José Luis Jiménez - PAZGUATO Y FINO

Gonzalo busca quien le escriba

El nuevo líder socialista construyó su discurso en una inmensa finca de lugares comunes, transitando por gigantescas avenidas de obviedades y mensajes manoseados

En los primeros instantes se perdonan las improvisaciones, los pequeños errores, las faltas nimias fruto del nerviosismo del momento. Nadie nace aprendido y todo exige de un rodaje hasta alcanzar un grado óptimo de desenvoltura. En este PSdeG que zarpó ayer en busca de un puerto provechoso tras recalar en numerosas islas desiertas lo más necesario es que alguien le escriba un relato a Gonzalo Caballero que se aleje diametralmente al escuchado ayer.

El nuevo líder socialista construyó su discurso en una inmensa finca de lugares comunes, transitando por gigantescas avenidas de obviedades y mensajes manoseados, hueros, ayuno de emoción. Ni una pobre gota de entusiasmo vibrante. Fue más una lección magistral de universidad que una arenga a la tropa. Caballero confunde el atril con la tertulia televisiva, género que ha frecuentado y de cuyos fértiles campos ha cosechado a alguno de sus colaboradores en la nueva dirección socialista.

En el que estaba llamado a ser su discurso político más importante hasta la fecha solo se escucharon vagas declaraciones de intenciones: renovar el partido, mucho aliento al ejército de la militancia, la auténtica izquierda, cambio político por aquí y nueva etapa por allá. Aplausos corteses y vuelta al comienzo. Y así hasta el final. Es un líder sin emoción que recoge el testigo en un partido que, estando en un momento delicado, tiene ante sí una opción de recuperación del espacio político perdido indudable: el rupturismo facilón cotiza cada vez más a la baja.

Luego está la cuestión de la ubicación del socialismo gallego en el tablero político. Ni media mención a esa Marea que hurta votos en el caladero de la izquierda y apenas una afirmación pasajera de que el PSdeG «no es nacionalista ni independentista», aclaración de agradecer pero que resuelve una duda inexistente. Los socialistas gallegos mantienen ese complejo de inferioridad con el populismo que les impide llamarles por su nombre o señalarlos como su auténtico rival en el espectro del voto de izquierdas. Aunque a Caballero no se le da bien nombrar, en general: no pronunció el nombre de Feijóo en media hora de relatorio. Apenas unas vagas referencias a «las mayorías absolutas de la derecha».

El que acepte el reto de escribir en la sombra los discursos de Caballero tendrá que gozar de una memoria como la de Pedro Sánchez, que se refirió sin nombrarlo a Pachi Vázquez como el padre de las primarias en Galicia, para escarnio de la actual dirección. En fin, que debe darle la vuelta como un calcetín a un proyecto de líder por cuajar, al que se le perdonan los errores de novato. Por ahora.

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