Robert Brufau, director de L'Auditori: «Me pregunto por qué no tenemos financiación del ministerio de Cultura»

El nuevo responsable del centro barcelonés aboga por hacer de L'Auditori «un solo altavoz que defienda la modernidad musical»

Brufau, fotografiado frente a las instalaciones de L'Auditori Inés Baucells

Pep Gorgori

Robert Brufau fue nombrado director de L’Auditori de Barcelona el pasado mes de diciembre, tras varios años como responsable de la programación artística de la institución. Su proyecto plantea hacer del centro «un solo altavoz que defienda la modernidad musical» con sus cuatro salas, el Museo de la Música y sobre todo la Orquesta Sinfónica de Barcelona y Nacional de Catalunya (OBC).

Defíname usted «modernidad»

Yo la entiendo en un sentido amplio. Hablamos de cómo abordar programas, el tipo de diálogo que tenemos con los artistas… La modernidad se puede ejercer en la música antigua, por ejemplo con proyectos como el que tenemos con el RIAS Kammerchor, programando juntos a Bernat Vivancos y Tomás Luís de Victoria. Y es también pensar también en el futuro. Para mí el futuro son los compositores, porque sin ellos nos convertimos en un museo, cuando tenemos que ser una casa viva y permeable a la realidad que nos rodea.

La modernidad, ¿sirve para atraer también público joven?

Hay que hacer un viraje para atraer a un público que es muy audiovisual, y esto tiene que ver con el concepto de abono. No es verdad que los abonos no funcionen. Muchos estamos abonados a Netflix, HBO, o Amazon Prime, etc. Tenemos que aplicar este concepto a la gente joven porque es su forma de consumir cultura. Esta será una de las primeras acciones, que se verá ya en la próxima temporada de la OBC.

La apuesta por los compositores, ¿no tiene sus riesgos? El Liceu estrena en dos semanas una ópera de Benet Casablancas y el ritmo de venta de entradas no es el de una ópera clásica.

Ni lo es ni debemos pretenderlo. Pretender hacer un estreno y que por sí solo florezca es muy difícil y es cargar al compositor con una responsabilidad muy injusta. Hay que hacer un trabajo, llegar al público y explicarle el valor de la propuesta. Hay que construir un relato. Invertir en música contemporánea es además una estrategia de internacionalización. En la próxima temporada nos ponemos al lado de instituciones como la New York Philharmonic y el Barbican de Londres, con los que hemos hecho un coencargo al compositor David Lang. Estos intercambios nos permiten también dar a conocer a nuestros músicos a nivel internacional. Personalmente opino que, sin la música contemporánea, el mundo de la clásica pierde todo su interés.

Se habla mucho estas semanas de la implicación del Ayuntamiento en los equipamientos culturales de la ciudad, como las fundaciones Miró y Tàpies, que han visto recortadas las aportaciones del consistorio. Siendo L’Auditori un equipamiento público, ¿cómo está y como espera que evolucione la economía de la casa?

En los últimos años se ha hecho un esfuerzo titánico por parte de las instituciones. Es un proyecto que hoy cuesta 21 millones de euros al año, cuatro menos que en 2010. Hemos pasado de generar 3 millones por venta de entradas a 5 millones, habiendo recortado quince puestos de trabajo de administración y veinte más de músicos. Al mismo tiempo que ha crecido un 30% la actividad de la casa, llegando a los 550 conciertos al año, de los que solamente 24 son producción externa. No hay otro equipamiento asimilable a nivel de España. Lo que me pregunto es por qué no tenemos financiación del ministerio de Cultura. Tenemos un proyecto consolidado, pero tenemos que ambicionar un pequeño crecimiento, que no creo que tengamos que exigir a las administraciones que ya aportan.

Usted se ha lamentado de que aún hay gente que no conoce L’Auditori en Barcelona. ¿Hay algo que se ha hecho mal en sus veinte años de historia?

Muchas veces se dice que el entorno no es amable, y que el arquitecto [Rafael Moneo] que hizo un edificio con una cierta austeridad estética. Yo prefiero pensar en las oportunidades. Una de ellas es la futura plaza de les Glories. También se podría rebautizar como Auditori – Teatre Nacional alguna de las paradas de metro cercanas. Hay en el mundo experiencias de éxito en condiciones similares: la Philharmonie de París es un edificio muy vistoso pero no está en un espacio amable, como tampoco lo está el Barbican de Londres.

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