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Raphael fue largamente ovacionado en Madrid - ÁNGEL DE ANTONIO

Raphael, un «phenómeno» indestructible

El cantante arrasó anoche ante 10.000 fans en un abarrotado Barclaycard Center con su gira «Sinphónico»

Madrid Actualizado: Guardar
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Perdonen el topicazo, pero lo de Raphael es un es-cán-dal-o. Ya no sólo por su talento, ni por las cifras de sus ventas de discos, ni por su gigantesca influencia en el mundo de la música hispana, que trasciende géneros e incluso la peligrosa frontera entre el «mainstream» y el «indie». Nos referimos a su estado físico. A sus 72 años, sigue siendo perfectamente capaz de ofrecer recitales formidables como el de anoche, fecha fundamental de una larga gira cuyo ritmo de conciertos se antoja agotadora. Pero él aguantará el tipo sin duda, porque ayer, funcionó como una máquina recién salida de fábrica en el Barclaycard Center, el antiguo Palacio de Deportes, una aclaración que parece que sigue siendo necesaria a tenor de los comentarios que se oían en las butacas.

«¿Que esto ahora se llama barclayqué?».

Otro rumor que inevitablemente invadió las gradas antes del inicio del concierto fue el de la agresión a Rajoy en Pontevedra, pero el estupor no impidió que los ánimos estuvieran a flor de piel cuando el ídolo subió al escenario para dar comienzo a otra de sus grandes noches.

Su voz llenó el pabellón con poderío, propulsada por el magnífico sonido de una orquesta sensacional

El recinto estaba lleno hasta los topes. La demanda de entradas para el concierto de ayer fue tan abrumadora que Raphael ya ha anunciado que volverá a actuar en la capital en unos meses (el 9 de septiembre, también en el Barclaycard Center), y además, en el ambiente flotaba el espíritu navideño, ese que tan tierno pone a nuestro protagonista. Y había que celebrar que acaba de ser galardonado con un Premio Ondas que reconoce sus 55 años de carrera artística. Así que anoche era de día.

El de Linares presentó su disco «Sinphónico» –con su «ph» en medio, por supuesto–, en el que recrea «las joyas de la corona» de su repertorio acompañado por la orquesta sinfónica de Málaga. Una forma diferente de disfrutar de su repertorio, con más épica de lo normal, si cabe.

Hasta unas cuarenta canciones volaron durante casi tres horas por el Palacio de los Deportes con elegancia, imponentes y perfectamente ejecutadas

El público de la pista, sentado en butacas instaladas para la ocasión –lo que redujo el aforo–, dejó de atender a los vendedores ambulantes de refrescos que se paseaban por los pasillos y estalló en aplausos cuando el director de orquesta ordenó el inicio del concierto al ritmo de «Yo soy aquel». Con los cañones de luz apuntando hacia el cielo, Raphael salió a escena vestido de riguroso negro, miró a su querida audiencia y abrió sus brazos, como si estuviera recogiendo los aplausos, el amor que le llegaba desde el graderío.

Su voz llenó el pabellón con poderío, propulsada por el magnífico sonido de una orquesta sensacional, atravesando la piel del respetable en cuestión de segundos. Y es que la singularidad de su estilo al cantar hace que uno se sienta como en casa, en un lugar seguro, que conoce bien. Su seguridad, su tremendo oficio, modelo a seguir sin duda, con ese elenco de músicos detrás, era una estampa de la divinidad musical que ha alcanzado tan merecidamente. El mar de teléfonos móviles en la pista estropeaba la imagen por momentos, pero quién iba a querer resignarse a quedarse sin su recuerdo personal de la velada.

«Ahora», «Ámame», «Escándalo», «Gracias a la vida» (de Violeta Parra), «Mi gran noche» y así hasta unas cuarenta canciones volaron durante casi tres horas por el Palacio de Deportes con elegancia, imponentes y perfectamente ejecutadas. No se le pudieron poner peros, y la verdad es que apenas ha concedido alguno en casi seis décadas de trayectoria. Al terminar el espectáculo, bañado en una larguísima ovación, era el mismo de siempre. Puede que Raphael no sea indestructible, pero vaya si sabe parecerlo.

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