Antonio Illán Illán - Crítica

La elegante sutileza de «El caballero de Olmedo» de Eduardo Vasco

«La compañía Noviembre ha pasado una vez más por el Teatro de Rojas y ha dejado, como siempre, la firma de un excelente trabajo teatral que ha sido aplaudido calurosamente por el público»

ANTONIO ILLÁN ILLÁN

«El Caballero de Olmedo» es una de las historias mejor contadas del conjunto del teatro de Lope de Vega . Su nudo es sencillo y el desenlace, evidente. Sucede lo que tiene que suceder en la época de un rey justiciero al que no le tiembla la mano ante un crimen que, además, le afecta de cerca, pues el muerto es una persona a la que tiene en gran estima. En la obra, además de la ideología manifiesta de magnificar la realeza, están patentes los tópicos teatrales de la época y de siempre: el amor, los celos, el rencor, la envidia, el amor filial, el miedo a lo mágico, el sueño présago, el galán noble y valiente, la dama que prefiere la libertad del amor al matrimonio acordado, el pretendiente y su amigo, el padre viejo y honorable, la maga engatusadora e interesada y el criado gracioso.

Según los estudiosos, Lope de Vega basó la acción en un hecho real acaecido en 1521, del que se hacen eco otras muchas obras del siglo XVII, incluso del propio Lope, vivo en la tradición oral de Olmedo y de Medina y que motivó la famosa copla de la muerte del caballero: «Que de noche le mataron / al caballero, / la gala de Medina, / la flor de Olmedo. / Sombras le avisaron / que no saliese, / y le aconsejaron / que no se fuese, / el caballero, / la gala de Medina, / la flor de Olmedo». El ambiente histórico y el nombre de los personajes provienen de otro acontecimiento, ocurrido a unos antepasados de la familia del anterior a mediados del siglo XV. De otra parte, la figura de Fabia, por su carácter y algunas situaciones dramáticas, revela una influencia directa de «La Celestina».

Eduardo Vasco ha realizado una versión canónica. La propuesta pone en bandeja para el público al mejor Lope de Vega; con su versión y su dramaturgia potencia las características románticas de la obra y el acabado perfil psicológico de los personajes. Con sutileza y sencillez nos muestra, como también ocurre en «La Celestina», el ansia de vida y juventud que corre por los inicios y que luego choca con la trágica idea de la muerte y de la fatalidad tan típica del siglo XV. Y algo muy importante, en lo que Eduardo Vasco es doctor, la sonoridad del verso lopesco y la dicción del mismo son muy claras y facilitan la comprensión en aquellas partes en las que el conceptismo se adueña de los mensajes.

La compañía Noviembre nos tiene acostumbrados a excelentes trabajos, detallistas, minuciosos, en los que todo es mensaje: la escenografía minimalista y el texto, el movimiento y el gesto, el vestuario y la iluminación, la música en directo o el canto aflamencado y el taconeo con los que comienza el espectáculo.

En el teatro moderno, en el que se buscan escenografías de bajo coste, las hay inteligentes o surrealistas. La que propone Carolina González para «El caballero de Olmedo» es de una notable belleza en su sencillez funcional, evocadora de espacios con los escasos detalles muy bien pensados; pone de manifiesto claramente que lo conceptual en escenografía tiene sentido si está bien medido. El escenario abstracto, que no vacío, sirve de maravilla al lugar, al tiempo y a la acción sin necesidad de explicar nada, pues todo se comprende en la simulación de los ambientes más dispares.

Complemento imprescindible del todo escenográfico es la iluminación ideada por Miguel Ángel Camacho , muy bien estudiada, muy bien dirigida y con su propio mensaje, como en la escena en que se ilumina al rey justiciero.

Así mismo, este director, músico él, siempre ofrece protagonismo a la música en vivo; en esta ocasión, se ha servido de un verdadero contraste en un contexto: un intérprete con una guitarra eléctrica, que acompañaba suavemente los momentos más líricos o que con sus rasgueos subrayaba otros más significativos o marcaba rupturas de escenas; de unos cantos corales populares aflamencados con palmas y tacones, así como del efecto eco. Una sutileza más integrada armónicamente.

En las obras que dirige Eduardo Vasco casi nunca falta otro artista, el diseñador madrileño Lorenzo Caprile , que ha realizado unos impresionantes figurines, evocadores de la época en que se sitúa la acción. Los trajes son de una belleza y una línea puramente artística y siempre buscando, en coherencia con el tema de la obra, la adecuación descriptiva, como es el traje de piel de Tello, los ricos y elegantes de doña Inés y doña Leonor o los significativos de Fabia y el rey.

Y el teatro es esencialmente interpretación. Y sabemos que hay papeles que favorecen más que otros, que dan más juego. Y también hay actores que saben sacar leche de una alcuza. En la compañía Noviembre nunca falta ese monumento viviente del teatro que es Arturo Querejeta. Llena la escena con su sola presencia; dice un discurso con un solo gesto; canta, baila, hace guiños constantes y consigue una total empatía y complicidad con el público. El Tello que encarna en esta obra quedará como ejemplo para la historia del teatro. A la altura de Querejeta está Charo Amador con el desempeño de una Fabia excelsa, acelestinada, dominando con naturalidad los cambios de registro, con una voz impecable y una pose de reina de las tablas sin humillar a nadie. Daniel Albadalejo encarnó un caballero humano, nada grandilocuente; enamorado sin alharacas; valiente pero sin ínfulas; temeroso de los presagios a partir de un sueño; amador de sus padres… Estuvo muy bien en cada una de las caras de este prisma teatral y siempre buscó el equilibrio, aunque quizá debiera elevar la voz cuando se escora hacia los laterales del escenario o se agacha, para que se entienda bien lo que dice más allá de la mitad de la platea. Isabel Rodes interpretó una doña Inés muy verosímil y con mucha frescura y fineza, acompañada de Elena Rayos en el impecable papel de doña Leonor. El resto del elenco tuvo la altura sobresaliente para que la obra quedase redonda y sin altibajos. Del conjunto, realmente se puede decir que han realizado una interpretación brillante.

La compañía Noviembre ha pasado una vez más por el Teatro de Rojas y ha dejado, como siempre, la firma de un excelente trabajo teatral que ha sido aplaudido calurosamente por el público.

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