La «vida normal» de los terroristas invisibles

La célula yihadista convivía con sus vecinos de Ripoll sin despertar recelos ni sospecha alguna sobre su radicalización a manos del imán Abdelbaki es Satty

Imagen de la localidad de Ripoll, donde residía la célula yihadista Inés Baucells
David Morán

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Jugaban a fútbol sala en la plaza de la Sardana, se escapaban de vez en cuando a la Cafetería Esperanza, justo al lado de la estación de tren, para ver algún partido de fútbol, y hacían una vida aparentemente normal en Ripoll, una pequeña localidad de 11.000 habitantes que si por algo era conocida hasta ahora era por su monasterio románico y por acoger alguna de la más flamantes obras del estudio RCR, reciente ganador del premio Pritzker. Nadie sospechaba porque, como se han cansado de repetir quienes los conocían en los últimos días, no había nada que hiciera sospechar . Sólo una pandilla de amigos de entre 17 y 28 años a la que sus vecinos veían como chicos normales con un estilo más bien occidental. No se dejaban ver demasiado por la mezquita, pero en los últimos meses sí que habían empezado a cambiar sus costumbres y a interesarse cada vez más por la religión. Nada, en cualquier caso, que hiciese saltar las alarmas. «Hacían vida en el pueblo, participaban de sus actividades, jugaban a fútbol, iban a diferentes programas del ayuntamiento, eran asiduos al casal de jóvenes… No había nada que pudiera hacer pensar que tramaban un hecho tan maquiavélico», recordaba hace unos días la técnica de Convivencia y Participación Ciudadana de la localidad, Nuria Perpinyà.

Esa normalidad es, precisamente, lo que ha conmocionado a una localidad que ha pasado de apurar el verano con tranquilidad entre las tradicionales estampas del Mercado Medieval a descubrirse como epicentro informativo de una nueva matanza yihadista. De pronto, las unidades móviles de las cadenas televisivas se amontonan en la plaza del Ayuntamiento y nadie acierta a responder cómo es posible que haya pasado algo así. Ni siquiera las familias de los terroristas consiguen entenderlo. « En septiembre lo iban a contratar . Hablaba de su futuro, de las opciones que tenía en la vida, y ahora que vea una foto de mi hermano abatido en el suelo...», explicaba al borde de las lágrimas Hazira Oukabir sobre su hermano Moussa, abatido por los Mossos d’Esquadra en Cambrils. «A menos de que los drogaran o les lavaran el cerebro, son chicos que veían una pelea, se asustaban y se iban corriendo. No querían problemas», subraya el primo de los Oukabir.

«Era un buen tipo»

El caso de Moussa es, precisamente, uno de los que ha causado más sorpresa en Ripoll. Nacido en la localidad catalana hace 17 años, si por algo era conocido entre sus vecinos era por su carácter afable y su afición al fútbol, llegando incluso a sobresalir como goleador en la plantilla juvenil de fútbol sala del S. F. Ripoll. Hace un año y medio que abandonó el equipo para «centrarse en los estudios», según dijo entonces. «Cuesta creer que un chaval de 17 años que hace unas semana estaba dándole al balón en un parque sea responsable de esto», subraya un vecino. Tampoco el padre de Moussa se lo explica. «Era un buen tipo que no lastimaba a nadie, estaba asistiendo a clases y tenía que pasar su bachillerato el próximo año», relató en declaraciones a AFP Said Oukabir desde Aghbala (Marruecos), donde trabaja como cultivador de patatas.

Un antiguo compañero de colegio recuerda que Moussa, Saïd, Omar y Houssa, los más jóvenes, iban casi siempre juntos y señala que el único que se había metido en problemas era el hermano mayor de Moussa, Driss Oukabir, detenido el mismo día de los atentados en Ripoll tras asegurar que su Moussa le había robado el pasaporte para alquilar una de las furgonetas . Nacido en Aghbala en 1989, en su historial destacan antecedentes por violencia machista y tráfico de drogas. Apenas tres días antes del atentado, tuvo un juicio rápido en el juzgado de Ripoll (Gerona) por violencia machista y tiene vigente una orden de alejamiento de su pareja. Él fue el primer detenido y el que empezó a arrojar un poco de luz sobre los integrantes de la célula terrorista que sorprendió no sólo por la corta edad de sus integrantes, sino también por tratarse de jóvenes a los que se daba por plenamente integrados. «Nunca ha habido ningún problema de integración», subraya el alcalde de Ripoll, Jordi Munell.

Un buen ejemplo sería el caso de «el Younes», tal y como conocían sus amigos a Younes Abouyaaqoub, autor material del atroz atropello en Las Ramblas al que, hasta ese momento, sus vecinos tenían por un chico tímido, fanático de los coches y el fútbol. Nacido en 1995 en Mrirt (Marruecos), llegó con su familia Ripoll con nueve años y, como la mayoría de integrantes de la célula, se educó en la escuela Tomàs Ragués y, más tarde, en el instituto Abat Oliba. Cuando terminó el grado superior de electromecánica, empezó a trabajar como soldador y, con su primer sueldo, pagó la entrada de un BMW serie 1. Desde hace dos años trabajaba en Comforsa, donde se le recuerda como un joven trabajador y responsable . Ahí coincidió con otro de los terroristas abatidos en Cambrils, Mohamed Hichamy (24 años), quien, igual que Mohamed Houli (20 años), detenido en Alcanar tras resultar herido en la explosión, había cursado el mismo módulo de electromecánica.

Con túnicas largas

Hassan, un trabajador de una fábrica vecina de Campdevànol en donde trabajaban Abouyaaqoub y Hichamy, recuerda que sí le sorprendió un poco ver que de pronto Younes empezaba a vestir de forma tradicional, con túnicas largas, y que había dejado de salir por las noches, pero no le dio más importancia. «Pensé que serían cosas de la edad», explica a ABC. Una semana antes de los atentados, el hermano de Younes, Houssaine Abouyaaqoub , nacido en Mrirt en 1995 y abatido en Cambrils, dejó su trabajo de repartidor de fin de semana en el Kebab de la localidad para, según le dijo a un familiar, irse a trabajar con sus amigos a Comforsa. También dejó de escuchar rap, una de sus grandes pasiones, pero nadie le dio mayor importancia.

Sólo después de los atentados algunos vecinos empezaron a atar cabos y a recordar las charlas de Younes con el imán Abdelbaki es Satty en un parque de la localidad o el hecho de que los últimamente los jóvenes siempre fuesen juntos y hubiese empezado a distanciarse de sus antiguas amistades. «ÚItimamente se les veía mucho juntos por casa del Mohamed, pero como eran amigos tampoco piensas que sea nada raro», señala un vecino del barrio. Es ahora cuando todos señalan al imán como responsable de la radicalización de los jóvenes. «¿Cómo lo ha hecho para lavarles la cabeza? ¿Cómo?», se pregunta Hassan.

De los hermanos Aallaa, Youseff, de 22 años y fallecido en la explosión de Alcanar, era «el más rebelde», recuerdan algunos de sus familiares, aunque «también era bueno, como el resto». También era el que parecía tener una relación más especial con el imán, junto a quien se le podía ver conversando en una furgoneta. Según había dicho él mismo a su familia, llevaba un mes viviendo y trabajando en Tarragona. Su hermano Saïd, de 19 años y abatido en Cambrils, había trabajado como camarero en uno de los bares del pueblo y jugaba al fútbol en el equipo juvenil del Sant Quirze de Besora, a 14 kilómetros de Ripoll. Antes, coincidió con Moussa en los juveniles del S. F. Ripoll.

El tercero de los hermanos Aallaa, Mohamed fue detenido también en Ripoll por ser el propietario del vehículo en el que los terroristas se desplazaron a Cambrils y puesto en libertad vigilada por el juez Andreu. Su padre insistía poco después de que Mohamed regresase a Ripoll en que no ha hecho nada y que el jueves por la tarde estaba en la playa de Roses con su mujer.

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