Antoni Fernández Teixidó - Tribuna Abierta

El desconcierto

Cuanto más unos y otros apelan a la unidad, más se profundiza la división

Vivimos días en Cataluña de huera retórica, soflamas recurrentes, e insidiosas amenazas. En la víspera de la sentencia del Tribunal Supremo sobre el Procés, crece la algarabía. El panorama de fondo es desolador. El Govern no gobierna, el Parlament no legisla y tenemos los catalanes la certeza de que la vida política e institucional del país está profundamente depauperada. Diríase que, en buena medida, en nuestro comportamiento diario damos por descontado que la acción de gobierno ha dejado de tener efectos relevantes.

Los partidos políticos independentistas andan a la greña. La fractura es extraordinaria. El combate entre Junts per Catalunya y ERC para detentar la hegemonía del nacionalismo soberanista, es durísimo. Todo vale.

Cuanto más unos y otros apelan a la unidad, más se profundiza la división. En las organizaciones de base –ANC y Òmnium- el desconcierto crece imparable, pues la militancia independentista de partidos y asociaciones descubre el carácter errático de sus dirigentes, e intuye el esfuerzo colosal de éstos por acomodar las expectativas del movimiento a sus intereses políticos inmediatos. Progresa la desconfianza puesto que se comprueba que todas las expectativas del 2017 y 2018 se van diluyendo irreversiblemente.

La proximidad de las elecciones del 10 de Noviembre lo amplifica todo y la confrontación política se despliega con un ruido ensordecedor. Constitucionalistas contra independentistas y graves enfrentamientos en el seno de cada uno de los dos bloques.

Observamos los catalanes tanta batahola con el ánimo suspendido, convencidos de que la inminente sentencia multiplicará aún más los efectos adversos arriba descritos. Esta es la cuestión clave. El movimiento independentista, en general, y Puigdemont y Torra en particular, saben que la respuesta a la decisión del Tribunal Supremo es el nudo gordiano de la actual fase del Procés. La materialización de la misma condicionará decididamente las posibilidades de la eventual separación de Catalunya y marcará muy probablemente el desenlace final del Procés. Sorprende, asimismo que no se trate tanto de la naturaleza del fallo y de las hipotéticas penas, cuanto del grado de intensidad de la respuesta popular. Anda todo el movimiento descorazonadamente desconcertado pues la última referencia de la que dispone es la tibia, casi inexistente, presencia del independentismo en la calle para conmemorar el 1 de Octubre, fecha ritual que pasó poco menos que desapercibida ante el grueso de la ciudadanía, inquietando profundamente a los dirigentes y a su base militante. Si no crecen el ánimo y el coraje del soberanismo todo, no hay salida para el Procés. Si el movimiento independentista no recobra la confianza en sus fuerzas le espera, a mi juicio, un lento y amargo declinar. La sentencia y la eventual respuesta de los independentistas dará la exacta medida de qué podemos esperar para los próximos años.

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