Santiago Mondéjar - Tribuna Abierta

El bucle catalán

Sea casual o premeditada, la detención de Puigdemont le vuelve a poner en el centro del candelero, alterando sustancialmente la agenda política española, y echando gasolina al fuego para que vuelvan a prenderse contenedores

Puigdemont, con Aragonès, este fin de semana en Cerdeña AFP

Santiago Mondéjar

Una de las alegorías que han hecho fortuna en el mundo del commentariat político es la que alude a un elefante en una habitación, como metáfora de un problema evidente que se finge desconocer, para evitar hablar de él. La nueva detención policial de Puigdemont allende los Pirineos pone de relieve la existencia de un elefante catalán, invisible al ojo del observador, pero de tal densidad que absorbe cuanto se acerca a él, como si de materia oscura se tratase. Este particular paquidermo nostrat no ha ocupado su lugar en la habitación con vistas del país petit de la noche a la mañana, sino que entró en ella gracias a las puertas abiertas que ha dejado un proceso separatista, cuya mayor hazaña ha sido alimentar al elefante con el forraje de una Cataluña con dos ethnos, en lugar del único demos cuya existencia proclamaban a los cuatro vientos.

En esas estábamos, cuando poco después de una semana de una Diada flácida, un languidenciente Puigdemont, personaje este que se caracterizada por creer que es racional actuar alocadamente, y alocado actuar racionalmente, vuelve a ocupar el centro del terreno de juego al ser detenido en Italia, sacudiendo así el precario castillo de naipes que tan afanosa como torpemente han erigido Sánchez y Aragonés.

El timing de esta actuación de los carabinieri da pie a la suspicacia, habida cuenta de que en fecha tan reciente como el 16 de agosto, la gendarmerie de la subprefectura de Prada, en la Cataluña francesa, se personó en el recinto donde se celebraba la Universitat Catalana d'Estiu para inquirir si estaba prevista la presencia de Puigdemont. No es descabellado sospechar que Puigdemont no haya hecho nada para evitar su detención en Italia. Al fín y al cabo, estamos hablando de un personaje que usa el mismo acrónimo que Carlomagno, @KRLS, y que en el pasado volaba a París para llegar a Madrid por la puerta de vuelos internacionales, y cuando iba en coche pasaba exclusivamente por debajo de los peajes de autopista rotulados en catalán, por lo que parece ser más que capaz de suicidarse saltando desde lo alto de su ego.

En cualquier caso, sea casual o premeditada, la detención de Puigdemont le vuelve a poner en el centro del candelero, alterando sustancialmente la agenda política española, y echando gasolina al fuego para que vuelvan a prenderse contenedores de basura en la capital catalana, para que la muchachada catalana seguir con la tradición pirómana local, sofocando por una lado la política española con hogueras en las calles barcelonesas, y por el otro aplaudiendo con fervor a los bomberos catalanes que las extinguen, con gran y entusiástica participación de público jubilado, que demuestra que, al menos en Cataluña, la juventud no solo no se cura con los años, sino que de hecho empeora con el paso del tiempo.

Con todo, la detención de Puigdemont es una botella de oxigeno para el independentismo, en la misma medida que es un problema para Sánchez, que ya puede guardar el mantel de la mesa de dialogo para mejor ocasión, pero también para el poder judicial español, que lo último que necesita es que un juez italiano siga la senda de sus colegas alemanes y belgas y se inhiba de la orden de detención europea cursada por la sala de lo penal del Tribunal Supremo. Sea cual sea la resolución a la que arriben los magistrados italianos, gana Puigdemont, y perdemos todos los demás, porque la política nacional volverá a quedar postrada por la úlcera catalana.

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