Bicentenario de su nacimiento

Concepción Arenal: vida y obra de la gran inconformista decimonónica

Inspectora de prisiones y escritora, destacó por su activismo en pro de las mujeres y los más necesitados

La USC organizará en los próximos meses una serie de eventos destinados a conmemorar su figura y legado

Concepción Arenal, en algún momento no determinado de su vida adulta. Se trata de una de las pocas fotos (casi la única) que pueden encontrarse de ella
Miguel Ruiz de Arcaute

Miguel Ruiz de Arcaute

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Indagar en la vida privada de Concepción Arenal (1820-1893) ha sido, durante los últimos 130 años, una tarea verdaderamente titánica para biógrafos, expertos e interesados en su figura. Impelida por el deseo de que su obra no se viese eclipsada por su faceta más personal, la ferrolana hizo todo lo posible por no dejar rastro alguno de sus andanzas. Sabía lo que se decía, y por qué lo hacía. Vivió de primera mano las opresiones de una sociedad profundamente machista y en la que la mujer seguía condenada a un papel casi testimonial. Y fue testigo directo de la sordidez y la miseria más absoluta, especialmente en las cárceles, donde ejerció como visitadora e inspectora. De sus vivencias, de su compromiso con los más necesitados y de su honda preocupación por las injusticias sociales tejió una nutrida obra cuyo reconocimiento (póstumo) la convirtió en una las figuras más memorables del siglo XIX en España . Hoy, a 200 años de su nacimiento –el próximo 31 de enero–, la vigencia de sus reivindicaciones sigue más en pie que nunca.

«Fue un personaje incómodo en su tiempo que luchó en favor de los débiles de todo tipo, no solo desde una perspectiva voluntariosa y activista, sino también intelectual y filosófica», señala a ABC Anna Caballé , autora de la única biografía en profundidad sobre Arenal realizada hasta la fecha («Concepción Arenal: La caminante y su sombra». Taurus, 2018). Un trabajo que, debido a la laboriosidad intrínseca del desafío, le valió en noviembre el Premio Nacional de Historia . Nacida en el seno de una familia acomodada de provincias en 1820, cuentan que el gran punto de inflexión que marca su vida se produce a los nueve años con la muerte de su padre. Del teniente coronel Ángel del Arenal, un militar liberal denostado y perseguido por las altas instancias conservadoras, hereda sus ideas, su firmeza y sus convicciones. Un patrimonio que forja su carácter y sus inquietudes , pero también la sume en un profundo pesimismo del que nunca consiguió reponerse (solía referirse a sí misma como un «vaso negro que teñía de tristeza todo cuanto tocaba»).

De Ferrol, y tras este revés, se trasladó junto a su madre y hermanas a Cantabria, primero, y a Madrid, después. Lectora incansable, sus ansias de ensanchar los límites de su conocimiento le inculcan desde muy pequeña la aspiración de tener estudios, algo que choca frontalmente con los planes tradicionalistas y restringidos que tenía su madre para sus hijas. Pero la progenitora fallece al poco de cumplir ella los 20 años, lo que libera a Concepción de cualquier atadura y la convierte en dueña única de su propio destino. Cumple así su sueño de ir a la Universidad, una institución a la sazón reservada exclusivamente para hombres, y se produce uno de los episodios más conocidos y repetidos de su biografía. Disfrazada de varón, la joven se cuela como oyente en diferentes lecciones de Derecho hasta que es finalmente descubierta y retada a cursar una prueba. La supera no solo sin dificultades, sino también con una marca excelente, por lo que la Universidad cede y la permite asistir a las clases, aunque sin la posibilidad de realizar exámenes y mucho menos de recibir un título. Lo hace durante tres años, entre 1842 y 1845, siempre acompañada y custodiada por hombres, sin casi opción de relacionarse con sus compañeros –entre clase y clase la apartaban en una habitación sola–.

La actriz Blanca Portillo dio vida a la autora en la cinta «Concepción Arenal, la visitadora de cárceles» (2012) EFE

En algún momento no precisado conoce al escritor Fernando García Carrasco, con quien se acaba casando en 1848 y teniendo tres hijos, y da comienzo a su carrera profesional como escritora y articulista en el diario liberal «La Iberia», desde donde se da a conocer por una serie de escritos sobre la importancia de los individuos que contribuyen al progreso común. Enviuda muy pronto, en 1857 –la vida nunca le dejó disfrutar por mucho tiempo de los suyos: también su hija mayor murió con solo dos años–, por lo que, abatida por la pérdida, regresa a su amada Cantabria para refugiarse durante algún tiempo en el valle de Liébana, donde había pasado parte de su niñez.

Vocación social

Allí conoce al músico Jesús de Monasterio , quien le introduce en las Conferencias de San Vicente de Paúl que acababa de fundar en la capital del valle, Potes. Encuentra entonces la vocación a la que dedica el resto de su vida: la ayuda a los menos afortunados y el afán por cambiar las cosas. Publica ensayos sobre la beneficencia y las desigualdades sociales, se convierte en la primera mujer premiada por la Academia de Ciencias Morales y Políticas y su nombre llega a oídos de la propia Isabel II , que la nombra, a través de su ministro de Gobernación, Visitadora de prisiones de mujeres en 1864. Pero no dura mucho. Desde ese puesto vislumbra en primera persona las condiciones infrahumanas en las que habitaban las reclusas, lo que la lleva a declararse abiertamente favorable a una reforma del Código Penal español , tal y como abogaba el movimiento krausista. El mismo Estado que la aúpa la cesa entonces de inmediato y, aunque tras la Revolución del 68 el Gobierno Provisional la nombra Inspectora de casas de corrección de mujeres, se muestra algo desilusionada por el limitado alcance de las enmiendas acometidas.

El violinista cántabro Jesús de Monasterio fue uno de sus mejores amigos AUGUST WEGER

Tras esto (y entre medias), un amplio historial de actividades y ocupaciones: funda un periódico que denuncia los abusos en cárceles y hospicios, impulsa un patronato para ayudar a familias desfavorecidas, crea la Constructora Benéfica, dedicada a la edificación de viviendas para obreros, y dirige un hospital de soldados durante la Tercera Guerra Carlista . También escribe sobre la condición desigual de la mujer respecto al hombre, un tema sobre el que vuelve una y otra vez hasta el momento de su muerte y del que acuña frases tan célebres como « la pasión es un torrente para el hombre; para la mujer, un abismo» . Finalmente, y aquejada de múltiples dolores, fallece en Vigo en 1893.

«Sus logros fueron muchos, aunque la mayoría no los vio en vida. Todo lo que tiene que ver con el universo de las prisiones fue pensado por Arenal: el modelo celular de cárcel, la necesidad de que al mando de las mismas hubiera funcionarios preparados y, sobre todo, la necesidad de ver la cárcel como un instrumento no solo de punición y castigo sino de recuperación del preso para la sociedad», resumía Anna Caballé a este periódico tras la publicación de su biografía. Una vida repleta de luces en la que, ciertamente, parece no haber sombra alguna . ¿Acaso la hay? «Era una mujer extraordinariamente orgullosa y reservada, yo diría que con un punto de soberbia intelectual. Era consciente de su superioridad y en la medida en que le resultaba difícil ejercer la influencia que ella esperaba se recluyó en una actitud difícil de gestionar, muy crítica con su entorno. Soñaba con el reconocimiento y al mismo tiempo temía no tenerlo –no lo tuvo– y se inhibía antes de recibir una humillación», analiza la autora. A la vista de las circunstancias con las que tuvo que lidiar, tal vez sería injusto culparla por ello.

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