Los rebrotes frustran el primer baño de masas de los presos del 1-O

Oriol Junqueras llama al «president» Torra para ponerse a disposición de la Generalitat de Cataluña

Oriol Junqueras, ayer, paseando por Sant Vicenç dels Horts EP | Vídeo: Oriol Junqueras recibido con muestras de cariño por los vecinos de su pueblo (AT)

Miquel Vera

El independentismo pretendía ayer homenajear a los dirigentes encarcelados por el 1-O con actos en distintas poblaciones de Cataluña para celebrar su primer día de «semilibertad» tras obtener el tercer grado. No obstante, el baño de masas se vio frustrado, en parte, por la oleada de rebrotes de coronavirus que sacuden la comunidad desde hace días. No estaba el día para homenajes y el Govern estuvo más ocupado apagando fuegos relacionados con la pandemia que pendiente de agasajar a sus «presos políticos».

El principal damnificado de la situación fue el líder de Esquerra, Oriol Junqueras, que vio cómo su recibimiento en San Vicenç dels Horts (Barcelona) quedaba reducido a un breve paseo por la población y unas palabras improvisadas desde la plaza del pueblo, donde fue aclamado por un centenar de personas, algunos de ellos con antorchas. A pesar de ser «oficialmente» anulada, la bienvenida al exvicepresidente catalán en su pueblo congregó a una notable cantidad de vecinos y periodistas y fue emitida en directo por TV3 y el Canal 24 Horas de TVE. «Os llevo en el corazón, ahora y siempre», se limitó a decir el dirigente republicano con el puño en alto y entre vítores y gritos de «libertad».

Junqueras también aprovechó su primera jornada de semilibertad para llamar al presidente catalán, Quim Torra, y ponerse a «disposición» de la Generalitat. No obstante, según apuntaron fuentes del Ejecutivo catalán a ABC, el republicano no visitó las dependencias del departamento de Economía del Govern, que ocupó hasta finales de 2017 y que hoy habita su «número dos», el vicepresidente, Pere Aragonès.

Así las cosas, los republicanos vieron cómo todos sus actos quedaban suspendidos y el foco mediático centrado en la situación de emergencia sanitaria de Barcelona y Lérida. Todo ello aguó definitivamente sus esperanzas de arañar algo de atención de un soberanismo hipnotizado desde hace años por los movimientos que hace el expresidente Carles Puigdemont desde la «Casa de la República» de Waterloo (Bélgica). Quienes sí mantuvieron su agenda fueron los exconsejeros neoconvergentes Jordi Turull y Josep Rull, dos de los presos más activos políticamente. Por su parte, el expresidente de la Assemblea Nacional Catalana Jordi Sànchez y el exconsejero de Interior Joaquim Forn exhibieron un perfil bajo y no quisieron ningún acto en su honor, explicaron fuentes de Junts per Catalunya a este diario.

«Lo volveremos a hacer»

La bienvenida más pomposa y polémica fue la del presidente de Òmnium Cultural, Jordi Cuixart, en Barcelona. Esta tuvo lugar por la mañana ante la imponente sede de la principal entidad independentista, situada en la calle Diputación de la Ciudad Condal. Hasta allí se desplazó un nutrido grupo de activistas y periodistas, vigilados de cerca por un gigantesco retrato de Muriel Casals (presidenta de la entidad en los inicios del procés y fallecida en un trágico accidente vial en 2016).

Los responsables de Òmnium habían calculado la llegada de Cuixart al detalle, instalando megafonía y marcando el suelo con cruces para intentar garantizar la distancia de seguridad. Una puesta en escena que el empresario aprovechó a la perfección. Pasadas las diez de la mañana, Cuixart llegó al lugar en un coche gris, del que bajó entre gritos de «Libertad» y «Lo volveremos a hacer» de sus seguidores.

Decidido, y en un tono de mitin, el presidente de Òmnium tomó la palabra, prometió «seguir luchando» por la independencia y agradeció el respaldo recibido durante su estancia en prisión y tras la condena del Tribunal Supremo, el pasado mes de octubre. «La prisión no será nunca ningún límite», advirtió antes de proclamar que para él es y será un orgullo «estar y seguir en prisión» por defender la «libertad y la democracia». «Los únicos que tienen que tener miedo son ellos», agregó entre aplausos antes de volver a su despacho al que volvió, según dijo, como salió, en calidad de «presidente».

Minutos antes de recalar a las oficinas de Òmnium, Cuixart había sido entrevistado en los estudios de Catalunya Ràdio. Allí, se despachó a fondo contra la Justicia española, el PSOE y la Casa Real. «Los poderes del Estado querrían que hubiéramos desaparecido y renunciado a todo. Este resistir es vencer. Después de estos años de represión, no han podido acabar con una sociedad determinada a votar y a seguir ejerciendo sus derechos fundamentales», declaró con vehemencia ante los micrófonos de la emisora autonómica.

El silencio de Puigdemont

La «semilibertad» de los presos del 1-O (gran parte de ellos, miembros del último ejecutivo de Carles Puigdemont) fue recibida con un mutismo casi total por parte del expresidente fugado en Bélgica. El líder de Junts per Catalunya se limitó a saludar el tercer grado de sus antiguos acólitos compartiendo en su cuenta de Twitter un mensaje de un periodista catalán ilustrado con una fotografía de la salida de Cuixart, Romeva, Juqueras y Turull de Lledoners a primera hora de la mañana.

El silencio casi total en la autodenominada «Casa de la República» resumió a la perfección el choque entre las dos estrategias contrapuestas que abandera el independentismo desde el fracaso de la unilateralidad en otoño de 2017. Por un lado, la denominada «vía del exilio», que lidera el exalcalde de Gerona y Junts per Catalunya, de otro, la de la prisión, que encarna una Esquerra con su principal líder entre rejas y que apuesta por despegarse de Puigdemont y acercar posiciones con el Gobierno.

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