Javier Sánchez la expareja de la mujer desaparecida en Boadilla
Javier Sánchez la expareja de la mujer desaparecida en Boadilla - ABC

Boadilla del MonteReactivan la búsqueda de María Piedad en el río tras cinco años desaparecida

Las pista dejadas por el exnovio de la víctima apuntan a que arrojó el cadáver al Guadarrama tras matarla esa noche

Madrid Actualizado: Guardar
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Las tres y media de la madrugada del 12 de diciembre de 2010 fue el momento exacto en el que se le perdió la pista a María Piedad García Revuelta, nacida hace 35 años y vecina de Boadilla del Monte. Esa noche, tras cenar con sus compañeros del supermercado donde trabajaba y tomar algo en un pub y un karaoke de la localidad, su expareja, Javier Sánchez-Toledo Carmona, que iba en el grupo, se ofreció a acercarla a casa en su coche. Tres días después, él fue hallado colgado de un cable de alta tensión de El Escorial. Se había suicidado sin dejar ningún dato acerca del paradero de la madre de su hijo menor.

La Guardia Civil nunca ha dejado de investigar esta desaparición, pero ahora, tras el éxito en el caso Eva Blanco, se ha reactivado la investigación.

ABC ha tenido acceso al sumario de este misterio, en el que se desmenuzan, una por una, las circunstancias, pistas e hipótesis de estos cinco años de incertidumbre. Los agentes llegan a una conclusión: «Una vez realizado el estudio de las llamadas, mensajes y repetidores de los teléfonos utilizados por María Piedad y Javier, se comprueba que este, presuntamente, faltó a la verdad, no habiéndola dejado en su domicilio». Y añaden que se trata de una «desaparición forzada». Hipótesis «afianzada posteriormente, debido a que no se pudo localizar a Javier para tomarle declaración, ya que fue la última persona que estuvo con la desaparecida y se encontró su cadáver ahorcado en un descampado».

Hay cinco zonas clave donde el único sospechoso pudo deshacerse de la que hasta hacía pocos meses había sido su pareja: el municipio de Boadilla; el polígono del Ventorro del Cano (Alcorcón); Arroyosur o Bosquesur (Fuenlabrada); la urbanización La Raya del Palancar (Villanueva de la Cañada), y, sobre todo, el cauce del río Guadarrama, entre Boadilla y Brunete. Las cuatro primeras localizaciones responden a aquellas que quedaron reflejadas en los repetidores de telefónia móvil (portaban tres teléfonos esa madrugada). La quinta, como desveló ABC en su día, al lugar donde los agentes hallaron unas gotas de sangre que, tras ser analizada, se supo que eran de María Piedad. La Guardia Civil está convencida de que Javier arrojó el cadáver de la mujer al río Guadarrama, tras haberle dado muerte en una de los cuatro paraderos anteriormente citados.

SMS y llamadas falsos

Las horas posteriores a los hechos, Javier se preocupó, y mucho, de enviar mensajes de texto desde el móvil de María Piedad para hacerse pasar por ella y dar la sensación de que seguía viva. Por ejemplo, a las 8.25 horas del día 12, escribe a un reciente amigo de la víctima, que sospecha que realmente no es ella quien lo #redacta, porque no aparecen las palabras «nene» ni «niño» al inicio de la comunicación, algo que siempre hacía.

Javier también realiza tres llamadas desde su móvil al de María, en apenas medio minuto. A las 5.13 horas, repite la operación. Todo ello, desde la calle Halconería de La Raya del Palancar, según el sumario, donde permaneció al menos 20 minutos. A las 5.34, nuevas llamadas, pero esta vez desde las inmediaciones de la calle Pintor Velázquez de Móstoles, lugar en el que residía Javier con su padre. A las 8.31 de ese 12 de diciembre, nuevo SMS desde el móvil de la víctima, a su madre: «Voy a desayunar a Madrid y tardaré».

Las declaraciones de los amigos de la pareja no tienen desperdicio. Califican a Javier como «muy celoso, que no le gustaba que saliera con sus amigas ni que la llamaran por teléfono». La relación, de tres años, había tenido idas y venidas porque María, de fuerte carácter, no aceptaba tales imposiciones. «Ella estaba más feliz que nunca -explica otra compañera de trabajo de ambos-, pero creo que él no aceptaba que lo dejara».

La noche de autos, tras el karaoke, Eva, una de las amigas de Piedad, preguntó a ambos si iban a ir a otro pub con el grupo: «Sí. Pero, si no llego, llámame», le contestó. Al ver que no llegaban al bar, Eva la telefoneó. El móvil daba señal, pero nadie contestó. Entonces, le escribió Javier un escueto SMS: «Me la llevo a casa, sorry».

Una vez perpetrado los hechos, al día siguiente por la tarde, el sospechoso acudió al supermercado, pese a estar cerrado y ser domingo, supuestamente a reparar unas losetas. Era el encargado de mantenimiento. Así queda reflejado en las imágenes de las cámaras de videovigilancia. Se cortó un antebrazo con la radial y dejó tras de sí un reguero de sangre. Se subió al coche, donde también dejó restos, y, de camino al médico, tuvo un accidente en una rotonda del término municipal de Coslada. «Iba aturdido por la sangre y el coche ha quedado siniestro total. Estoy en observación del hospital», explicó por teléfono a una compañera de trabajo y al hermano de María.

El día 14, Javier va a la estación de Méndez Álvaro, se deshace de los teléfonos (jamás han sido hallados) y pone rumbo a San Lorenzo de El Escorial. Acudió a una ferretería y dijo: «Quiero una cuerda para colgarme». Al día siguiente, su cuerpo pendía de la soga. Tenía la cara negra y las manos agarradas al nudo, en un último gesto desesperado: en el instante final se había arrepentido, pero ya era demasiado tarde. Para todos.

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