Malestar entre los comerciantes de Gran Vía: «Nadie nos ha explicado cómo será el cierre»

Las restricciones de esta gran arteria otra vez por Navidad y con el inicio de las obras de remodelación crispa a los que sufrirán los efectos de la reducción del tráfico

Algunos de los comerciantes consultados por ABC sobre el cierre de la Gran Vía FOTOS: ISABEL PERMUY
Aitor Santos Moya

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El delegado de Desarrollo Urbano Sostenible, José Manuel Calvo , lanzó el miércoles en Onda Madrid que la Gran Vía permanecería cortada desde el puente de la Constitución para los vehículos privados, como en 2016, y que el cierre se mantendría posteriormente para enlazarlo con los trabajos de remodelación de esta gran arteria. «No tendría mucho sentido reabrir la Gran Vía al tráfico después de Navidad para empezar las obras un mes después». No había dudas. O sí. Se preguntó al Ayuntamiento, pero no se ofreció más información al respecto. Los medios de comunicación se hicieron eco de la clausura permanente, pero ayer, el concejal corrigió su titular y lo matizó en rueda de prensa tras la Junta de Gobierno. El coche para los no residentes podrá volver a entrar tras Navidad. El veto se pospone hasta junio, fecha en la que el Área de Medio Ambiente y Movilidad, que dirige Inés Sabanés , tiene previsto poner en marcha su gran APR única en el centro, su Zona de Cero Emisiones.

El coto al vehículo privado finalmente será parcial desde el momento en que comiencen las obras para transformar la Gran Vía. Su inicio está previsto para mediados de enero. «Nuestro objetivo es enlazar una gestión que tiene que ver con el cierre al tráfico de las Navidades con lo que viene a ser las restricciones de movimientos de vehículos, no tanto de un tipo de vehículos, sino de movimiento de vehículos, ya que se perderá un carril a medida que vayamos desarrollando la obra», especificó Calvo.

Disgusto en la zona

El delegado del urbanismo de la ciudad explicó que el protocolo para las próximas Navidades será «similar» al que se aplicó el año pasado. Subrayó que la actuación, que tantas ampollas levantó en su estreno, agrada y está «pactada con comerciantes y vecinos». En la calle, sin embargo, no opinan lo mismo. Según pudo comprobar ayer este periódico, la medida no ha sido recibida con el entusiasmo anunciado por el Gobierno municipal. Comerciantes, transportistas y trabajadores de la arteria madrileña mostraron su malestar por la falta de comunicación entre la Administración y los negocios de la zona. «Nadie se ha reunido con nosotros para explicarnos cómo se van a desarrollar los cortes y las obras de después», señalaba Beatriz Pascual, con la sensación de que su quiosco volverá, un año más, a estar en tierra de nadie. «En las últimas Navidades perdimos el 50 por ciento de las ventas porque mucha gente paseaba a espaldas de nosotros», añadía.

Pedro Jiménez

«En Navidad, teníamos siempre el aparcamiento lleno al mediodía. En las últimas, en cambio, solo estaba a la mitad»El temor al colapso volverá a ser un quebradero de cabeza para la carga y descarga. Como ya ocurriera en el primer cierre experimental, los transportistas temen quedarse atrapados en un limbo horario que catalogan de «esperpéntico». Apostado en su camión, Rafael López no entiende cómo van a llevar a cabo el reparto si el Ayuntamiento limita el periodo en la zona de 23 a 11 horas, como ya ocurriera la Navidad anterior. «Si muchas tiendas abren a las 10, es imposible que todos descarguemos en apenas una hora», sostenía, convencido de un más que posible riesgo de desabastecimiento.

Entre los hosteleros , el mayor temor radica en el traslado de los alimentos perecederos. «Si tenemos que aparcar a varias calles y llevar a mano el género, la cadena de frío podría llegar a romperse», advertía el encargado de un restaurante, que, a pesar de esta serie de contrariedades, también considera que la medida atraerá un mayor número de clientes a su establecimiento: «Si hacen las cosas con sentido común y consiguen dejar un paseo agradable, serán muchos los que vengan a dar una vuelta por la Gran Vía».

Los aparcamientos públicos valoraron lo perjudicial del cierre para sus ingresos. «Si no hay coches, no hay plazas ocupadas», indicaba un taquillero del «parking» de Mostenses. Al otro lado de la calle, Pedro Jiménez, empleado del de Isabel La Católica incidía en el impacto de la medida. «Llevo 15 años y la pasada Navidad fue la única que un sábado al mediodía teníamos la ocupación a la mitad. A esas horas siempre estaba a reventar», sostenía.

Sea como fuera, la diversidad de opiniones acerca del proyecto partía, casi siempre, de una premisa ciertamente reveladora : «La Gran Vía no es solo una calle, es una arteria clave para el paso del tráfico por todo Madrid».

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