José Luis Jiménez - PAZGUATO Y FINO

Al fondo, Gonzalo

En el acto del sábado con la vicepresidenta Carmen Calvo, el auténtico anfitrión del socialismo gallego parecía Abel Caballero

José Luis Jiménez

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Las temperaturas abrasadoras con las que Galicia ha amanecido en estos primeros días de septiembre podrían ser un fiel reflejo del curso político calentito que tenemos por delante , en el que la piedra de toque serán las próximas elecciones municipales de mayo. En ellas, los partidos empiezan a examinar su músculo ante los dos retos que seguirán a medio plazo: las autonómicas de 2020 —que parecen lejos pero no lo están tanto— y las generales, en una fecha por determinar pero coincidirán con el momento en que Pedro Sánchez crea que mejor le irá la cosa. También pensó eso Touriño en 2009 y pasó de Monte Pío a un triste epígrafe en los libros de historia. Los gobernantes que surfean con la demoscopia acaban con los piños en la arena . A favor de Sánchez habrá que decir que seguramente Iván Redondo no sea Petene.

Volviendo al tema, que me despisto. El hecho de que haya elecciones municipales casi como quien dice a la vuelta de la esquina va a obligar a los partidos a funcionar a pleno rendimiento, a encender sus maquinarias . Está en juego el poder territorial sobre el que se construyen triunfos electorales posteriores —aunque Feijóo revalidó su absoluta en 2016 con apenas una ciudad y una diputación—. Cuesta creer que en la cabeza de nuestros dirigentes políticos haya cualquier otra cosa que no sean las municipales.

Por eso es llamativo, incluso extraño, que en el PSdeG haya un secretario general a tiempo partido, que encuentre ratos libres para dirigir el negociado mientras corrige exámenes en la Universidad de Vigo. No es criticable el hecho de que tengamos un político que haya hecho carrera trabajando a pie de obra y no subido desde el primer día al coche oficial. Pero la pregunta sería si Gonzalo Caballero considera que para ser líder de la oposición —condición que mantiene, a pesar del boicot de los suyos, Luís Villares— le bastan unas pocas horas y un twitter ruidoso . Ya tarda en corregir esta anomalía.

El pluriempleo de Caballero ha sentado jurisprudencia en el PSdeG . Su secretario de organización, José Antonio Quiroga, ahora lo es también de los pantanos del Miño-Sil. Y el silente portavoz de la ejecutiva socialista, Pablo Arangüena, mantiene su actividad como abogado. Curioso portavoz que, tras un año en el cargo, apenas ha dado un par de ruedas de prensa. Esta es la materia gris que está en la sala de máquinas del socialismo gallego —junto a la infinita sabiduría de Lola Villarino—, que luego queda retratada en actos como los del sábado , donde parecía que el auténtico anfitrión de la vicepresidenta Carmen Calvo era el otro Caballero, Abel . Y ahí, al fondo, estaba Gonzalo, buscando su huequecito, su parcelita de protagonismo, su minuto de «aquí estoy yo», su «nomeolvides» a un electorado que lo ha podido ver más en la facultad que en el Parlamento.

No es menos cierto que el PSOE tampoco ayuda a darle un mínimo reconocimiento a Gonzalo Caballero y apuntalar su figura . Le dejan sin ministro del PSdeG en la pasarela de la Moncloa Fashion Week, le nombran a un delegado del Gobierno con el que apenas se habla, discriminan a Galicia frente a Valencia en la condonación de las deudas portuarias, evitan hablar de la financiación autonómica y, para rematar, tiene que compartir la pesada digestión de las rectificaciones del Ejecutivo de Sánchez: reforma laboral, impuesto al diesel, sistema de pensiones, inmigración ilegal, sindicatos de prostitutas, Cataluña, defensa de Llarena... Casi mejor atrincherarse en el despacho y seguir enseñando economía.

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