Sergi Doria - SPECTATOR IN BARCINO

La obscenidad de las sonrisas

Madí seguirá con su sonrisa. Jeta de cemento masajeada con la loción de su abuelo. Se reirá de quienes creyeron en la república-catalana-que-no-existe

Madí, con Artur Mas en 2010 Yolanda Cardo

Sergi Doria

Pilar Rahola, hagiógrafa de Mas y Puigdemont, volvió a fotografiarse con sus compis de paella. Veintiuno sin mascarilla en el departamento francés de Pirineos Orientales (para ellos Catalunya Nord). Una juerga con la asistencia, entre otros, de los fugados (Puigdemont, Comín, Puig Gordi), Fachín (peronista argentino que quiere pillar cargo del peronismo catalán), el diputado de Bildu Jon Iñárritu y Puigneró, sí. El vicepresidente espacial de la Generalitat obvia las restricciones que promueve su gobierno. También estaba el gasolinero Canadell fardando de la astucia de montar una cuchipanda en territorio francés. Entre cucharada y copeo, canciones de Sopa de Cabra. Todo muy edificante.

Los catalanes padecemos un caciquismo sonriente. El 28 de octubre de 2020 la Guardia Civil arrestó a veintiún presuntos integrantes del 'Estado Mayor' del 'procés'. El juez Joaquín Aguirre pretendía desvelar el desvío de fondos para la secesión e identificar a los impulsores del Tsunami. Los más conocidos: el exconsejero y exmiembro de Terra Lliure, Xavier Vendrell; David Madí, mano derecha de Artur Mas ; el promotor Oriol Soler y Josep Lluís Alay, jefe de la oficina de Puigdemont.

Madí, Vendrell y Soler contaron, respectivamente, con generosos minutajes en el sabatino 'FAQS Preguntes Freqüents': homenaje en forma de entrevista a cargo de Cristina Puig. La cosa va –lo hicieron Vendrell y Solé– de negar las acusaciones judiciales y atribuirlas a un Estado vengativo y alérgico a la democracia. En España se persigue al independentismo y se habla turco en la intimidad. Como sus compañeros de maquinaciones, Madí cultivó el mismo negacionismo que aconsejan los abogados defensores, aliñado con la sonrisa de suficiencia de quien se siente impune.

Esa sonrisa ha ofendido incluso a Joan Burdeus, columnista de 'Núvol', un digital catalanista. Ese sonriente Madí, escribe, «es tan obsceno que te hipnotiza. No puede ser, te dices, que ni siquiera se tome la molestia de disimular…». El articulista expresa la desilusión de quienes se tomaron en serio la hoja de ruta hacia la independencia y todavía no se han percatado de que todo fue un farol, como afirmó Ponsatí en un rapto de sinceridad. Lo más indignante de la sonrisa de Madí, remacha Burdeus, es el recochineo: «No iba dirigida en su mayoría a España, sino a los que han votado sus productos».

La sonrisa de quien juega a la insurrección desde su torre burguesa y lanza a los peones con lacito al albero de la realidad para hacer el ridículo: «El problema de la tranquilidad con que Madí fue al plató de TV3 a no responder a ninguna pregunta es que transmite cómo un único 'pinyol' de estrategas se siente inexpugnable», concluye Burdeus.

Ríe Madí porque se sabe seguro en el territorio acotado para el disfrute pecuniario de la oligarquía nacionalista. Y se reiría más de haberse impuesto las leyes de Transitoriedad –6 y 7 de septiembre de 2017– que abolían la Constitución y el Estatuto. ¡Amnistía para las delincuencias convergentes! ¡Jueces elegidos por el presidente de la República Catalana!

Al maestro de la crítica televisiva Ferran Monegal no le sorprendió el descaro del entrevistado: «La masajista le fue sirviendo los temas en bandeja, sin repreguntas y sin poner ni uno solo de los audios que los medios publicaron sobre las diferentes y variadas escuchas». Adujo Madí que lo de la conexión rusa fue una «charla de café» y aderezó el cachondeo con un '¡Nasdrovia!' ¿El 1-O? una ilusión. ¿Tsunami y 'Estado Mayor'? Ni 'flowers'…

El riente Madí es nieto de Joan B. Cendrós, millonario por la loción Floïd y cofundador de Òmnium Cultural. Nada conserva su generación del espíritu emprendedor de los ancestros. Vendió las empresas familiares y hoy es funcionarial o parasitaria de ayudas públicas.

Aunque su nombre ya sonó, junto a Jordi Sànchez o Joaquim Forn, por el boicot pujolista a los Juegos del 92, Madí conoció la ubicuidad informativa en febrero de 2003, por el escándalo de los falsos sondeos electorales. El entonces secretario de Comunicación de Mas presentó su dimisión irrevocable. La defenestración fue tan solo un cambio de decorado. Madí dirigió las campañas de CiU y difundió eslóganes como «la casa grande del catalanismo» cuando Convergència era soberanista; y «el derecho a decidir» cuando Convergència devino independentista.

Como en 2010 las cosas iban mal dadas para el partido de Pujol –recortes económicos, casos de corrupción–, Madí trocó los altos cargos políticos por los altos cargos empresariales: asesor de Telefónica Cataluña, director estratégico de Deloitte, presidente del consejo asesor de Endesa, vicepresidente de Applus, presidente de Aigües de Catalunya… ¡Otro reprimido por España!

Madí seguirá con su sonrisa. Jeta de cemento masajeada con la loción de su abuelo. Se reirá de quienes le acusan de ser autor intelectual del 'procés'; y, también, de quienes creyeron en la república-catalana-que-no-existe. Como los de la paella. De la revuelta de las sonrisas a la obscenidad sonriente.

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