Artes&Letras

Escrituras colindantes

La colección Maravillas Concretas recupera tres poemarios inéditos de Fermín Herrero, ahora reunidos bajo el título de «Alrededores»

El poeta soriano Fermín Herrero F. HERAS

WILLINTON TRIANA CARDONA

Fermín Herrero es uno de esos poetas en el alero, que a fuerza de observar y tratar de atestiguar el mundo que le rodea, ha ido depurando no sólo su visión del mismo, sino además la expresión que lo nombra. Es decir, que ante la complejidad creciente de una semántica vital, ha decidido cobijarse como el gorrión en el borde del tejado, a ver llover. Esto se ha traducido en el abandono de cierto retoricismo cultural y del afán por intelectualizar la comunicación poética, en favor de la naturalidad del discurso y de una poesía mucho más cargada de emoción, que le ha valido ya un buen número de premios importantes y un merecido reconocimiento en el panorama de la poesía española contemporánea.

En los últimos años, Herrero ha recuperado algunos de sus libros inéditos, escritos todos en torno al cambio de siglo, y los ha ofrecido a la imprenta para disfrute de sus lectores, quienes pueden ahora comprender mejor ese tránsito del hermetismo primero a la claridad conmovedora de sus últimas obras. Así han ido apareciendo libros como Inmediaciones o Fuera de encuadre, y en esa misma línea se encuentra también el que nos ocupa, Alrededores: una esmerada y elegante edición de la Fundación Jorge Guillén y de la Diputación de Valladolid, dentro de esa colección que no deja de procurar alegrías a los amantes de la poesía y que se llama Maravillas Concretas.

Las obras rescatadas desvelan el tránsito desde el hermetismo inicial a una claridad conmovedora

Alrededores es la reunión de tres libros diferentes -Cordillera, Fuera el jardín despojos y La sequedad, las nubes- que testifican esa voluntad de cambio a la que nos hemos referido antes. El más antiguo, Fuera el jardín despojos, está convenientemente colocado en el medio de los otros dos, para distanciarlos y ofrecer así un conjunto más armónico. Es, sin duda, el que responde más a esa poética inicial de Herrero, que se hallaba subordinada a la concepción sistemática de que la realidad es innombrable y, por ello, «toda palabra es síntoma de carencia». La introspección planteada en estos términos tiene como resultado un análisis cerebral e implacable, fuente primera de un existencialismo depresivo: «Esa es mi condena: seguir negándome en vano». A pesar de ello, ya se encuentran presentes en estos poemas las constantes fundacionales de la obra poética de Herrero: la utilización de la memoria como material de primera mano, una métrica que baila al son de la sintaxis y un cristalino pesimismo castellano, nítido como una helada y acogedor como el fuego del hogar.

Cordillera y La sequedad, las nubes, sin embargo, están en el ámbito de lo que ya vimos publicado en Inmediaciones: las alusiones oscuras y las subjetividades veladas dan paso a un lenguaje no necesariamente más sencillo pero sí más claro, es decir, a una expresión más natural. La palabra ya no es el enemigo, sino herramienta de trabajo, un elemento más de la naturaleza que rodea al poeta: «Tú conoces también la intimidad / de nieve que aventura la página / en blanco, la luz muriendo mientras toda / la vida te cercan las palabras».

A pesar de la variedad de tono de intención de las distintas partes, una voz propia atraviesa todo el poemario

Aunque en algunos momentos se aprecia cierto carácter epigramático, no muy habitual en el resto de la obra de Fermín Herrero, la memoria sigue siendo la materia prima para rellenar esa página en blanco: «El recuerdo / es un relámpago sobre el alambre / de cada verso». De este modo, a pesar de la variedad de tono y de intención de las distintas partes que conforman Alrededores, es indiscutible que una voz propia atraviesa el poemario de principio a fin, aportando una serie de matices, quizá marginales o más bien aledaños a la escritura de Herrero, que de algún modo sostienen y amplifican el resto de su producción.

Otra de las piezas esenciales de la poética de Fermín Herrero es la capacidad de armonizar métrica y sintaxis, de manera que el discurso fluye con un sólido ritmo interno sin por ello dejar a un lado la medida exacta del verso. Gran parte de este mérito radica en un hábil manejo del encabalgamiento que, sin perjudicar a la musicalidad de la frase, introduce el silencio como variable esencial en la ecuación poética: «En la fisura entre estas dos / palabras está el poema».

En definitiva, hay que reconocer la valentía de Fermín Herrero al atreverse a mostrar estos terrenos fronterizos de su obra y, al mismo tiempo, hay que felicitarle por esforzarse en los límites de su propio trabajo, por hallar la forma de ofrecer una obra poética honesta en sus etapas y sus detalles, y por perseverar en esa aspiración con integridad y sin complejos, con la lucidez razonable y sincera del que pasa sin hacer ruido.

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