Será juzgado por dar una paliza a su mujer en Ocaña durante horas

La víctima se maquilló para que la Guardia Civil no se diera cuenta de las graves lesiones en su cara

ABC

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«Personados en la vivienda agentes de la Guardia Civil, tras llamar al timbre y ser contestados por M. M., tuvieron que esperar diez minutos para que la citada les flanqueara la puerta; tiempo que la misma aprovechó para, atemorizada, maquillarse de forma tal que pudiera ocultar los menoscabos físicos padecidos sobre su rostro ».

Este relato de hechos es un extracto del escrito de acusación del fiscal Juan Luis Ortega contra un georgiano que comparecerá en la Audiencia Provincial de Toledo el próximo martes. A este hombre, que utilizaba hasta seis identidades falsas y sobre el que pesa una orden europea de detención y entrega a las autoridades judiciales de Bélgica, se le acusa de propinar una brutal agresión a su esposa durante horas en el domicilio conyugal.

Debido a esta paliza, ella sufrió numerosas fracturas, principalmente en la cabeza, el cuello y el tórax, además de múltiples hematomas en brazos y piernas. Sin embargo, no está previsto que la víctima declare en el juicio, ya que el acusador público desconoce su paradero. Ante esta situación, se dará lectura a la declaración que la mujer hizo en el domicilio.

El ministerio público pide para el procesado nueve años y once meses de prisión por un delito de homicidio en grado de tentativa. También concurren las circunstancias agravantes de género y de parentesco. Además, solicita que el reo no pueda aproximarse a su mujer, con una distancia mínima de quinientos metros, ni comunicarse con ella, durante doce años. Él está en prisión provisional desde el mismo día que fue detenido.

Usaba seis identidades y sobre él pesa una orden de detención y entrega a las autoridades belgas

Los hechos que relata el fiscal sucedieron en un piso de Ocaña donde la pareja residía desde hacía pocos días. Entre las últimas horas del 3 de abril de 2017, lunes, y las dos de la madrugada del día siguiente, los vecinos escucharon gritos y silencios inesperados procedentes de ese domicilio.

En el interior de la vivienda, un georgiano y su esposa. El fiscal desconoce el motivo por el que el hombre atacó a su mujer con el propósito de matarla. Ella recibió golpes «de forma indiscriminada y por todo su cuerpo», afirma el ministerio público, sin que la víctima pudiera defenderse. Solo gritaba, y sus alaridos los acallaba su marido con nuevos golpes. Luego silencios repentinos y más chillidos.

Esta situación se prolongó, al menos, hasta poco antes de las dos de la madrugada. «Asustados por esta secuencia de golpes-chillidos», apunta el fiscal, vecinos del inmueble avisaron a la Guardia Civil. Unos agentes se personaron en la vivienda y llamaron al timbre del piso de donde procedían los golpes, gritos y silencios. La mujer contestó pero no abrió inmediatamente. Diez minutos después, la víctima abrió la puerta. Ella, atemorizada, había aprovechado ese tiempo para maquillarse con la intención de ocultar las lesiones en su cara. Sin embargo, las señales en su rostro eran evidente. Por ello, los guardias detuvieron al marido.

Incapaz de estar de pie

Su esposa, en cambio, no quiso asistencia médica y tampoco el traslado a un centro hospitalario en aquel momento. Pero seis horas más tarde, sobre las ocho de la mañana, un guardia civil acudió al domicilio, donde se encontró a la mujer aturdida e incapaz de mantenerse en pie.

El agente la auxilió para trasladarse a un hospital, donde la víctima fue operada urgentemente por las lesiones externas e internas que tenía por todo el cuerpo: traumatismo craneal, múltiples fracturas en la nariz, en el ojo izquierdo, en las mandíbulas y hasta la rotura de un diente, concretamente un incisivo. También múltiples fracturas costales y en algunas vértebras, además de numerosos hematomas en la espalda, brazos y piernas.

Luego ingresó en la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) durante tres días en estado muy grave. Y necesitó otros 66 días para recuperarse de las lesiones. Sin embargo, la mujer rechazó después todo tratamiento médico, en particular para las fracturas maxilofaciales, así como cualquier medida de protección frente a su marido. Tampoco quiso un examen psicológico ni una indemnización por los daños padecidos.

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