Sergi Doria - SPECTATOR IN BARCINO

Barcelona Vía Crucis (perpetuo)

La burguesía decimonónica reprochó a Cerdà que su igualitaria cuadrícula tratara a todos los barceloneses por igual. Con los «ejes verdes» la trama igualitaria se desmembrará

Ada Colau, al presentar el proyecto de unión de los tranvías por la Diagonal EFE

TODO está dicho, pero como nadie escucha, hay que repetirlo, escribió André Gide. Según el calendario del despotismo poco ilustrado de Colau, en junio comenzará a descuartizarse el Plan Cerdà para devenir en archipiélago de «supermanzanas».

La burguesía decimonónica reprochó a Cerdà que su igualitaria cuadrícula tratara a todos los barceloneses por igual. Con los «ejes verdes» la trama igualitaria se desmembrará: el tráfico desalojado de las plazas arborizadas sobrecargará de atascos y contaminación las vías adyacentes. Aquello que podría mejorarse con actuaciones menos traumáticas -eso propone el PSC aunque asiste impávido a la consumación del desafuero- sufrirá un bisturí radical: en las plazas verdes menguará la logística comercial por problemas de movilidad y se acentuará la gentrificación con el encarecimiento de la vivienda.

El mayor atentado contra el Plan Cerdà se va a perpetrar con la unilateralidad y prisas acostumbradas. ‘El Periódico de Cataluña’ calificaba de «precipitación y alevosía» –en su editorial del pasado 9 de abril– las plazas verdes de Consell de Cent: un proceso que se inició «aprovechando el urbanismo táctico desplegado durante la pandemia». Las calles vacías habrían facilitado otras reformas que llevan años esperando como la Rambla, pero el sesgo ideológico que impulsa el gobierno de Colau priorizó el Eixample.

La actuación, que podría prolongarse hasta 2030, subraya el rotativo, «supera de largo el mandato de la actual alcaldesa, por lo que debería contar con el máximo consenso ciudadano y político que ahora no tiene ni de lejos. Da la sensación de que lo que se pretende es conseguir un par de fotos para exhibir en la próxima campaña electoral». La conclusión: «Paralizar aquello que no es reversible».

Si se culmina la ingeniería comunera (comunista), Barcelona llegará a las municipales privada de la conexión mar-montaña en Vía Layetana; con la Diagonal inutilizada por las obras del tranvía; el Ensanche desventrado y un túnel de entrada a la ciudad atascado: aquellos que vienen de fuera y no tienen otra alternativa que el coche entran a trabajar entre siete y media y nueve, algo que Colau parece ignorar (todo es posible).

Aunque pierda las elecciones, a las que parece querer volver a concurrir, aunque algunos de sus colaboradores opositan a funcionarios para eternizarse en el ayuntamiento, Colau dejará la ciudad empantanada: el próximo consistorio se verá en el dilema de continuar las obras o modificar lo que sea reversible con el consiguiente aumento de presupuesto que costeará una ciudadanía que no ha sido consultada: y si lo fue, como en el tranvía por la Diagonal, acabó ninguneada por el despotismo poco ilustrado de los comunes.

Ante tanto desprecio hacia la sociedad civil, las fuerzas productivas y la ciudadanía en general, solo queda, ya lo advirtió José Antonio Acebillo, la vía judicial. El pasado 7 de abril la asociación Salvem Barcelona que encabeza el abogado y economista Jacinto Soler Padró y el economista Francesc Granell denunciaba en la Fiscalía al gobierno municipal por presuntos delitos contra la ordenación del territorio al vulnerar los artículos 320.1 y 320.2 del Código Penal.

En la demanda se pide la paralización de las obras del denominado «eje verde» de Consell de Cent por no contar con la revisión del Plan General Metropolitano (PGM).

El PGM, alegan los demandantes, establece que toda alteración de las previsiones de población, renta y ocupación y su distribución espacial se han de abordar con una revisión global del plan: «Estamos ante una actuación arbitraria de la administración, una vía de hecho que va asociada a una voluntad dolosa, para conseguir un objetivo al margen de la legalidad, con unas consecuencias negativas que afectarán muy seriamente no solo el futuro de los ciudadanos del Eixample sino a toda la ciudad y el área metropolitana». Nos encontramos, aseveran, ante «una comisión de delitos contra la ordenación del territorio ya consumados».

En esa línea se inscriben las alegaciones de Oriol Clos, arquitecto jefe de la ciudad de 2006 a 2011. Los «ejes verdes», declaraba a La Vanguardia, rompen «un sistema urbano heterogéneo pero regular, abierto a su entorno y a otras escalas de la ciudad y del territorio metropolitano». Conforman «una estructura ensimismada y jerárquica que debilita la fuerza global del Eixample».

Denuncias que se añaden a la que la Cámara de la Propiedad Urbana trasladó al Síndic de Barcelona por estas «obras licitadas sin haber sido aprobadas». Es la «precipitación y alevosía» a la que alude el editorial de ‘El Periódico’, el modus operandi de la demagógica camarilla de Colau: sea en la Zona de Bajas Emisiones, la chapucera recogida de basuras puerta a puerta en Sant Andreu, la ominosa losa que ha hecho de la ronda de Sant Antoni un patio carcelario, la incineradora contaminante de Eloi Badia, el tranvía que los barceloneses no quieren, o las supermanzanas.

Domingo de Resurrección… Y Barcelona en perpetuo Vía Crucis.

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