Los misioneros gallegos Manuel Carreira y Nieves Quiroga, con el embajador de España en Guinea Ecuatorial
Los misioneros gallegos Manuel Carreira y Nieves Quiroga, con el embajador de España en Guinea Ecuatorial - Cedida

Misioneros 30 veces premiados

Manuel Carreira y Nieves Quiroga dejaron a principios de los 80 Santiago y Sarria rumbo a Guinea Ecuatorial. Acaban de recibir la Encomienda de Isabel la Católica por su dedicación

Santiago Actualizado: Guardar
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Han pasado más de tres décadas desde que Manuel Carreira y Nieves Quiroga llegaron a Guinea Ecuatorial, un rincón de África muy alejado de su Santiago y su Sarria natal donde han desarrollado una misión que acaba de ser reconocida con la insignia de la Encomienda de la Orden Isabel la Católica concedida por el Rey a través del Ministerio de Exteriores. «A Dios se le encuentra fácilmente en la gente de corazón sencillo. Y eso sí da sentido a una vida y llena el corazón», comenta por correo electrónico Manuel, de 76 años, miembro de la orden religiosa de las Escuelas Cristianas de La Salle.

Cuando Teodoro Obiang derrocó a su tío en 1979, se ofreció como voluntario para ayudar a «restablecer los deteriorados sistemas educativo y sanitario».

Llegó a un país que sufría «un paro total y una regresión increíble», hasta el punto de que «en 6º de Bachillerato tenía alumnos con más de 30 años». La educación ha sido una constante para este maestro nacional licenciado en Historia por la Universidad compostelana. «Carecíamos de todo: luz, agua, material pedagógico, libros de texto... Pero sus ganas de saber colmaban todos los esfuerzos que teníamos que realizar para hacernos comprender». Tras un tiempo como profesor de niños y adultos, enfrascado en la alfabetización de los guineanos y en la recuperación de maestros rurales, decidió variar el rumbo en 1991.

«Los fines de semana los consagraba a la animación de los poblados de la selva y formación de sus catequistas. Ese contacto me abrió los ojos hacia una realidad olvidada, pero absolutamente necesaria», explica. Impulsó «de la nada» una Escuela de Catequistas: «En este quehacer es donde con mayor claridad he sentido la presencia de la Providencia, que ha sido patente en los momentos de mayor penuria».

Nieves, de 68 años e integrante del Instituto Secular Magdalena Aulina, de laicas consagradas, ha trabajado en este periodo por mejorar la sanidad de los lugareños, que siguen padeciendo «graves problemas con el paludismo, el sida, la tuberculosis o enfermedades respiratorias». Aunque la Guinea de hoy «es hija del petróleo» y eso «ha propiciado una mejora en luz, carreteras o telefonía, ha creado una sociedad terriblemente desigual. Es un reflejo de cómo se ve el mundo». Lo que podría parecer un tópico suena lapidario en sus respuestas a través de internet, conexión que no siempre funciona: «Los países ricos lo son cada vez más. Los pobres, cada vez más pobres. Algo habrá que hacer para cambiar la dirección actual».

Los «oropeles» de Europa

«Desde estas latitudes se ve Europa como el paraíso al que todos desean llegar. Solo se capta el oropel que manifiesta la propaganda y los medios de comunicación», relata Manuel, rodeado de jóvenes hinchas del Real Madrid y el Barça a miles de kilómetros. —¿Echa de menos algo? —En momentos puntuales la familia, los amigos y algunos caprichos puntuales como la empanada. Son simples anécdotas, pues lo que llena el corazón es otra cosa bien distinta. —¿Cómo se evangeliza en estos lugares? —le inquerimos desde Santiago. —La persona es lo importante en toda evangelización. Todo cuanto lleve a dignificar la vida de la persona constituye una auténtica buena noticia. De ahí que nuestra labor no sea solo el conocimiento de ritos o teorías, sino que intentamos evangelizar la cultura, la tradición, las costumbres. En un mundo lleno de miedo a los antepasados, a los espíritus y a las prohibiciones, la creencia en un Dios Abbá («papaiño») se convierte en buena noticia que da confianza y libera. Dignificar la vivienda, el agua potable en pozos o manantiales o la educación se convierte en elementos dignificadores de la persona.

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