Monseñor Marc Aillet, durante su breve estancia en Santiago de Compostela
Monseñor Marc Aillet, durante su breve estancia en Santiago de Compostela - PEPE FERRÍN
ENTREVISTA

Marc Aillet: «El Camino de Santiago es una oportunidad frente a la secularización actual»

El obispo de Bayona y responsable de la pastoral jacobea en Francia ha impulsado una exitosa labor de acogida a los peregrinos galos que llegan a Santiago. Durante una breve estancia en Compostela, charla con ABC sobre la ruta

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Marc Aillet es desde hace ocho años obispo de la diócesis de Bayona, en el sur de Francia. Desde allí coordina la pastoral jacobea de la Iglesia gala, un encargo que ha asumido con «pasión y acierto». Así lo afirma Segundo Pérez, deán de la Catedral de Santiago, que ejerce de traductor durante el encuentro del prelado con ABC en uno de los descansos del IV Congreso Internacional de Acogida Cristiana en el Camino, en el que Aillet participó brevemente hace pocos días. Nacido en Benín hace 59 años, es «conocido por sus iniciativas pastorales y un por un talante innovador y muy dinámico», detalla Pérez. Entre otras plataformas, se acerca a sus diocesanos a través de Twitter, donde tiene 12.000 seguidores.

«Los obispos del Camino, desde su encuentro en Roncesvalles en 2009, han tomado conciencia de la importancia que esta ruta tiene», afirma Aillet. Del trabajo iniciado entonces surgió la primera carta pastoral jacobea publicada el pasado año. Precisamente en 2015 la Iglesia francesa comenzó una tarea de acogida a sus peregrinos compatriotas a su llegada a Santiago, «posible por la colaboración del arzobispo Julián Barrio», subraya. «Los frutos espirituales generados por esta labor —mantenida de julio a octubre con la ayuda de sacerdotes y voluntarios— han ido más allá de lo esperado», celebra.

A todos se les ofrece misa diaria a las nueve de la mañana en la capilla del Salvador (conocida también como del rey de Francia) del santuario, confesiones en su lengua materna, un tiempo de encuentro para compartir experiencias y una visita alrededor del templo. «Esta acogida es esencial para que el peregrino tome conciencia de lo que ha vivido», sostiene. Y avanza otra propuesta: «Hay que mantener también esta presencia después del Camino».

—¿Cómo se vive y se ve hoy el Camino de Santiago desde Francia?

—Para nosotros es un medio de evangelización en el mundo de hoy, porque nos hemos dado cuenta de que la mayoría de las personas que realizan el Camino de Santiago no son cristianas y no lo hacen por motivaciones religiosas, por lo que es una ocasión propicia para anunciarles el evangelio.

—Puede ser, por tanto, una puerta de entrada a la Iglesia, pero también una vía de reencuentro para católicos que por diferentes motivos se alejaron de esta institución. ¿Qué hacer para no decepcionar esas expectativas?

—De varias formas: la primera, teniendo en cuenta que la persona, que hace su Camino a través del tiempo y del espacio, toma contacto con la creación, con el mundo creado por Dios, y retoma el ritmo de la creación. Ahí se puede reencontrar el sentido de la transcendencia. En segundo lugar, porque la persona atraviesa lugares que han sido marcados por la fe cristiana, que se han transformado en cultura a través de la arquitectura y, en general, del arte: las piedras que se encuentran son como una catequesis. Y, por último, también por el reencuentro con la comunidad cristiana, testimonio de su fe.

—En una época de secularización en la que se vacían de fieles las iglesias, el Camino recibe más peregrinos que nunca. ¿A qué cree que se debe?

—La secularización no ha podido terminar con la dimensión espiritual del hombre contemporáneo, sino que ha creado en él un profundo desequilibrio y un malestar que le ha generado una especie de vacío interior. El Camino de Santiago es una oportunidad para devolver al hombre su dimensión espiritual y que él reencuentre así su equilibrio. Vuelve a dar una interioridad al hombre que camina vacío de sentido y sin esperanza. Este es el éxito de la peregrinación a Santiago. No obstante, la secularización, en cierto modo, no ha invadido a las nuevas generaciones porque son como una hoja en blanco que en el Camino se empieza a reescribir. Dios puede escribir en la ruta a Compostela algo sobre el sentido de la vida en el corazón del hombre actual.

—¿Qué le dice hoy el Camino a esta Europa tan convulsionada?

—Es evidente que el Camino ha sido trazado por la fe de nuestros antepasados, y que ha contribuido a diseñar la imagen de Europa a través de esta vía que ha comunicado la fe entre las diferentes naciones. Es el origen de una parte de esta comunidad y de su cohesión alrededor de unos valores evidentemente cristianos. El Camino le recuerda a Europa cuál es su raíz cristiana y que fue inicialmente fundada sobre dichos valores y, por lo tanto, sobre una visión judeo-cristiana del hombre. No puede prescindir de dicha fe.

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