Análisis

Feijóo, Ayuso y Ciudadanos

Se configura una nueva familia en el PP nacional, que va a convivir con el autonomismo más abierto y heterogéneo de Feijóo y otros en su línea como Juanma Moreno. Las de una y otro no son visiones contrapuestas de un mismo proyecto sino concepciones complementarias de la política del centro-derecha español

El presidente de la Xunta, Alberto Núñez Feijóo EP

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Miércoles. Cs rompe la baraja en Murcia y anuncia moción de censura contra el presidente que invistieron hace dos años de la mano del PSOE. Teodoro García-Egea, fontanero mayor de Génova y murciano de origen, en el alero. OPA a los pactos PP-Cs en las autonomías, terremoto en el poder territorial de Pablo Casado, Madrid en la diana. Los mentideros entonan un forzado fin de Casado y rescatan, una vez más, a Feijóo como salvador del buque en mitad de la galerna. Aparece Ayuso, convoca elecciones. Incertidumbre.

Jueves . La moción de Murcia ya no será, aparentemente. García-Egea aprieta las tuberías y salva la fuga de agua, aun a costa de mancharse la corbata con aceite de tránsfugas (¿nadie recuerda que Inés Rey tiene en su gobierno a una exedil naranja?). La maniobra Ayuso gana certezas, encuestas en mano. La izquierda mediática, que ya no puede aplaudir la agudeza táctica monclovita, se lanza ahora a denunciar la radicalidad del PP por venir, Vox mediante . Casado gana tiempo. Los mismos mentideros se rinden a la lideresa madrileña y olvidan al barón gallego.

Este sería, de una manera muy sintetizada, el cronograma de lo sucedido en las 48 horas más frenéticas de la política española de los últimos años, que parece encumbrar la rapidez de reflejos de Ayuso convocando elecciones para esquivar una puñalada naranja cuando menos se lo esperara y vestir de enterradora de su propio partido a Inés Arrimadas.

Aún desde la distancia, todo lo sucedido en esta semana loca parece trasladar a Galicia algunas conclusiones más o menos aprovechables. La primera, sin duda, es que los gobiernos monocolor con mayoría absoluta ahorran según qué espectáculos. Sean del partido que sean. Siempre mejor uno solo que estar mal acompañado . Así al menos no te traicionan los que se sientan en tu misma mesa a comer. El PP gallego hace tiempo que interiorizó esa realidad, lo que explica que en las dos últimas autonómicas haya desplegado discursos de amplísimo espectro para cerrar posibles fugas a verdes y naranjas. Ambición global para no depender de nadie . Ojo si Ayuso no intenta una estrategia similar, a sabiendas de que tendrá el colchón de Vox para fraguar una mayoría de centro-derecha en Madrid.

Es precisamente este papel de Vox el que emerge como espada de Damocles en todo este circo. Pablo Casado, que repudió a este partido en la moción de censura a Sánchez y rompió con cualquier posible entendimiento con los populistas de Abascal, es el que tendrá que echar mano de ellos para garantizarse Madrid. Es decir, lo mismo que sucedía hasta la fecha. Pero para la izquierda, la ausencia de Cs a modo de agente neutralizador va a ser garantía de radicalización en la derecha . Una excusa poco aseada, pero suficiente para lo que se pretende dibujar: el PP salvará Madrid a costa de escorarse peligrosamente hacia los ultras. Ergo el PP ya no es de centro. Cuenta atrás para que Gonzalo Caballero o Ana Pontón entonen en coro que Feijóo es socio de Vox, ese partido que lo llama nacionalista.

Las principales consecuencias del guirigay estatal en Galicia pueden leerse en clave naranja. Es evidente que Cs está en descomposición . Aquí, la formación se nutrió principalmente de disidentes del PP en busca de protagonismo, algunos en abierto fracaso (Sánchez Agustino en Santiago o Langtry en Ferrol), otros con discretos resultados (Pepe Araújo, en Orense). Algunos ya han regresado a la órbita popular, como Montse Lama en la Diputación de Orense. Y la fuerza de la gravedad (política) impulsa a más movimientos en ese sentido. El PP ya ofreció a Beatriz Pino un puesto en sus listas, pero esta quería ser llave de gobernabilidad. La utopía duró un suspiro. La salida de Cs Galicia es entregar las armas y pactar una rendición amable . No hay futuro en la veleta naranja. Y mientras Vox y sus activos no tienen cabida en el PPdeG de Feijóo por una cuestión de concepto, la masa naranja (en su discreta dimensión) sí.

Una última reflexión sobre los líderes. Es evidente que Ayuso reclama para sí el trono de Esperanza Aguirre, sede vacante desde la jubilación de esta. Esperemos que se sepa rodear mejor, sin González ni Granados con cazo para la oportunidad. Y, sobre todo, recupera un discurso mucho más liberal y de batalla ideológica frente a la izquierda. Se configura una nueva familia en el PP nacional , que va a convivir con el autonomismo más abierto y heterogéneo de Feijóo y otros en su línea como Juanma Moreno. Las de una y otro no son visiones contrapuestas de un mismo proyecto sino concepciones complementarias de la política del centro-derecha español, cada una perfectamente válida para los territorios en que se aplican. Madrid adora a su presidenta tanto como la detesta la izquierda . Ya verán las valoraciones de líderes. En Galicia ocurre algo similar con el inquilino de Monte Pío. La única duda, por aquello de incordiar, es qué es capaz de aprovechar Pablo Casado de una y otro para vertebrar un discurso en clave nacional.

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