Hermanas de Santa Casilda, toda una vida de servicio y entrega a los mayores

Nueve religiosas, con la superiora sor María Luisa al frente, cuidan de 140 ancianos en esta antigua residencia de Toledo

Los ancianos pasan el tiempo libre en el partio, junto a las monjas H. FRAILE

FERNAND MORCILLO

Estamos en el año 2019, y se cumplen 60 años desde que las hermanas de Santa Casilda se instalaron en la avenida Portugal , en el barrio de Buenavista de la ciudad de Toledo, para dedicar su vida completamente al cuidado de esas personas que se hallan al final del trayecto, algunos enfermos, y muchos con escasos recursos económicos. Al frente de esta residencia se encuentra la madre superiora sor Maria Luisa, que lleva un año y ochos meses dirigiendo un centro que goza del cariño y reconocimiento de los toledanos.

Las hermanas que ocupan este rango, el de superiora, no pueden permanecer más de seis años al frente en el mismo lugar, ya que, transcurrido ese plazo, tenemos que hacer las maletas e irnos al lugar donde nos digan» afirma sor María Luisa . En este caso, la religiosa es de Albacete, y el año pasado trabajó en un centro de Badajoz. Estando allí la llamaron para que se hiciera cargo de Santa Casilda.

Llega la hora de hacer la comida, con la religiosa junto a las cocineras

El día a día en esta residencia de ancianos está regido por la monotonía, que se ve rota por las escenas de entrega y cariño con que las religiosas atienden a los ancianos. El itinerario a seguir diariamente es el mismo: las monjas se levantan todos los días a las 5:50 horas —incluidos los festivos— para rezar sus oraciones. A las 7:45 llegan al centro los empleados externos y, después toca gestionar los distintos departamentos donde se materializa el cuidado de los residentes, atenderlos, ducharlos y vestirlos.

Existen en el antiguamente llamado «asilo de Santa Casilda» cuatro departamentos y en cada uno de ellos hay una religiosa al frente : hombres válidos, mujeres válidas, enfermería de hombres y enfermería de mujeres. Cuando están aquejados por problemas de invalidez, los residentes se dirigen a sus correspondientes departamentos para que les atiendan correctamante. Cuando su estado de salud les obliga a ser más dependientes, las hermanas los pasan al departamento de enfermería , donde pueden estar más cerca de ellos y prestarles ayuda directa y permanente.

Sor Cristina realiza cuidados de enfermería a una residente H. FRAILE

A las 9:00 horas llega la misa diaria, a la que acuden algunos mayores, algunos de ellos a bordo de carritos debido a sus problemas de movilidad. Tras el culto, comienza el turno de desayunos y la vida se reactiva, poco a poco , en el centro.

«Hay algunas personas que salen a la calle o se van con sus familias para regresar más tarde», explica la superira. Los residentes pasan la mayoria del tiempo haciendo actividades y disfrutando de partidas de dominó y parchís, o jugando al bingo o la lotería, actividades con las que «se entretienen y lo pasan muy bien».

Además, sor María Luisa cuenta, con el cariño reflejado en sus ojos, que «son muy comunicativos cuando reciben la visita de los jóvenes, sobre todo en Navidad , cuando los colegios hacen excursiones con los alumnos, e incluso alguna vez vienen a ayudarnos a servir las comidas».

Un grupo de residenttes junto a la hermana H.FRAILE

En la residencia Santa Casilda viven 140 ancianos, hombres y mujeres, y a cargo de ellos se encuentran 40 empleados de la provincia de Toledo . Pero, ¿qué se necesita para llegar a ser madre superiora y estar a cargo de tantas personas? Sor María Luisa responde: «Hay que ser muy responsable, ver todos los detalles para que no les falte de nada, y que esto funcione. Este cargo no es algo que pides; simplemente, te lo dan».

Los problemas que pueden ir surgiendo a diario con los ancianos se resuelven con «mucho cariño, apoyo y diálogo», y a veces hay que tener «mucho cuidado» ya que muchos de los residentes padecen enfermedades como alzheimer o parkinson . La media de edad es de 87 años, aunque a veces se sobrepasa el siglo. En la actualidad hay una mujer que tiene 102 años.«Estamos aquí para salvar las almas y los cuerpos; ellos, cuando ya son mayores, necesitan a Dios», nos dice sor María Luisa antes de decirle adiós.

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