«Pictogramando» Toledo ya

Los pensadores visuales, esas personas con trastorno de espectro autista, lo tienen muy cuesta arriba para moverse por la capital regional si no van acompañados

Un menú para pensadores visuales con Toledo al fondo H. Fraile

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Mary Temple Grandin es una zoóloga y etóloga estadounidense con trastorno de autismo. Doctora en Ciencia Animal, a sus 72 años es una referencia entre la comunidad autista, y de ella se ha filmado hasta una película biográfica.

Imaginemos que ABC invitase a Temple a pasar un fin de semana en Toledo, una de las ciudades españolas mejor posicionadas en cuanto a accesibilidad según un estudio de la consultora Idencity difundido recientemente. ¿Cómo sería su experiencia?

Las personas con trastorno de espectro autista , como Temple, tienen dificultades en la interacción social y en la comunicación con otros debido a una afección neurológica. Pero de esto no hay que deducir —es una etiqueta muy común— que no quieran estar con gente. Al contrario, desean comunicarse; el problema es que no saben cómo hacerlo y, generalmente, no entienden el lenguaje oral. Por eso se manejan mucho mejor con la información visual, pues necesitan anticiparse a lo que les vaya a ocurrir para evitar angustia.

Pero Temple no tendría nada fácil pasear sola por Toledo. Probablemente, su grado de ansiedad se dispararía en cualquier momento por la falta de accesibilidad cognitiva. Debería ir siempre acompañada porque la señalética, que ayuda a crear la imagen del entorno, brilla por su ausencia en la capital de todos los castellanomanchegos.

Los pensadores visuales, como se llama a las personas con espectro autista (TEA), tampoco necesitan un despliegue de carteles que abrume. Todo lo contrario; a veces la solución es un puñado de euros. Con unos sencillos dibujos apoyados con palabras, figuras esquemáticas o pictogramas, ellos se pueden desenvolver. Pero Temple, seguramente, no podría hacerlo sola en la Ciudad de las Tres Culturas, cuna de Alfonso X el Sabio, quien elaboró su extensa obra literaria apoyándose en dibujos e ilustraciones.

Secuencia que debe haber en un aseo adaptado para una persona con TEA APAT

En este viaje imaginario, pongamos que la ruta arrancase de la estación de autobuses o de tren. Sea una u otra, ninguna cuenta con accesibilidad cognitiva, por lo que habría que ir a esperarla para que la mujer no se perdiera en llegar a pie al casco histórico subiendo las escaleras mecánicas de Safont.

Atravesaría pasos de peatones que no tienen pictogramas pintados en el suelo, como sí sucede raramente en alguna ciudad española ; y alcanzaría finalmente la plaza de Zocodover gracias a su guía, la neuropsicóloga Laura Olmo, directora técnica de la Asociación de Personas con Autismo de Toledo (APAT).

Temple visitaría la Biblioteca de Castilla-La Mancha, en el alcázar, donde Laura le contaría que no iba a ver ninguna explicación con dibujos que le ayudara a entender el contenido en cada sala. En cambio, podría disfrutar desde la cafetería de unas panorámicas maravillosas.

Señalética para anunciar un restaurante

Al ser una persona reconocida mundialmente, algún representante del equipo de Gobierno local podría enseñarle el Ayuntamiento más tarde. Pero Laura ya habría advertido a Temple de que no iba a encontrar pictogramas ni nada parecido que le ayudasen a saber que pisaba el salón de plenos, la sala capitular o las oficinas donde son atendidos los ciudadanos. Posiblemente, el concejal o la edil de turno le preguntaría dónde pondrían encontrar esos sistemas alternativos de comunicación.

—En la web Arasaac, del Centro Aragonés para la Comunicación Aumentativa y Alternativa. Tienes material para aburrir —contestaría Laura.

La neuropsicóloga invitaría luego a comer en un restaurante. Pero, para su desgracia, Temple tampoco encontraría un establecimiento con la carta adaptada, con lo que una persona adulta y con carrera universitaria como ella no podría pedir por si sola ni carcamusas, ni perdiz a la toledana o mazapán. Afortunadamente, su guía la salvaría de nuevo del mal trago.

Quizá sería un buen momento para que la zoóloga, algo nerviosa por la falta de información adaptada, hiciese un alto en el camino para descansar en el hotel. Daría igual el que reservase, porque la directora técnica de APAT tampoco encontraría uno con accesibilidad cognitiva.

Representación con pictogramas para que una persona con TEA capte el mensaje APAT

Para la tarde, el plan no pasaría en ningún modo por ir al centro comercial del barrio de Santa María de Benquerencia ni a sus cines. ¿Y por qué? El ruido de la música, la intensidad lumínica en las tiendas o el alto nivel del volumen de los anuncios en las salas de proyección pueden generar dolor a personas como Temple. Mejor se buscaría otra alternativa.

Por eso Laura se llevaría a la zoóloga al parque comercial La Abadía. Allí Free Jump, un centro lúdico de camas elásticas que abrió en diciembre, tiene pictogramas en los baños indicando la secuencia para usarlos.

—¿Y por qué aquí sí? —preguntaría Temple.

—Los dueños tienen un familiar con autismo. Ahora, con la moda de hacer arte al anunciar los urinarios, uno no sabe si se mete en un baño de chicos o de chicas —respondería Laura con ironía.

—Y seguro que también los hay en el cementerio, ¿no? Por eso del eterno descanso —cuestionaría la zoóloga con sarcasmo sevillano.

—Allí... tampoco hay señalética —contestaría cabreada la directora técnica de APAT.

Personal de APAT representado para sus usuarios

A la mañana siguiente, nuestra invitada iría a algún museo que estuviera abierto en la ciudad un domingo. «Pero no encontraremos ninguno adaptado para personas con autismo», le adelantaría Laura antes de que Temple se comiera un chocolate con churros en el quiosco de Catalino. «Vamos de mal en peor», pensaría Temple.

Y ya puestos, ¿qué sucedería si se pusiera enferma o tuviera que ir a la comisaría de la Policía Nacional o al cuartel de la Policía local por haber perdido la documentación?

Información farragosa

En el hospital Vigen de la Salud, la etóloga se perdería por el lío de carteles no adaptados y tampoco encontraría un médico, salvo que ingresara en la UVI, que le explicase con unos pictogramas qué pruebas le iban a hacer para conocer su posible dolencia.

Le sucedería lo mismo en las dependencias policiales, donde no solo no existe señalética, sino que la información que se da a un ciudadano está redactada de una manera burocrática, farragosa muchas veces, lo que complica su comprensión para un pensador visual. Laura contaría a los agentes que en su asociación ofrecen de manera gratuita manuales para aprender a escribir de una manera sencilla, lo que, económicamente, no incrementa demasiado la generación de documentos.

Con todo, el fin de semana de Temple en Toledo tocaría a su fin. Laura la llevaría al aeropuerto para asegurarse de que subiera al avión correcto de vuelta a Estados Unidos.

—¿Qué recordarás de tu visita? —le preguntaría.

—Toledo, muy bonito. Pero suspenso en accesibilidad cognitiva —respondería Temple con traducción simultánea.

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