Pasan dos noches con el cadáver de su padre en su casa de Villamiel por el temporal Filomena

Otras tres personas duermen una noche en un coche por no dejar solas un par de vacas en este pueblo toledano

Anastasio fue enterrado el domingo a las tres de la tarde Cedida por la familia

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Anastasio, ferroviario jubilado de 97 años, murió en su casa de Villamiel el pasado viernes por la tarde acompañados de sus hijos Víctor y Olga, y de sus respectivas parejas.

Después de que un médico certificase su fallecimiento, telefonearon a una funeraria de Fuensalida para que fuera a por el cadáver. Pero el temporal Filomena no permitió que los servicios fúnebres lo recogieran hasta el domingo por la mañana.

Todo este tiempo, el cadáver estuvo ese tiempo sobre la cama de una habitación. «La situación ha sido terrible», asegura a ABC su hijo Víctor, aunque reconoce que «viendo la televisión, hay gente que lo ha pasado peor que nosotros».

El domingo pudieron inhumar a Anastasio gracias a Jesús Barroso, el enterrador del cementerio de Villamiel, quien con su tractor y un todoterreno logró abrir el camino para que un furgón fúnebre pudiera llegar hasta unos 20 metros de la casa.

Dormir con las vacas

La noche antes del fallecimiento de Anastasio, dos hombres y un menor habían pasado la noche dentro de un coche averiado con un remolque en el que transportaban dos vacas. Su dueño no quiso abandonarlas y sus dos acompañantes pasaron la noche dentro del vehículo junto a la iglesia. La agrupación de Protección Civil les facilitó mantas y su jefe, Cristóbal, pasó periódicamente para ver que no había sufrido hipotermia. «No hubo forma de convencer al dueño de las vacas y estuve angustiado toda la noche pensando en que podían morir porque hacía mucho frío y había ventisca», recuerda.

Al día siguiente, fueron a un bar para pedir ayuda y se marcharon después de cambiar las dos ruedas que se habían reventado. Los vecinos les habían facilitado dos neumáticos de un vehículo de otra marca. Como tenían poco combustible, se acercaron a una estación de servicio del pueblo, a un kilómetro y medio de distancia, pero se les rompió el embrague al llegar. Finalmente, un tractor se llevó el remolque con las dos vacas.

El coche con el remolque que transportaban las dos vacas Protección Civil de Villamiel

Además de esa intervención, los cuatro voluntarios de Protección Civil no han parado estos días en un pueblo de 900 habitantes. De reciente creación la agrupación -apenas dos meses-, desde que comenzó el temporal han llevado a sus vecinos alimentos y medicinas, además de inspeccionar que los contadores del agua no se congelaran, además de echar sal y retirar nieve. «Somos los servicios de emergencia más cercanos, porque en el pueblo no hay ni cuartel de la Guardia Civil ni Policía local», cuenta Cristóbal

Para la sal, los dos primeros días la echaron a mano y con unas palas de los sacos que transportaban en una furgoneta del Ayuntamiento. Luego, después de tres días nevando, se ofrecieron voluntarios para arrojar la sal con tractores. «Hasta el sábado nadie se había ofrecido y el lunes los vecinos empezaron a arrimar el hombro», asegura el jefe de la agrupación, cuyos integrantes parece que se han multiplicado «gremlins», aunque en la vertiente humanitaria.

Durante estos días, han regulado el tráfico rodado en la comarcal 4011 y también han llevado a las casas bombonas de butano de la gasolinera hasta que se agotaron. Hasta han transportado a mano pañales para personas mayores dependientes: de la farmacia a sus casas, algunas a más de un kilómetro y medio de distancia. «Por el medio de la carretera y con un frío del carajo», afirma Cristóbal. «No sé los kilómetros que hemos hecho este fin de semana. Seguro que más que los baúles de la Piquer», bromea.

«No tenemos un vehículo propio, pero no por la alcaldesa, sino porque es un agrupación activada hace dos meses», dice el responsable de la agrupación, que utiliza la furgoneta de los operarios del Ayuntamiento.

Dos voluntarios llevan pañales a personas dependientes Protección Civil de Villamiel

Cinco kilómetros andando por la nieve

Con las carreteras como estaban con el temporal, Cristóbal fue el primer día andando desde Huecas, donde vive, hasta las proximidades de Villamiel. En total, unos cinco kilómetros pisando nieve, que le cubría por encima de las rodillas, hasta que un compañero fue a recogerlo en su propio vehículo.

Los cuatro voluntarios de Villamiel durmieron sobre camillas para enfermos durante dos noches en la sede de la agrupación, un despacho acondicionado en la casa consistorial. «La alcaldesa, Cristina, chapó; no tengo palabras para ella porque lo organizó todo muy bien. Proveyendo y luchando para tener sal y no estar parados», asegura Cristóbal.

El responsable de la agrupación trabaja en el centro de Madrid como técnico de emergencias en el Samur-Protección Civil, con 20 años de servicio en ese puesto, desde el que ha atendido a víctimas del atentado terrorista del 11-M y del accidente de aviación de Spanair. Esa formación le ha permitido durante el temporal atender dos crisis de ansiedad, alguna cura por resbalones y hasta hacer una labor de psicólogo porque la gente «está nerviosa».

Opina que la gente no ha sido previsora. «Yo, tampoco; pensaba que no iba a ser lo que ha caído», reconoce Cristóbal, de 54 años. Su esposa, Fabiola (54), también es voluntaria de Protección Civil. Carlos, un electricista de 19, y Álex, un estudiante de 17 primaveras que se prepara para técnicos de emergencias, completan el equipo de Villamiel. «¡Esto es vocación!», se le llena la boca al jefe .

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