La memoria del damasquinado, un arte en peligro de extinción

Luis Peñalver acaba de publicar un libro en el que ahonda en esta disciplina artística tan ligada a Toledo y en la que homenajea a los últimos maestros de este oficio

Un damasquinador realiza un plato, una de las piezas tradicionales que se hacen con este arte Melialvabarq
Mariano Cebrián

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La ciudad de Toledo es conocida por su catedral gótica, por el Alcázar, por su mazapán y por sus espadas, entre otras cosas. Pero, si hay algo único y original toledano, eso es su damasquinado, un arte milenario que consiste en la realización de figuras y dibujos mediante la incrustación de hilos y láminas de oro y plata en acero o hierro mediante cincel y martillo .

Aunque su nombre hace referencia a la ciudad siria de Damasco, pues es originario de las regiones árabes, fue en Toledo, durante la dominación musulmana, cuando el damasquinado, mediante la técnica de la ataujía -nombre con el que se conocía la incrustación de filamentos de oro o plata sobre metales- llegó a convertirse en uno de los distintivos del arte hispanoárabe.

Esta tradición artística fue pasando de generación en generación entre los damasquinadores toledanos, pero, después de un periodo de declive, fue en el siglo XIX cuando el damasquinado resurgió con la apertura de la Fábrica de Armas de Toledo , donde se recuperó un oficio del que ahora, sin embargo, quedan muy pocos maestros, algo que provoca que este arte esté en peligro de extinción.

Portada del libro

«La pandemia ha sido la gota que ha colmado el vaso», afirma Luis Peñalver , que acaba de publicar su libro ' El arte del damasquinado ' (Almud Ediciones), en el que ahonda en los orígenes y en la situación actual de este oficio que ahora pasa por horas bajas. El autor, que presentó el pasado jueves en Toledo su obra acompañado de dos de los últimos maestros damasquinadores como Mariano San Félix y su discípulo Óscar Martín , explica que el coronavirus ha provocado la ausencia del turismo extranjero, que es quien más compraba estas piezas artísticas, y ello ha supuesto «un duro golpe».

Profesor de filosofía y autor de numerosas obras que relacionan esta disciplina con el arte, Luis Peñalver hace en su último libro un recorrido por los lugares donde el damasquinado ha tenido un papel relevante a lo largo de la historia. Así, además de Toledo, habla de otro de los focos de este oficio en España, como es el caso de Éibar (Guipúzcoa), pero también fuera de nuestras fronteras, como Mequinez (Marruecos) u otros lugares de Oriente Medio, India o en Kioto (Japón).

Pero el libro, según reconoce su autor a ABC, es también un homenaje a su padre, el damasquinador Luis Vicente Peñalver García . «Casi todos los maestros de este oficio están muertos o jubilados ya», se lamenta el especialista en el arte del damasquinado, para el que reclama «un reconocimiento y una mayor protección con el fin de que no desaparezca». El problema, a su juicio, es que «las administraciones públicas no hacen lo suficiente por proteger un símbolo de la ciudad de Toledo y un arte que es patrimonio histórico y artístico mundial».

Reclamaciones

En este sentido, reclama un etiquetado que acredite su certificación como un producto artesano hecho a mano para diferenciarlo del industrial, así como un grado medio de damasquinado y espadería en Toledo para formar a las nuevas generaciones en este oficio tan ligado a la ciudad. Atrás en el tiempo quedan las escuelas-taller donde se formaron un buen número de aprendices de estas disciplinas que ahora adolece de relevo generacional.

Luis Peñalver, autor del libro 'El arte del damasquinado'

Por eso, Luis Peñalver hace un llamamiento para «concienciar no sólo a los toledanos, sino también al turismo para valorar el damasquinado como se merece», algo que recuerda pretende hacer la Fundación Mariano San Félix . Su objetivo, según explica, es divulgar este arte para que no se pierda su tradición y aún está esperando una sede en Toledo. «Se habló en su momento de que podía albergarla la Casa de las Cadenas , pero no se sabe nada», se queja.

«Tampoco hay novedad -recuerda- del museo del damasquinado que se pretendía abrir en Toledo y se habló también de un museo provincial que iba a ir en una parte del Museo de Santa Cruz con fondos propios de damasquinado toledano». Promesas y más promesas que hacen que el autor del último libro sobre este arte sea poco optimista. «Por desgracia, soy más bien pesimista sobre su futuro porque este oficio requiere mucho dinero y mucho tiempo, y no todos los que lo han aprendido se pueden permitir vivir ahora de ello», concluye Peñalver. Ojalá se equivoque.

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