Parroquia de Nuestra Señora del Rosario de Fátima: templo y escuela de inserción social

Este centro de fe, en plena calle Alcalá, es todo un ejemplo de integración en Madrid

MADRID Actualizado: Guardar
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La Iglesia llegó primero. Que sí, mucho antes que quienes ahora sacan pecho y pancarta. Hubo un párroco, don Cesáreo Barroso, de una generación sacerdotal sin par en Madrid, que fue enviado allá donde la línea del horizonte de la calle Alcalá se confunde con el límite de la villa. Llegó a una geografía de aluvión humano, inmigración y chabolas, y erigió, con la bendición del señor arzobispo, el Patriarca don Leopoldo Eijo y Garay, un templo dedicado a Nuestra Señora del Rosario de Fátima. Un templo y una escuela. La Iglesia no puede dejar de ser educadora.

Una escuela que hoy es «el alma de la parroquia», la «joya de nuestra comunidad», doscientos niños, una línea educativa de infantil y primaria, más del noventa y cinco por ciento inmigrantes, que vamos, el pequeño patio que visitamos parecía una diminuta asamblea de Naciones todas Unidas.

Un colegio de atención integral, concertado, cuya directora es Juana Trigo y que recibe también la ayuda de la parroquia para mantenerse en pie y ofrecer esa educación de calidad, de primera, que los niños se merecen.

El párroco de Nuestra Señora del Rosario de Fátima, don Jorge González Muñoz
El párroco de Nuestra Señora del Rosario de Fátima, don Jorge González Muñoz - MAYA BALANYÀ

Colaboración que, en reciente visita, ha ratificado, por cierto, el cardenal Osoro. Porque según cuenta el párroco de esta iglesia, sita en la calle Alcalá, 292, Jorge González Muñoz, sacerdote cercano y emprendedor, «en este colegio de inserción social, no escatimamos nada para que estos niños, que necesitan todo y a los que se les ofrece todo –comida, material escolar–, tengan la mejor enseñanza». Por cierto, en el colegio no son pocos los niños de religión islámica e hinduista.

Alumnos musulmanes e hinduistas

Asisten a los actos de culto con respeto. Un día, el sacerdote le preguntó a una madre, de religión musulmana, por qué enviaba a su hijo a un colegio de la Iglesia. Y la señora le contestó: «Aquí se respeta, de verdad, cómo somos, también nuestras creencias».

Corría el año 1951, y según narra la tradición oral, que escrito hay poco, con el dinero de las infracciones del poco tráfico de entonces, el gobernador civil de turno contribuyó con don Cesáreo a construir el templo que alberga una imagen de Nuestra Señora de Fátima, donada por una benefactora familia portuguesa, un trocito de la Cova de Iría en la villa del Manzanares, mensaje de misericordia.

Interior del templo de Nuestra Señora del Rosario de Fátima
Interior del templo de Nuestra Señora del Rosario de Fátima - MAYA BALANYÀ

La imagen de Nuestra Señora está fechada, por cierto, en Portugal, 1944, y firmada por José Ferreira Thedim, el escultor principal de esas apariciones. Se puede decir que es auténtica, por tanto. El 13 de octubre de 1951, fecha emblemática del diálogo entre la Virgen y los niños, se bendijo el altar mayor. El 12 de octubre del año 2000 el cardenal Rouco Varela, siendo párroco Jesús García Jiménez, coronó canónicamente a Nuestra Señora.

Desde entonces acá, esta parroquia ha sido motor de vida y servicio. El equipo sacerdotal actual está formado por Israel Fernández, vicario, y Jesús Sahuquillo y José Antonio Martínez, capellán del hospital de Santa Cristina, como adscritos. En el territorio de la parroquia vive una comunidad de religiosas Filipenses Misioneras de la Enseñanza. No son pocas las iniciativas que, de corrido, enumera el párroco.

Siete Comunidades Neocatecumenales, Vida ascendente, Legión de María, «Pequeñas almas» –una delicadeza espiritual–, Carismáticos, Acción Católica de jóvenes y adultos, Adoración Nocturna. Unas quince bodas al año y ciento veinte bautizos de media. Un centenar de niños de primera comunión y una veintena de jóvenes en catequesis de confirmación son mucho más que números para esta parroquia volcada en la caridad de la fe.

No en vano atiende económicamente a ciento ochenta familias, con una Cáritas bien articulada que cuenta con una asistenta social y una decena de voluntarios. Jorge González se muestra sanamente crítico, por cierto, y con no poco sentido común, con la pastoral juvenil que se está haciendo en la Iglesia, y en su Iglesia. Y no se me pueden olvidar los funerales, que todos los días, a las 20 horas, se celebra una misa por un difunto o difunta del todo Madrid. Y la Cofradía de la Virgen de Fátima, que preside Pilar Larrad, y la de la Virgen del Carmen, que no es competencia. Porque en la vida de fe de esta parroquia la piedad es caridad dentro y fuera.

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