Fernando Conde - Al pairo

Soledad

«De qué sirve vivir tanto si el final del camino es sólo un paseo en solitario, un andar haciendo caminos... sobre la nada»

«...ser libre, tener el ojo avizor, la voz que vibre, ponerme por sombrero el universo, por un sí o por un no... despreciar con valor la gloria y la fortuna... sólo al que vale reconocer los méritos... Renunciar para siempre a cadenas y protocolos. Posiblemente no volar muy alto, pero solo».

Pero solo... se decía a sí mismo, acodado sobre el escritorio, el irreductible Cyrano de la memorable versión que filmara y firmara Rappeneau para el cine . Toda una declaración de principios, un manifiesto sobre el que cimentar una vida. Pero no una vida cualquiera, sino una vida, por encima de todo y ante todo, libre. Porque la libertad, ya sea de pensamiento, palabra u obra es lo que aproa y da sentido al personaje que encarna Depardieu en la película. Pero es esa libertad elegida una libertad que lleva aparejada la soledad (pero solo, admite el protagonista). Una soledad, por tanto elegida y consciente . Sin embargo, en la sociedad actual la soledad que impera no es una soledad elegida como la de Cyrano sino una soledad impuesta. La sociedad de la comunicación y la intercomunicación ha generado, como un tamo vergonzante, una soledad tan visible como incongruente. Se dice que en España viven en soledad alrededor de tres millones de personas (casi 300.000 en Castilla y León), que en su mayoría son personas de edad avanzada. La expectativa de vida en España -y más aún en esta olvidada comunidad- ha crecido de forma exponencial en las últimas décadas. La eterna vida, que no eterna juventud, está cada día más cerca . Pero, de qué sirve vivir tanto si el final del camino es sólo un paseo en solitario, un andar haciendo caminos... sobre la nada. El hedonismo que todo lo impregna en la sociedad moderna es declarado enemigo del compromiso, del agradecimiento y de la experiencia ajena. Hoy nadie quiere cargas vitales sobrevenidas, y los viejos a veces lo son . De ahí que hayamos inventado esos depósitos humanos que descargan la impedimenta y, de paso, nuestras consciencias.

Chus Matía le hablaba hace poco a quien esto subscribe de ciudades en las que las personas vuelvan a esta conectadas: del tendero que echa de menos al vecino de la cachaba, que hoy no ha bajado a por el pan o a por sus medicinas; de la vecina que no abre la puerta para esos buenos días de todas las mañanas; de la señora que vive en el quinto y no ha salido aún a tender la ropa en el patio. Le hablaba de ciudades más humanas , ciudades como los pueblos de antes, ciudades conectadas por y en lo humano, en las que la soledad no tenga asiento porque siempre habrá alguien sentado a tu lado.

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