Un SOS de emergencia desde Segovia hacia Mozambique

El sacerdote segoviano Jesús Torres, que durante 30 años fue misionero en el país africano, emprende una campaña de recaudación de fondos para ayudar a la zona devastada por el ciclón Idai

Jesús Torre, durante su misión en Mozambique ABC

ISABEL JIMENO

«Hecho polvo». Así, sin matices, expresa Jesús Torres cómo se siente desde que hace unos días conoció que el ciclón Idai había asolado Mozambique , que la fuerza del viento –de hasta 230 kilómetros por hora- y el agua habían hecho añicos la que durante 30 años fue su casa, un territorio ya de por sí pobre. Desde entonces, a miles de kilómetros, desde la provincia de Segovia, no ha parado en busca de solidaridad para ayudar a su hogar y a quienes son su «familia». Su corazón ha quedado también roto, pues «a África debo lo que soy», reconoce este párroco segoviano, quien, pese a regresar hace unos años a su tierra natal, tiene sus raíces hundidas para siempre en el país africano.

De allí había regresado pocos días antes de que la fuerza de la naturaleza se llevase por delante las precarias casas, los tejados de chapa y uralita que tanto les sirven de cobijo también volasen como puñales arrastrados por la fuerza del viento y tampoco dejase indemnes a los edificios más robustos. Había estado precisamente en Beira, la ciudad en la que durante 22 años trabajó, volcado especialmente en la labor formativa, y una de las zonas más afectadas por el ciclón.- «El 90 por ciento de la ciudad es inhabitable», señala para dar muestra de la dimensión de lo ocurrido. «No sabía que aquel día –el 18 de febrero, precisa- me estaba despidiendo de esa ciudad que ya nunca volveré a encontrar», dice emocionado y consciente de que las calles por las que hace unas semanas paseó ya no serán iguales, que habrá personas que ya no verá...

«A veces, se sufre más desde la distancia»

«No volveré a esa Beira», en la que habitó en un «suburbio lleno de miseria y vida», lamenta Jesús Torres, que en sólo unos días ha pasado de la «ilusión» y la inyección de vida y «oxígeno» que había recibido en su viaje «especial» de regreso a Mozambique tras casi dos años sin poder hacerlo por un infarto que le dejó muy tocado, a la pena, la tristeza... «Poner rostro» a la desgracia es «terrible», comenta. «¡Te cae como una bomba!», exclama, y eso que, como recuerda, al enterarse de lo sucedido por «unas fotos que me mandaron» no imaginaba «que sería tanto».

Después, al «ver la magnitud» de la tragedia, llegó la «angustia de no poder comunicar», de no saber más. «A veces, se sufre más desde la distancia». «¡He llamado 200 veces a los números!» de sus contactos allí, señala sin exagerar. Tras muchos intentos, lo logró, y a medida que pasa el tiempo las noticias «son peores». Datos «concretos» de aldeas que ya no existen, cientos de personas desaparecidas... Desde allí, aunque con dificultades por la falta de electricidad, le mantienen al día, y Jesús Torres, con cierto lamento por la escasa repercusión que el suceso ha tenido a nivel internacional, se ha empeñado en que los mozambiqueños no estén solos en su lucha por sobrevivir a sobrevivir.

«¡He llamado 200 veces a los números!» de sus contactos allí, señala sin exagerar

No puede olvidar lo que «para mí ha sido ¡mi vida!», dice con el rostro iluminado en una conversación en la que la tristeza empaña su mirada. Y ahora desde España está volcado en conseguir ayuda, consciente de que llevará «mucho tiempo» reconstruir lo que Idai ha asolado, con la duda de si «será posible» levantar su Beira donde estaba y sin aventurarse a poner fecha para que llegue a ser algo similar a lo que el ciclón se llevó. Eso sí, convencido de que «seguro que si voy, encuentro alegría en las personas en Beira». «No perderá la alegría. Te lo aseguro», señala, a la vez que clama: «¡Tenemos tanto que aprender de África!». «Tienen otra manera de ver las cosas. Capacidad de sufrimiento infinita, porque realmente conviven con el sufrimiento y la necesidad y aprenden a superarlo», destaca, en contraposición a «nosotros, que ante la mitad nos quedamos derrotados».

«¡Tenemos tanto que aprender de África!». «Tienen otra manera de ver las cosas. Capacidad de sufrimiento infinita, porque realmente conviven con el sufrimiento y la necesidad y aprenden a superarlo»

Pero ni siquiera es momento casi de pensar en es futuro. «Ahora es la pura emergencia. Que la gente sobreviva», recuerda que le dijeron desde Mozambique. «Necesitamos cariño, que nos hagan creernos que no estamos solos», rememora Jesús Torres que el dijo el obispo en una primera conversación, en la que no le ocultó incluso el «miedo» a «cómo reconstruir esto».

«Hay que estar ahí. Acompañar», señala este sacerdote ahora el frente de las parroquias de Aguilafuente, Aldea Real, Lastras de Cuéllar y Sauquillo de Cabezas. Y, por ahora, «la gente está respondiendo bien. Y con sentimiento», apostilla.

Cuentas abiertas

En las cuentas abiertas para los donativos (ES42 2038 7622 5930 0002 1443 ó ES87 2038 7670 2330 0001 0559), en tan sólo unos días, ha recaudado unos 25.000 euros. «Hay que estar y dar, y escoger los cauces por los que damos, que nos merezcan confianza. No dar de cualquier manera para que dejen de intranquilizar mi conciencia», advierte Jesús Torres, quien, con treinta años de experiencia en África, sabe muy bien la importancia de cómo enviar y manejar allí la ayuda. «No hay que hacer las cosas para la gente, sino con la gente», puntualiza. «Hay que ayudar, no imponer».

La fórmula mágica a la que apela «kufunana», el vocablo mozambiqueño para expresar el ayudarse unos a otros. «Ellos poner lo que tienen, y nosotros, lo que no tienen»

La fórmula mágica a la que apela «kufunana», el vocablo mozambiqueño para expresar el ayudarse unos a otros. «Ellos poner lo que tienen, y nosotros, lo que no tienen», resume. "Con kufunana se va muy lejos", apunta. Y él está dispuesto. «Si pudiese, me iba ahora», señala Jesús Torres a sus 74 años, quien regresó hace unos años de es África en el que es consciente que la vida te castiga más, «¡Pero es tan bonito! ¡Tiene un embrujo!». Sabe que ahora no será, pero el año que viene ya lo tiene apuntado, consciente de que regresó a España porque ya tenía «una edad» y «allí tienes que estar a tope. Si no, te conviertes en una carga».

Pero eso no significa que lo deje aparcado hasta entonces. «Seguro que me van a llamar pesado porque voy a seguir martilleando», advierte, pues sabe por experiencia que la ayuda no sólo es necesaria en el primer momento, sino que se debe mantener en el tiempo, y más ahora, ante la mayor catástrofe que ha azotado al país africano, en el que en el año 2000 ya vivió unas inundaciones que obligaron a algunos a estar una semana «en los tejados», pero «no tuvieron nada que ver con esto».

Jesús Torres sabe que queda todo por hacer para reconstruir una zona en la que «se ha destruido casi todo», que si la situación ya era «precaria» ha empeorado. Aún así, no se rinde, mientras apela a la solidaridad española y confía en la fortaleza del pueblo mozambiqueño que tanto le ha enseñado, que no puede olvidar y por el que ahora llora para resurgir.

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