José Luis Jiménez - Pazguato y fino

Incendio en Vigo

En la Plaza del Rey no arden inmuebles sino orgullos. El artefacto incendiario lo ha fabricado la gestora de Pilar Cancela con la imprescindible participación del candidato Leiceaga

José Luis Jiménez
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El mayor fuego de este verano no se ha producido en el rural gallego, sino en plena zona urbana. Huele a humo en la Plaza del Rey de Vigo. Han prendido fuego al Ayuntamiento con Abel Caballero y los suyos dentro. Es un incendio de proporciones incalculables, porque el predio que se le quema al PSOE es el mayor de cuantos posee en Galicia y España. Y por muchos efectivos que se desplacen a Vigo para sofocarlo, no parece fácil de apagar, porque no arden inmuebles sino orgullos. El artefacto incendiario lo ha fabricado la gestora de Pilar Cancela con la imprescindible participación del candidato Leiceaga, y Ferraz se ha aprestado a encender la llama. No mediremos sus efectos devastadores en hectáreas sino en votos y diputados perdidos.

Decíamos en esta misma columna que sólo podía haber un ganador en el pulso que el alcalde de Vigo había planteado a Leiceaga y la gestora dejando fuera de las listas a su sobrino, a la portavoz parlamentaria y a los menos próximos a su línea. Parece evidente que Leiceaga sale vencedor del envite, pero además impone condiciones próximas a la humillación a Caballero y los suyos, que no son sino el mayor centro de poder institucional del PSOE en Galicia. Innecesario insulto. La afrenta toma tintes personales y difícilmente saldrá gratis a los ofensores. Solo los ingenuos creerán que el PSOE de Vigo va a movilizarse para que Gonzalo Caballero salga elegido diputado, para mayor escarnio de su tío. Mirando a Orense, parece igualmente infantil creer que el «pachismo» moverá un dedo para colocar a Carmen Rodríguez Dacosta en el Parlamento después de la purga de María Quintas.

Esto abre una guerra civil en el PSOE gallego en el peor momento. El candidato seguirá haciendo como si nada, la presidenta de la gestora volverá a retorcer la verdad para decir que todo va bien, pero las heridas estarán ahí. Cabría preguntarse qué puso encima de la mesa Leiceaga en Ferraz para que todas sus exigencias se hayan cumplido.

Es paradójico que Leiceaga muestre más voluntad de pacto con las Mareas que con amplios sectores de su partido. Parece que el faro que ilumina la trayectoria del candidato socialista se alimenta de ambición por el poder a cualquier precio. Es una apuesta muy fuerte que, de salir mal, le dejará el partido hecho un páramo calcinado. Ahí le estará esperando Abel Caballero, que seguirá siendo alcalde y controlando casi medio PSdeG. Porque la venganza en política se sirve muy fría. Y como juraba Rigoletto, «vendetta, tremenda vendetta».

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