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El policía jubilado Pedro Mielgo, durante su declaración - POOL
JUICIO POR EL CRIMEN DE CARRASCO

Una llamada al 112 hace dudar del relato del policía clave en el crimen de Carrasco

El presidente del tribunal le investigará tras el juicio por posible falso testimonio

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El juicio por el asesinato de Isabel Carrasco dio ayer un giro inesperado. Una llamada telefónica al 112, no reconocida como propia por el policía jubilado que propició la detención de la asesina, Montserrat González, y de su hija, Triana Martínez, ha puesto en cuestión la credibilidad de este testigo que hasta ese momento había hecho una declaración que parecía impecable. Las defensas solicitaron al presidente del tribunal la apertura de una investigación por falso testimonio, lo que en efecto se llevará a cabo pero cuando termine la vista oral, según fuentes jurídicas consultadas por ABC.

«Lo ocurrido no modificará el objeto del veredicto», señalan las fuentes, aunque sorprende que el jurado se ponga a deliberar sobre el mismo sin saber si en efecto el agente ha mentido al menos es una parte de su relato.

La única explicación es que el presidente del tribunal considera que este punto no es esencial para que el jurado valore si las acusadas son responsables o no de los hechos que se les imputan.

Jadeando

La llamada en cuestión, que se escuchó hasta seis veces en la sala a petición de las partes, se produjo a las 17:19:47 del 14 de mayo de 2012, apenas cuatro minutos después del asesinato. En ella se oye cómo un hombre, jadeante porque parece correr o andar muy deprisa, relata a la operaria del 112 que ha perdido el rastro de la mujer que ha disparado contra otra. A petición de la teleoperadora hace una descripción de ella algo atropellada. Se oye una sirena de la Policía Local, el comunicante pide «un momentín» o «un momentico» -no se aprecia claro-, y al final grita a alguien que parece ser un agente «¡esta es, mírele el bolso!».

El abogado de la defensa de Montserrat y Triana preguntó al policía jubilado Pedro Mielgo si era él el de la llamada: «Yo creo que no soy ese, no llamé a nadie»... La sorpresa fue total, porque es fácil comprobar este dato, toda vez que los números quedan grabados en el 112. Y aumentó después de que su mujer, tras escuchar dos veces la grabación, admitió que su marido le había dicho que había llamado por teléfono al 112 y finalmente, no sin ciertas dudas, reconoció su voz... Las defensas pidieron la apertura de una investigación por falso testimonio.

El relato de Manuel Aller, un segundo ciudadano que también persiguió a la asesina, aún fue más contundente, pues aseguró que vio al policía jubilado hablar por teléfono por la calle Colón. Y por si fuera poco uno de los policías locales que detuvieron a Montserrat González tras ser alertado por Pedro Mielgo aún sembró más dudas al afirmar que él también observó hacer lo mismo...

En la declaración policial del mismo día del asesinato, Pedro Mielgo dijo que había llamado al 112. Ya en sede judicial, el 23 de mayo, dijo a preguntas de la instructora que «intentó llamar al 112, pero se le cortó, le resultó difícil hacer la llamada mientras iba detrás de la mujer», y cuestionado por el fiscal insistió en que «llamó al 112 y la llamada duró muy poco, no consiguió entenderse con ellos».

«Primero consideramos que madre e hija estuvieran separadas, luego que no era inapropiado juntarlas», señala la jefa de la investigación

Tras prestar declaración, Mielgo insistió a ABC en que «no llamé al 112» y añadió que una mujer que estaba en la sala le dijo que era su marido el que hablaba. Ningún testigo lo corroboró.

Otra de las respuestas del policía jubilado sorprendió también, porque afirmó que la persecución duró «unos quince minutos», aunque por los horarios de las llamadas al 112 no se prolongó más allá de diez.

El problema ahora es que la valoración del testimonio del policía jubilado por parte del jurado puede cambiar radicalmente. Si no ha dicho la verdad en esto -habrá que esperar al resultado de la investigación-, sobre los detalles del resto de circunstancias pueden surgir igualmente dudas. En especial, si como dijo ayer Montserrat, «no entró en ningún garaje, no hizo paradas; siempre estuvo andando muy deprisa y llevaba la mano siempre en el bolso, sujetando el arma». La asesina dijo por su parte que tiró el bolso con el revólver en la rampa del aparcamiento, situado en el primer tramo de Lucas de Tuy, y Triana que fue allí donde lo recogió porque pensaba que su madre había utilizado el arma reglamentaria de su padre, «lo que le podía causar un problema serio».

Por tanto, Montserrat niega que ambas quedaran en el pasadizo de la plaza del Mercado de Colón después de que llamara a su hija tras el asesinato, como contaron al principio, según ellas por indicación de los dos policías llegados desde Burgos. Ahora sostiene que esa comunicación es anterior a la muerte de la presidenta de la Diputación de León y que Triana apareció por Lucas de Tuy porque quería ir a buscarla para saber qué había hecho. Esta versión debilitaría la existencia de un «plan criminal perfectamente diseñado», y con él desaparecería la cooperación necesaria en el asesinato alegada por las acusaciones.

El último testimonio importante del día fue el de la inspectora jefa de la UDEV de la Comisaría de León, que instruyó las diligencias policiales. Aclaró algunos aspectos de la actuación de sus compañeros llegados de Burgos, como es el hecho de que no está prohibido que dos personas detenidas por asesinato puedan estar juntas.

«Primero se pensó que era bueno que no se comunicaran entre ellas; luego, tal como estaban las cosas, consideramos que no era inapropiado», explicó la inspectora. Añadió que Montserrat y Triana se quedaron con los policías de Burgos en unas dependencias y que ella les ordenó que no las dejaran solas, algo que las acusadas afirman que no se cumplió. «Los compañeros me contaban las cosas que decían; muy pronto la madre se declaró culpable, exculpó a su hija y anunció que quería declarar. Más tarde me contaron que le había dicho a Triana que eso se tenía que acabar y que lo iba a contar todo, a lo que ésta respondió: «No digas nada, que es policía», en referencia a la persona que tenía el arma.

«Fue casualidad»

«No sabíamos si era policía nacional o local, nos reunimos para decidir cómo actuar. Al poco tiempo se produjo la llamada de Raquel a nuestro compañero Nacho, al que conocía de antes, diciendo que había encontrado el arma en su coche. Fue casualidad», dijo la jefa de la investigación. Y precisó que cuando se las juntó no se hizo con el fin de engañarlas, «lo hicieron espontáneamente; quizá se les dio un trato muy amable, por ser familia de compañeros, y ahora se está dando la vuelta a la cosa. No está prohibido hablar con un detenido sin la presencia de su abogado si el implicado accede».

Otro punto delicado fue el hecho de que los agentes de Burgos mintieran a la juez al decir que estuvieron en casa de Raquel. «No es necesario que en la comparecencia figuren todos los policías que están en una diligencia -indicó la testigo-; pero debían haber dicho la verdad. Cuando me lo contaron me molesté y les dije que hablaran con su señoría». Comparecieron, pero en junio y en comisaría.

Respecto a Raquel Gago dijo que al principio no se la detuvo porque su testimonio parecía coherente, aunque con lagunas para investigar. «Al día siguiente nos llegaron los datos de las llamadas e hicimos un informe al juez para que lo tuviera antes de que declarara. De haber tenido esa información antes, la hubiéramos detenido».

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