, el viajero que nació el mismo día en que se estrenó el Metro, apaga las velas de la tarta gigante con la presidenta Ayuso, el vicepresidente Aguado y la consejera delegada de Metro, Silvia Roldán IGNACIO GIL

Recordaba José a los «abrepuertas, que ya no existen», y hablaba de lo que ha cambiado el Metro – «¡Y Madrid también!»– en este siglo. «¡Quién iba a pensar que me iba a ver tanta gente, por la tele y todo!»., comentaba, mientras soplaba las velas de una enorme tarta –60 kilos, 250 huevos– junto a la presidenta, que también cumplía años ayer. Por cierto, que Ayuso contó una anécdota personal : su abuela llegó de un pueblo de Ávila para una cita médica en Madrid, y montó en Metro por primera vez. «Le dijeron que se bajara en la última y eso hizo ... acabó en las cocheras ».

Desde aquel 17 de octubre de 1919, el Metro ha presenciado besos apasionados y tristes despedidas, ha sufrido el dolor –por ejemplo, durante la Guerra Civil–, ha sostenido huelgas como la de ayer, protestas, altercados e, incluso, ha sido escenario de misterios que hoy agrandan su leyenda: en Tirso de Molina , algunos siguen buscando a su fantasma. Y aunque ayer cumplió un siglo, Metro de Madrid presume de estar «100 años más joven».

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