La laxitud de la Ley del Menor provoca un aumento de grafiteros en el Metro

Estos grupos, con jóvenes de solo 13 años, actuaron ayer por quinto día consecutivo

Uno de los vagones de Metro pintados por los grafiteros en los últimos cinco días Abc
Aitor Santos Moya

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«Las cocheras siempre son más fáciles, aunque si te pillan los vigilantes es probable que tengas jaleo. En las estaciones se suelen cortar, sobre todo si hay pasajeros». Con este sencillo mensaje, un grafitero resume las pautas adoptadas a la hora de asaltar un Metro. «Aquí la clave es el subidón», añade, en tono casi adrenalítico. Por surrealista que parezca, el espray es lo de menos . Las «crews» -bandas, en el argot- buscan llegar a oídos de otras «crews» y, para tal fin, nada mejor que pintar donde otros no pueden. El «respeto» prevalece, sin reparar siquiera en la ristra de delitos cometidos. Fuentes especializadas consultadas por ABC advierten de que estos grupos, formados en su mayoría por menores, se consideran a sí mismos intocables.

Prueba de ello es la temeridad con la que actúan. Ayer, por quinto día consecutivo, volvieron a tomar el suburbano para vandalizar dos trenes , en ambos casos, estacionados en depósitos, de Aluche y Tres Olivos. Desde el miércoles, hechos similares han tenido lugar en las paradas de Universidad Rey Juan Carlos (línea 12), Casa de Campo y Marqués de Vadillo (5), Hospital de Henares (7b) y Las Rosas (2). En uno de los ataques obligaron a un maquinista a desviar un tren hasta otra zona con mayor luminosidad; en otro, rociaron con pintura a un vigilante ; y en un tercero, agredieron a dos policías nacionales lanzándoles botes. Los investigadores tratan de esclarecer si se trata de las mismas personas. Un joven de origen paquistaní ya ha sido detenido.

La laxitud de la Ley del Menor es la principal arma de las nuevas «crews», alimentadas de chavales de entre 13 y 16 años . «Es la época más conflictiva», señala un monitor de actividades extraescolares y antiguo grafitero. «Al principio lo ven como un juego. Pero cuando se llevan un par de sustos, la mayoría suele dejarlo y pintar en muros apartados, mucho más tranquilos», incide. Al calor del riesgo y la sensación de pertenencia al grupo, los colegios e institutos se convierten en el gran caladero de estas bandas, caracterizadas por un férreo sistema de acceso.

«Si no entras cuando se crea, luego tienes que demostrar más cosas para poder hacerlo», explica el propio exgrafitero, antes de hacer una breve puntualización: «No siempre los que van al Metro son del mismo grupo. Si son muchos, lo normal es que se junten de un lado y de otro para que los de seguridad solo puedan avisar a la Policía y esperar a que vengan». Para entonces, los grafiteros suelen haber huido, a veces incluso, con las piezas a medio terminar. Lo más importantes de una incursión es evitar que te cojan. Es la «regla de oro» dentro del mundillo.

El Sindicato de Maquinistas y UGT piden a Metro aumentar la seguridad en las estaciones, cambiar los sistemas de apertura de las cabinas y un correcto funcionamiento de los botones de llamadas de emergencia.

Trabajos comunitarios

Con la reforma del Código Penal en julio de 2015, desaparecieron las faltas y se crearon los llamados delitos leves. Una modificación que afecta también a los «adictos» al aerosol. «Los jueces lo califican normalmente como un delito de daños, diferenciando entre el delito leve si la cuantía no supera los 400 euros y el delito menos grave si excede de esa cifra», detallan desde el departamento penal de Legálitas. En el primer supuesto, las multas oscilan entre 1 y 3 meses, mientras que en el segundo van de los 6 a los 24 meses. La cuota diaria puede variar, pero casi siempre se sitúa «en un intervalo cercano a los 10 euros».

A ello se le debe sumar la reparación del daño, sea éste cometido contra personas o propiedades. El problema llega cuando los implicados tienen menos de 18 años . Antes de los 14 son inimputables, por lo que la única responsabilidad recae sobre los padres o tutores, que deben hacerse cargo de la indemnización civil acordada. Pasada esa franja, los chicos de 14 y 15 años están bastante protegidos en casos de menor gravedad -dicen desde el departamento-, mientras que a los de 16 y 17 se les aplican medidas correctivas: horas de trabajos comunitarios, sometimiento a libertad vigilada o la obligación de recibir cursos de formación.

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