Fernando Conde - Al pairo

Los «iconocastas»

«Ha demostrado Pablo Fernández en esta legislatura tener una notable altura política y un buen olfato, los suficientes al menos para que Herrera le respetara»

El aterrizaje en nuestra democracia de Podemos ha cumplido hace apenas quince días su primer lustro -quizá no cumpla el segundo-. Desde el mismo momento de su alumbramiento algunos ya vaticinábamos, sin necesidad de consultar al oráculo de Delfos o de ofrecer sacrificios a la Sibila de Cumas, que la formación naciente sería un partido con todas las mimbres y defectos del comunismo más acendrado y retrógrado, es decir, un partido en el que el personalismo y la adoración cuasidivina hacia el líder estaría por encima de todo y de todos.

Nacía la formación morada, además, asociada al ecosonante nombre de un personaje histórico, lo que en el imaginario colectivo podía llevar a confundir al socialista Pablo Iglesias con el pijoprogre de la coleta y las pulseritas.

Aquella aventura podría haber sido una aventura más de Los Cinco de Enid Blyton . Cinco eran cinco los apóstoles iniciados. Todos ellos unidos por un lugar común -cierta facultad de tuforancio-, y por u n socialismo más teórico que vivido en carne propia . Aquellos cinco, además del icónico líder, eran: una rica mujer llamada Bescansa , el camarada pseudointelectual Monedero , el más «alegre» de todos, un tal Luis , y quizá el único que de verdad creía, al menos al principio, en un proyecto político regenerador, el siempre adolescente Errejón .

Cinco años después el vaticinio se ha cumplido cumplidamente. De aquel grupo que empuñaba en Vistalegre la Internacional a voz en grito sólo queda ya el amado líder. A unos los ha apartado de la foto su amor al dinero extraño -caso Monedero-, a otros sus discrepancias con la réplica chinesca de papaíto Stalin -caso Bescansa y Alegre-, y al último, su necesidad de seguir estando en primera línea. Pero en Podemos y en sus franquicias hay mucha más gente. En Castilla y León , donde Podemos es otra clase de Podemos -también se ha escrito aquí-, el líder es, al menos, bastante más coherente que su homólogo nacional. Ha demostrado Pablo Fernández en esta legislatura tener una notable altura política y un buen olfato, los suficientes al menos para que Herrera le respetara -cosa no siempre fácil- y para eclipsar casi por completo la ya de por sí mortecina luz del líder socialista, un Tudanca que, como Hamlet , se ha pasado la mayor parte de este tiempo comido por la duda del ser o no ser.

Sin embargo, en una formación que, como el caso de Ciudadanos, ha vivido más de la imagen nacional que de los logros regionales propios, el ascenso o el descenso en las próximas urnas estará supeditado a aquella. Y en Madrid los del discurso de la casta han pasado de ser iconoclastas a «iconocastas» . O sea, iconos de la casta. Mal augurio.

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