José Rosell Villasevil - Sencillamente Cervantes (XV)

Entre Cabra y Sevilla

Sobre la estancia de los Cervantes en Cabra, si es que llegó a haberla, por más que se pretenda elucubrar, no hay otras referencias que no sean las dichosas hipótesis razonables

José Rosell Villasevil
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Sobre la estancia de los Cervantes en Cabra, si es que llegó a haberla, por más que se pretenda elucubrar, no hay otras referencias que no sean las dichosas hipótesis razonables, así como las notas de índole personal, siempre interesantes sin duda, que Miguel nos proporciona a lo largo de su, por otra parte, tan atípica e irregular creación literaria.

El testamento y muerte de la abuela Leonor, parece cerrar definitivamente el ciclo cordobés para aquella familia condenada a la itinerancia. Lo que sucede, es que hay un espacio de absoluta oscuridad documental, hasta la aparición del poder que don Rodrigo otorga a su esposa en Sevilla. Entre ambos documentos, hay un vacío que abarca nada menos que el esspacio siete años y medio.

Y la historia, como hija que es de la verdad, no se puede, ni debe, escribirse bajo la tenue luz del azar poético o el canto de sirenas de lo posible.

En cuanto a los datos autobiográficos que aparecen en los textos de Cervantes, siendo tan dignos de atención, a veces resultan insuficientes por demasiado vagos y sutiles.

¿Podemos acaso valorar como dato histórico, referido a la supuesta estancia de la familia en la Villa egabrense, el simple hecho de las menciones cervantinas sobre la famosa Sima de Cabra? Efectivamente aparecen en el «Quijote», en «El celoso extremeño» y en la «Adjunta del Parnaso». Pero esto se escurre como agua en una cesta.

Cambia totalmente el valor autobiográfico en la referencia que Miguel hace, en el Prólogo de las «Ocho Comedias y Entremeses Nuevos» (1615) sobre la eancia en Sevilla: «...dije que me acordaba de haber visto representar al gran Lope de Rueda, varón insigne en la representación y en el entendimiento (...); y aunque por ser muchacho yo por entonces, no podía hacer juicio firme de sus versos, por la calidad de algunos que me quedaron en la memoria, vistos ahora a la edad madura que tengo, hallo ser verdad lo que he dicho...»

Tenía el Príncipe de los Ingenios, al escribir esto, 68 años, y doce cuando vivió los hechos en las Fiestas del Corpus de Sevilla de 1559, donde realmente actuara el genial creador de los «Pasos».

Hechos que se fortalecen con el documento de don Rodrigo, cuyo texto también es muy elocuente: «...yo, Rodrigo de Cervantes, médico cirujano vecino de esta ciudad de Sevilla, en la Collación de San Miguel...»

Recordemos también, la referencia que de la Compañía de Jesús nos da en el «El Coloquio de los Perros», o el nacimiento en 1565, de la hija natural de Andrea, propio de aquella ciudad sensual donde, en opinión de Teresa de Jesús, anda en peligro inclusive la integridad de los santos.

¿Qué motivos tenía don Rodrigo para, el 30 de octubre de 1564, ante el escribano público de la Ciudad hispalense, Juan Gutiérrez, extender un documento de amplios poderes a favor su espasa, doña Leonor de Certinas, que abarca también a su sobrino Juan, teniendo por testigo de conocimiento al padre de éste, el hermano de don Rodrigo, Andrés, que residía en Cabra?

Ese va a ser, concretamente, el principal objetivo del próximo capítulo.

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