Castilla y León: los riesgos de jugar a la ruleta electoral

La de Mañueco en la noche electoral era una sonrisa tan forzada como la de Teodoro García Egea. La supuesta jugada maestra de táctica política adelantando los comicios para fabricar una tendencia sobre la que Pablo Casado cabalgara hasta Moncloa ha salido rana. Por no decir que regular tirando a mal. No era esto lo que quería el PP , y de haberlo sabido, es probable que le hubieran dado una pensada más al adelanto electoral. La amarga victoria del 13-F deja algunas enseñanzas por el camino, que no convendría ignorar.

La primera es que la ciudadanía no es un rebaño, y por tanto hay que tratarla con respeto. Los motivos de la convocatoria electoral nunca fueron creíbles y se ha castigado la política caprichosa, como si los votantes fueran marionetas que respondieran sin criterio al frívolo guion de determinados dirigentes. Se ha demostrado que no, que los riesgos de la ruleta electoral son ciertos . En Derecho suele decirse eso de ‘juicios tengas, y los ganes’. El dicho es aplicable al caso.

Luego los resultados. En lo que se refiere al PP, la oscilación respecto a 2019 es inexistente. Es decir, votan los de siempre, y ni uno más. Lo que permite explicar fenómenos como los de Ayuso o Feijóo: candidatos que añaden (mucho) a una marca que sigue sin chistar. Con Mañueco convertido en un aspirante gris, soso, de escasa chispa, lo que queda es la marca nacional . Y esa todavía necesita mejorar de manera manifiesta. La lectura es fácilmente trasladable al PSOE. Tudanca, otro tipo que ni cuece ni enriquece, se ve lastrado por unas siglas incapaces de rentabilizar la gestión del Gobierno, si acaso hubiera algo que rentabilizar. Con Podemos, idéntica reflexión.

Es interesante ver los vasos comunicantes del electorado de Ciudadanos con el de Vox, que aparentemente estaban en extremos opuestos del tablero ideológico: nos dijeron que el centro era naranja y la derecha montaraz verde, pero los que votaban lo primero ahora votan lo segundo. Una de dos: o se ha radicalizado el electorado, o siempre han sido lo mismo pero lo que tienen en común es su manera de elegir a ese otro partido con el que castigar al PP. Y esa lectura casa casi a la perfección con Galicia . El hueco electoral de Vox aquí es el que tenía Cs, construido sobre discursos a la derecha del PPdeG. Por el momento es irrelevante. Por el momento.

Son también relevantes el fondo y la forma de esta campaña castellano-leonesa. Hablar de ETA, de los fondos europeos, de la reforma laboral y de Dios sabe qué más elementos de las tertulias estatales han distraído al PP de lo importante: el territorio. Y se ha quedado sin relato frente a Soria Ya o Unión del Pueblo Leonés. La irrupción de los localismos solo se explica por el fracaso del bipartidismo para articular solucione s, sobre todo cuando los problemas de la España vaciada (como los de la Galicia vaciada) no se arreglan en las cortes autonómicas sino con políticas de Estado. Por eso, cuando Feijóo repetía eso de ‘Galicia, Galicia, Galicia’, para chanza de sus rivales y odiadores de Twitter, lo que estaba era marcando un terreno de juego, evitando despistes. Cierto, Ayuso jugó a otra cosa en Madrid, pero la capital maneja códigos distintos.

Por último, el ruido. Empieza a ser una constante: a más barullo, a mayor crispación, mejores resultados para Vox. Una campaña de perfil alto, agitada convenientemente con una votación polémica en el Congreso o con enfrentamientos dialécticos subidos de tono , beneficia a quien sabe moverse a la perfección en ese contexto. No es el caso de Mañueco ni de este PP, porque vocifera casi siempre con estridencias impostadas, cuando hay otros a los que el grito les sale natural, sin forzarse.

Amarga victoria, decíamos.