Antonio Robles - Tribuna Abierta

La omertà según El Triangle

El relato de la corrupción de esos 30 años es tan escandaloso y evidente, y la connivencia con el poder tan obsceno y general, que merecería una serie

Pocas veces tienes la oportunidad de escuchar a un periodista exponer fuera de las alambradas nacionalistas la corrupción generalizada y la omertà que la protege.

Jaume Reixach, director del semanario de investigación y análisis, El Triangle, lo hacía a carcajada limpia en la cervecería Abirradero de Barcelona con motivo de los 30 años de dicha publicación. Toda una proeza en una sociedad donde buena parte de periodistas y medios actúan como mercenarios al servicio del poder. Él mismo tuvo que dimitir en 1988 del Diario de Barcelona al censurársele un artículo donde denunciaba por el 3%. Por entonces, la cabecera era propiedad del Ayuntamiento que presidía Pascual Maragall. Tuvimos que esperar 15 años, para que el propio Maragall lo hiciera en el Parlament. Aunque por breves momentos, como la proclamación de la república catalana, años después.

De aquella renuncia nació El Triangle. Desde entonces, el semanario de papel ha desatado una guerra sin cuartel contra la corrupción, la omertà catalana, y el control clientelar a periodistas y medios que impuso Pujol desde la Generalitat a base de subvenciones y publicidad gubernamental. A pesar de su celo periodístico, Jaume Reixach jamás fue entrevistado por TV3.

El relato de la corrupción de esos 30 años es tan escandaloso y evidente, y la connivencia con el poder tan obsceno y general, que merecería una serie de Netfi al modo y manera de “Narcos México”. No lo digo en vano. Mientras le escuchaba, la telaraña de corrupción y poder parecía un capítulo más de dicha serie. Con la familia Pujol en todas las salsas. Ver cómo los narcos tienen a sueldo a políticos, gobiernos, policías, jueces y prensa, sólo muestra a las claras y con violencia lo que “a casa nostra” se hace en silencio entre 400 familias. En un mundo donde ya nadie lee, ahí hay material suficiente para hacer una serie similar. Sin violencia, pero con mayor complicidad social. El espejo no resistiría el retorno de la propia imagen.

El cinismo de Pujol, no nació en 1984 con aquel exabrupto desde el balcón de la Generalitat: «¡A partir de ahora, de moral hablamos nosotros!», ya en 1960 proyectaba sobre Franco, lo que acabaría haciendo mejor que él:

«El general Franco, el hombre que pronto vendrá a Barcelona, ha elegido como instrumento de gobierno la corrupción. Ha favorecido la corrupción. Sabe que un país podrido es fácil de dominar, que un hombre comprometido por hechos de corrupción económica o administrativa es un hombre servil. Por ello, el Régimen ha fomentado la inmoralidad de la vida pública y económica. Como se hace en ciertas profesiones indignas, el Régimen procura que todo el mundo esté sucio, todos comprometidos. El hombre que pronto vendrá a Barcelona, además de un opresor, es un corruptor».

¡Con qué celo lo imitó!

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