Paco Moreno, fundador de la ONG Amigos de Silva
Paco Moreno, fundador de la ONG Amigos de Silva - MAYA BALANYA

«En Etiopía he visto lo más crudo: la muerte, el dolor y la pobreza»

Paco Moreno, fundador de la ONG Amigos de Silva, ha ganado el premio Feel Good tras la publicación de su biografía

Madrid Actualizado: Guardar
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Paco Moreno, madrileño, fundador de la ONG Amigos de Silva, cambió su exitosa carrera de abogado en la capital por una vida dedicada a los más necesitados. Con 29 años, se fue a Etiopía. «Allí comprobé que me sobraba el 99% de mi maleta». Ha escrito su biografía, «Mi lugar en el mundo». Con ella ha ganado Premio Feel Good, organizado por la Obra Social La Caixa y Plataforma Editorial.

«Yo encontré mi lugar en el mundo cuando fui a vivir a Etiopía. Fue una suerte. Aprendes mucho. Y valoras que lo importante es la familia, los amigos y el semejante. Te das cuenta de que el dinero no es todo en la vida. Y que enfocando bien el trabajo se puede ayudar a mucha gente», sostiene.

Paco parece haber borrado la palabra utopía de su vocabulario: «No es eso. Mi mujer, Lucía, me dice que soy muy positivo y que siempre he sido un romántico. No está mal ser un poco utópico y perderse, de vez en cuando, en un mundo ideal, porque es la única forma de conseguirlo».

Viviendo en uno de los países más pobres del mundo, donde la malaria campa a sus anchas y los niños tienen que caminar kilómetros a 50 grados para traer agua, es muy difícil no preguntar a Moreno qué piensa cuando escucha que en Madrid hay desnutrición: «Dejando a un lado a los políticos, sí creo que la crisis ha hecho que mucha gente tenga dificultades incluso para comer. Me puedo creer que haya niños a los que les falta la comida. Tengo amigos que me lo dicen. Claro, si extrapolas esa situación a Etiopía, el pasarlo muy mal aquí no tiene nada que ver con pasarlo muy mal allí».

Quiere pasar por un tipo normal pero no todo el mundo arrastra a su mujer a Etiopía y, además, en medio de un segundo embarazo. Ya son padres de un chaval de año y medio cuyas primeras palabras fueron en amárico, la legua oficial etíope: «Mi mujer y mi hijo tienen que vivir en Addis Abeba porque no hay malaria. Es una zona segura. Yo viajo más. Trabajo en la región de Afar, la más caliente del mundo. Cuando llegué por primera vez, el choque mental y físico fue brutal. La gente moría por desnutrición o por enfermedades que creía totalmente erradicadas. Vi la muerte, el dolor, la miseria, la pobreza y el hambre. La realidad más cruda. Yo dejé de ser el Paco que salió de Barajas un mes antes».

Optimista por naturaleza, cree que la solidaridad no se ha desvanecido. «La gente hace verdaderos esfuerzos para ayudar a los demás. Hemos tenido muy poquitas bajas de socios. Al revés, la gente se está volviendo a animar. Lo importante es que no se pierda la confianza en las ONG. Yo apoyaría más a las pequeñas que a las grandes, porque el impacto es más directo».

Su mejor salario en Etiopía es el final de cada jornada. «Llego todas las noches, después de haber dado el 200%, y duermo como un bebé. Lo máximo es cuando ves a un niño del programa de malnutrición, que ha llegado a nosotros con el brazo del tamaño de mi dedo, y tres meses después se ríe, juega, monta en bici... No tiene precio. Es un premio», afirma.

Otro asunto que Moreno enfila es el control de la natalidad en el Tercer Mundo. «Lo hay, lo hay. Se distribuyen preservativos. Pero en Etiopía, a veces, se experimenta. Ahora se están dando muchos casos de gemelos y mellizos debido a un parche anticonceptivo. ¿Cómo controlas la población en África?. Hay que pensar con su mentalidad. Dicen: ‘Soy padre, cuando deje de poder trabajar no voy a tener ningún ingreso y, por eso, yo necesito hijos que me mantengan’», sentencia.

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