La nueva ruta de la adicción a la Cañada: «Cada vez hay más jeringuillas»

Vecinos y operarios de limpieza alertan del incremento de jeringuillas usadas en parques y papeleras del barrio. El tránsito de toxicómanos que van a pie al poblado de la droga desde Valdecarros se ha intensificado

Jeringuillas abandonadas en el parque ubicado en la calle Mazaterón José Antonio Dorado

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La estación de Metro de Valdecarros (última parada de la línea 1), en el Ensanche de Vallecas, expulsa a todas horas del día un goteo constante de hombres y mujeres con un mismo destino: la Cañada Real . Con pieles ceñidas a sus huesos, mejillas hundidas y labios condenados a recubrir sus encías desdentadas, emprenden su cotidiano viaje a la perdición. Más de tres kilómetros de ida a pie hacia el poblado de la droga y otros tantos de vuelta hasta la estación. En el último año, el tránsito de personas en busca de su veneno se ha intensificado, como informa Juan Manuel, secretario de la Asociación Vecinal Ensache de Vallecas Este (Aeve). Lo que más les preocupa, que las jeringuillas usadas y abandonadas a su suerte, también.

Su apreciación la confirman dos operarios de limpieza del Ayuntamiento de Madrid que trabajan en la zona:«Aparecen jeringuillas en las papeleras y también nos hemos encontrado algunas en parques. Hay más desde hace dos años». El representante vecinal revela: «Me he encontrado en dos ocasiones jeringuillas junto al Metro de Las Suertes y he dado el aviso al 010».

La Comunidad de Madrid mantiene en la Cañada Real el dispositivo móvil de atención a drogodependientes para conseguir sacarlos de su adicción. En este punto atienden mensualmente a 2.800 usuarios diferentes , cifran desde la Consejería de Sanidad. Allí también proporcionan jeringuillas desechables –no especificaron el dato– para evitar los contagios; sólo tres de cada cuatro de las entregadas se devuelven para su correcta destrucción. El resto se pierde en el lugar que pille la inyección.

Dos presuntos toxicómanos descienden por el camino que conduce a las cocheras de Metro para llegar hasta la Cañada Guillermo Navarro

Los ciudadanos enganchados a la heroína que prefieren ahorrarse los 5 euros de una cunda llegan hasta Valdecarros –«pagando el billete o colándose», como observan los vigilantes de seguridad allí apostados–, dejando atrás los edificios residenciales; cruzan la avenida de Gran Vía del Sureste y pasan por la calle de Eduardo Chillida, atravesando el parque infantil a los pies del polémico edificio okupa; otros optan por caminar por Cerro Milano. En la glorieta de Escuela de Vallecas todos toman el mismo camino, el que llega hasta las cocheras de Metro, con quitamiedos arrancados a su paso y con la huella que el fuego dejó tras quemar algún objeto de grandes dimensiones, como un contenedor. Sus maltratadas vidas se desvanecen por una vía sin asfaltar que hay a la derecha guiándoles, tras atravesar un túnel pasadizo, hasta el mayor supermercado de la droga de todo el país.

El negocio se muda

«Esto es un no parar de ‘yonquis’, sobre todo a mediodía y por la tarde. No se meten con nadie, pero no es plato de buen gusto», comenta la mujer de un matrimonio que vive junto a la estación de Valdecarros. «A veces, piden dinero a la gente», añade el hombre. Ellos no han visto nunca una jeringuilla usada en el barrio, pero afirman haberlo escuchado a otros vecinos.

Una mujer marcada por las huellas de la heroína espera a otro compañero en la parada de Valdecarros. Guillermo Navarro

La glorieta de Embajadores (Arganzuela) está desierta de cundas. Hace un año, los transportistas de toxicómanos cambiaron su «negocio» alegal a las inmediaciones de la parada de Metro de Sierra Guadalupe (Villa de Vallecas), línea 1. La intensificación de los controles a los vehículos por parte de la Policía Municipal les obligó a mudarse a esta zona, que ya sufría los estragos del tráfico de personas a la Cañada. Allí, junto a esa estación y sus calles aledañas, se han multiplicado los taxis de la droga. Los residentes se quejan de que la Policía Municipal y Nacional apenas actúan.

ABC visita la zona de Sierra Guadalupe dos días diferentes, a distintas horas. No hay ninguna patrulla, pero sí evidentes cunderos aparcados a la espera de clientes; también toxicómanos que aguardan la llegada de un coche, o aprovechan para pedir a las puertas de un supermercado, o para fumar o meterse en vena en un aseo público callejero la micra envuelta en papel.

«En Embajadores estamos tranquilos. Ahora mismo no tenemos ese problema. Si aparece algún despistado, llamamos a la Policía Municipal y lo soluciona. Si se ha conseguid ha sido por la Policía Municipal, no por los políticos, que han dado muchos discursos, pero no han hecho nada», manifiesta José Luis López, presidente de la Asociación de Afectados por las Cundas de Embajadores . López señala que el problema se ha recrudecido en Sierra de Guadalupe. «Todo acabó aquí con la voluntad de la Policía Municipal, pidiendo la documentación insistentemente a los conductores que llevaban a los drogadictos. Sin ganas, no se consigue nada», sentencia.

El aseo ubicado junto a la estación de Sierra de Guadalupe sirve de «narcosala» a los toxicómanos. El cambiador de bebés sirve para apoyar los metales donde se calientan las dosis Guillermo Navarro

En el Ensanche de Vallecas confían en que la nueva ruta de la adicción termine pronto. Desde Aeve aluden a las promesas del presidente regional, Ángel Garrido, y la alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena, garantizando el desmantelamiento de la Cañada Real. Por el momento, como reconoció el mes pasado José Antonio Martínez Páramo , responsable del comisionado para la Cañada, sigue siendo el mayor asentamiento chabolista de Europa.

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