Antonio Illán Illán

Carmen Machi, ¡espléndida!

Rotundo éxito de «La autora de Las Meninas» en el teatro de Rojas

Antonio Illán Illán
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Título: La autora de las Meninas. Autor y director: Ernesto Caballero. Intérpretes: Carmen Machi, Mireia Aixalà y Francisco Reyes. Escenografía e iluminación: Paco Azorín. Vestuario: Ikerne Giménez. Música y espacio sonoro: Luis Miguel Cobo. Dirección de producción: Amparo Martínez.

Ernesto Caballero ha jugado a ser un poco George Orwell y a que su texto teatral La autora de las Meninas tuviera algo de la novela 1984. Pero la icosaédrica comedia, más que la visión profética orwelliana sobre una sociedad totalitarista situada supuestamente en un futuro cercano, es tan reconocible en su referentes, que no se puede pensar en una ficción puramente distópica, sino en un acercamiento a la realidad política y social de la España de hoy, que se vería muy fastidiada si llegara al poder lo que en la obra parece con toda seguridad el partido de izquierdas emergente Podemos (aunque se le llame “Pueblo en pie”).

No queda mejor parado el PSOE en algunas referencias coyunturales que el autor se permite para elaborar el mosaico teatral de la historia, en la que el PP aparece tangencialmente y al que, es curioso, no se le atiza con la saña que a los demás. Es decir, la crítica distópica tiene nombre y apellidos.

Pero, por suerte, la obra es mucho más importante que esas anécdotas reconocibles, es un sublime texto, demasiado conceptual a veces, sobre la impostura en general y la del mundo del arte en particular, sobre el engaño y el autoengaño institucionalizados, sobre el mal uso del poder, sobre las egoístas y ególatras mitificaciones del yo, sobre las convicciones tradicionales y sobre un mundo que se asienta en unos principios sin fundamento y en una mediocridad apabullante, en el que la cultura se ningunea, se desprecia y se utiliza para entontecer, y cómo el patrimonio ha dejado de ser un bien para quedar en mercadería al albur de los intereses de quienes detentan el poder y todos sus adláteres. Más que en lo político, se ha llenado Caballero de razones en lo social, en lo humano y en lo artístico. Y es aquí donde logra un discurso hilarante, con trazas de comedia y humor inteligente que llega perfectamente al público que sigue una trama muy cercana y fácilmente consumible.

Es evidente que La autora de las Meninas tiene algo de sátira distópica, en tanto en cuanto la acción de la comedia futurista se sitúa en 2037 y el contexto define a unos políticos que, por tapar agujeros en la economía de un país venido a menos, ponen en almoneda el rico patrimonio nacional. También satiriza a los catalanes y ello produce el regocijo del público. Critica a la iglesia y la religión; no en vano la protagonista es una monja que tiene el don de la pintura y es a la que se encarga la copia de Las Meninas; a esta monja le ocurrirá de todo: desde el arrebato, no se sabe si de locura o místico o de posesión diabólica; hasta la vanidad y el endiosamiento del artista y el pecado de la carne. No es ajena a presentar unos medios de comunicación domesticados y serviles.

También se puede ver un feminismo tópico y el vacuo lenguaje tópico de ciudadanos y ciudadanas. Bajo ese punto de vista la obra es pesimista y escéptica con una crítica feroz bajo la apariencia de comedia. Sin embargo, para caracterizar ese futuro, en el que no cabe el arte ni la cultura, Caballero se retrotrae al arte de las vanguardias del siglo XX: el futurismo, el dadaísmo y el arte conceptual en general, proyectando, como no puede ser de otra forma, el famoso urinario de Duchamp, que ha sido elegido por medio millar de expertos, críticos y artistas, como la obra de arte más influyente del siglo XX. Pues con este y otros ejemplos, que, por supuesto, contrastan con el figurativismo de Velázquez y LasMeninas, Caballero viene a defender que ese tipo de arte no solo no es arte, sino que es pura impostura y una verdadera estafa, que lo único que posibilita es que la mediocridad se instale en el universo del arte y que llegue a ser más importante el discurso y la retórica sobre la obra que la obra misma; pareciera como si, por el milagro de la palabra, cualquier objeto tuviera la posibilidad de ser arte y que la banalidad intelectualizada se exhiba en los museos burgueses y en el mercado, despreciando la mística del trabajo y ensalzando la ociosidad de la palabrería hueca. En el fondo, la comedia plantea un futuro apocalíptico para el arte y la cultura, donde se cercena la verdadera creación.

La autora de lasMeninas es una obra que tiene mucho meollo, quizá demasiado. Si fuera una película yo diría que le sobra metraje. Pero ni lo distópico, ni lo satírico, ni lo intelectualizado, ni lo artístico ni todo lo demás es una muralla para Carmen Machi y su soberbia naturalidad interpretativa. Sin desmerecer a escenógrafos e iluminadores, que hicieron un planteamiento muy moderno con la ayuda de lo audiovisual; sin hacer menosprecio alguno del director-autor y de los otros intérpretes, la monja Machi se echa la obra a cuestas y la eleva al éxito, como si fuera un titán, cambiando de registro, modulando la voz, equilibrando el gesto y trasmitiendo con todo su ser, ¡Dios mío! ¡qué grande! Es algo formidable lo que hace con el texto de Caballero esa actriz de vieja raza que es Carmen Machi. Y aún creció más cuando las réplicas escénicas se las daba la muy convincente Mireia Aixalà, que bordó un papel de persona política que vale para lo que sea, sumisa con sus jefes y temerosa de ellos por encima de todas las razones; y no menos crecía al enfrentarse con Francisco Reyes, potente de físico e insinuante en lo intelectual y lo carnal, pero un tanto desdibujado en la trama y, a veces, en la dicción.

Al final, todos contentos; el público entusiasmado aplaudió el trabajo con creces, no solo el de los intérpretes, sino el de toda la compañía que subió a saludar al escenario. El estreno en el Teatro de Rojas de La autora de las Meninas resultó un éxito rotundo.

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