Avispón versus abeja

Uno pensaba que el ejemplo más ilustrativo de la pujanza de las economías orientales era el de los bazares chinos del todo a cien que jalonan nuestras calles, muestra prosaica del mundo globalizado. Esas tiendas repletas de quincalla variada, donde se aprovecha al máximo cada palmo, cuyos hacendosos dueños o dependientes ejercen de modernos buhoneros a diario, laborables y fiestas de guardar, con todo tipo de género. De los calcetines de hilo al aguarrás, pasando por el pegamento, el táper o el pintauñas.

Craso error, porque la hegemonía de aquel continente también se plasma en los insectos. Un dominio biológico que nos puede traer de cabeza. En las comarcas burgalesas de Las Merindades y el Valle de Mena ya campa a sus anchas la avispa asiática que ataca sin piedad a nuestra sufrida abeja hasta matarla, entre la alarma de los apicultores.

Tras llegar a Francia hace una década en un cargamento procedente de China, la voraz «vespa velutina» se ha detectado en numerosos lugares del norte de la Península Ibérica, de clima húmedo y templado. Por eso existen temores ante su próximo asalto a El Bierzo. Así, en una década habrá colonizado la totalidad del territorio español al actual ritmo invasivo.

Esta especie exótica ha llegado para quedarse. Habrá que habituarse a convivir con ella. Como Ciudadanos y Podemos en el panorama político, y ya no hay Arriola miope que lo niegue. Al igual que el cangrejo rojo americano en los ríos. Los perjuicios tanto a la apicultura como a la flora, por la función polinizadora de las abejas, resultarán evidentes según los expertos. Ojalá que su futuro no sea permanecer, contrita, en su celdilla, evocando el célebre logotipo de Rumasa. Aquí no vale la expropiación de cuño felipista, sino un protocolo serio de actuaciones.