Jaume Plensa regresa (por fin) a Barcelona entre silencios e interrogantes

Una gran retrospectiva celebra la obra del artista barcelonés veintidós años después de su última exposición en la ciudad

Jaume Plensa, junto a una de sus instalaciones expuestas en el Macba Inés Baucells

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«Para escuchar has de estar en silencio», sentencia Jaume Plensa (Barcelona, 1955) mientras busca con la mirada una gota de agua que cae del techo para golpear suavemente el platillo que da sentido a la instalación «Rumor». Para escuchar, insiste, hay que estar en silencio, pero el jaleo es tal que aquí no hay gota ni platillo que valgan: cualquier sonido queda sepultado bajo el ir y venir de periodistas y también bajo las palabras del propio Plensa. «En realidad yo no tendría que estar hablando», reconoce antes de guardar silencio y ceder el micrófono para que alguien lo acerque al platillo y, ahora sí, el sonido de la gota llegue amplificado a los oídos de quienes siguen la visita guiada con auriculares. «¡Se oye!», dice alguien asombrado. Así que el silencio, en efecto, era importante.

«Lo más importante de nuestra vida es invisible» , dirá Plensa justo antes de perderse en la entrañas del Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona (Macba). Invisible como la gota de agua e invisible como esos silencios con los está hecha la majestuosa retrospectiva que le dedica el museo barcelonés ahora que se cumplen más de veinte años de su última exposición en su ciudad. ¿Veinte? Veamos: en concreto, veintidós desde que expuso en la Fundación Joan Miró y veintitrés («y un día», bromea) desde que lo hizo en un Macba recién inaugurado en una muestra colectiva. «Vuelvo veintitrés años después con un capital extraordinario de vivencias», relativiza un artista que ha tenido que asombrar a medio mundo con sus colosales instalaciones antes de convertirse en profeta en su tierra. No en vano, la exposición que hasta el 22 de abril se puede ver en el Macba es uno los platos fuertes de esta suerte de «año Plensa» que se completa con la inauguración de «Invisibles» en el Palacio de Cristal de Madrid y la instalación, a finales de diciembre, de una gran obra en la plaza de Colón.

Esculturas de Plensa instaladas en el patio del Macba Inés Baucells

En Barcelona, la deuda queda saldada con un recorrido por su obra «más íntima y conceptual»; un viaje a través de una veintena de obras que cubren cuatro décadas de carrera y ahondan en algunas de sus grandes inquietudes. «Es una una exposición que pide silencios y que construye silencios. Gritar cada vez sirve de menos, porque es redundante. Necesitamos un silencio que nos permita volver a escucharnos», destaca el propio Plensa sobre una muestra que echa a rodar con «Firenze II», un gran interrogante de aluminio y hierro que condensa su filosofía creativa. «La base de todo en la vida y en el arte es la duda», asegura.

Palabras para ser mejores

Asoma otra vez el silencio en las palabras de un Plensa para quien tan importante es lo que se calla como lo que se sugiere. De ahí que la sala principal quede atravesada por «Glückauf?», una imponente instalación móvil que reproduce, letra a letra, la Declaración Universal de Derechos Humanos. «No cumplimos ni una coma de este texto, pero hemos sido capaces de hacerla, y eso me da esperanza en la humanidad», destaca al pasar junto a una obra «acariciable» que contempla también como «un homenaje a la música de las palabras y al deseo de ser mejores».

Del tintineo que se produce mientras el visitante roza cada una de las tiras emerge también un guiño a las cortinas metálicas de los comercios a los que Plensa acudía de pequeño junto a su madre. «Mientras ella compraba, yo jugaba con las cortinas», desvela un creador que lo mismo airea sus influencias emocionales que exhibe sin reparos su panteón de héroes. Ahí está, sin ir más lejos, «Islands III», pieza de 1996 que encapsula en medio centenar de vitrinas de resina de poliéster los nombres de Picabia, Miró, Rafael, Vermeer, Botticelli o Turner, entre otros. «Son como un mosquito en una gota de ámbar», susurra el Plensa más poético, el mismo que se desparrama entre esferas de hierro forjado y referencias a versos de Baudelaire en «Prière».

Una visitante fotografía la instalación de «Silence» Inés Baucells

«Mi obra nunca ha buscado un espacio en la historia del arte», reflexiona mientra recorre un surtido de piezas realizadas en bronce, cobre, acero o madera que desembocan en «Silence», un conjunto formado por cuatro de sus icónicas cabezas alargadas talladas en madera. Cuatro bustos con los ojos cerrados con los que Plensa aborda «otra manera de interrogarse».

La duda persiste como lo hace también la memoria, pero eso no es óbice para que el Macba abone la sorpresa y presente alguna facetas poco conocidas como la del Plensa fotógrafo. En este caso, el descubrimiento llega a partir de doscientas instantánea de cocinas particulares de Dallas y Caracas realizadas a mediados de los noventa. «Es un homenaje a la gente anónima que construye la sociedad», apunta. Tan anónima que ni siquiera aparece en unas imágenes que son como bodegones industriales o desolados retratos de la miseria cotidiana.

Plensa se refiere a estos trabajos más íntimos como los «huesitos pequeños que estructuran el pensamiento», pero en su regreso a Barcelona también puede verse alguno de sus grandes proyectos.Es el caos de «The Heart Of The Trees» y«The Heart Of Rivers», un conjunto de catorce esculturas abrazadas a tantos árboles que, además de llevar por primera vez una de las exposiciones fuera del museo, permiten ahondar en la relación de Plensa con el espacio público. «El arte ha de introducirse de manera natural en las vidas de la gente. Necesitamos belleza», reflexiona.

De estreno en Montserrat

En este caso, la colaboración con el CCCB ha permitido que su homenaje a ríos y compositores musicales pueda contemplarse al aire libre, pero la cosa no es siempre tan fácil. «En el espacio público, aunque sea de todos, mandan otros, así que siempre que consigo hacer una instalación pública lo considero un milagro», destaca. Ahí queda, por ejemplo, la monumental cabeza que proyectó para el frente marítimo de Barcelona y que acabó desechada en algún cajón municipal. «Los políticos siempre han creído más en los arquitectos que en los artistas», lamenta un Plensa que, a falta de poder dejar una huella más profunda en su ciudad, inaugurará en abril de 2019 una nueva instalación en Montserrat.

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