David Frontela - VÍA PULCHRITUDINIS

Odio a mi vecino

«Antes mandaba un buen o mal gobierno pero ahora lo hace un YouTuber de dieciséis años mientras su madre le prepara la merienda»

David Frontela

Stanley Migram en 1963 hizo un experimento en Yale para demostrar qué serían capaces de hacer ciudadanos normales -como usted y como yo- si se lo pedía el Gobierno. El objetivo era entender por qué Hitler había sido capaz de convencer a los alemanes para hacer lo que hicieron. El resultado fue desolador; el 62% de los participantes hizo lo que les pedía la autoridad. Medio siglo después, Jean-Leon Beauvois, repitió el experimento cambiando al gobierno por la televisión como encargado de «dar las órdenes». La reedición del experimento fue todavía más preocupante; el 81% de los participantes sometió a sus vecinos a un dolor insoportable porque contaban con la autorización de un programa de entretenimiento.

Hoy, en 2020, ya nadie cree que la televisión o el gobierno tengan poder como para que la gente les haga caso pero cuando esos gobiernos o los partidos que los sustentan dicen hablar inspirados por Facebook o Twitter la cosa cambia. Si citan un tweet afirman sin rubor que son «el pueblo», «la gente» o «los españoles» los que hablan. No importa que usted no utilice las redes, quienes debieran gobernarnos son quienes obedecen por usted para legislar conforme a sus dictados. El propio Obama ganó unas presidenciales con un discurso para las redes y todos aplauden su éxito.

No importa, por tanto, que usemos o no las redes y subamos nuestras fotos de las vacaciones al ciberespacio, lo que importa es que los pilares de la democracia están en manos de las órdenes recibidas de una autoridad suprema que nadie conoce. Poco importa si las redes mandan en el poder o el poder en las redes.

Milgram y Beauvois pidieron a los participantes en sus experimentos que sometieran a descargas eléctricas a otros participantes, ahora nos piden que odiemos al diferente o amemos incondicionalmente al elegido. El poder, en directo o en diferido, sigue dictándonos qué hacer y nosotros seguimos obedeciendo. Antes mandaba un buen o mal gobierno pero ahora lo hace un YouTuber de dieciséis años mientras su madre le prepara la merienda. En las discusiones de bar nosotros deberíamos pensar si realmente odiamos al vecino o si lo hacemos porque nos lo ha mandado alguien desde el cuarto de baño de un instagramer en nombre de la democracia directa.

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