ARTES&LETRAS CASTILLA-LA MANCHA

Diario de un jubilado en Nueva York (59): Carpe diem

«Recuerdas una noche de invierno que nevaba y la casa estaba encendida y te creías eterno»

Fotos amarillas en plata sucia H.B.

Las distancias se acortan y el tiempo alarga la sombra , crece una tela metálica en la mirada, anotas en el calendario, junto a direcciones que has tachado, funerales a los que ir, las medicinas que tomas y las citas al médico. Dejas que la hierba que ha crecido en el lecho rasguñe tu piel, te enjabonas con otro tipo de lluvia y sientes el áspero arañazo de una luz tan vieja como tú.

Se van muriendo aquellos que te amaron y tu casa es un museo de fotos amarillas enmarcadas en plata sucia.

A veces ensayas, al dormirte suavemente en el sofá, otro tipo de sueño. El recuerdo es como un enemigo que está siempre de guardia , farmacia venenosa que no remedia el pasado, sino que lo acrecienta. Recuerdas una noche de invierno que nevaba y la casa estaba encendida y te creías eterno, únicamente vulnerable, por eso que llaman amor. O aquella noche de julio que es de las pocas cosas que te quedan y te llevarás contigo . Noche en la que la oscura soledad te señaló y te dejó entrar en su equipo. Y aunque aquel verano del 71 te ponga faltas de ortografía en lo que era tu asignatura pendiente sabes que eres afortunado: el recuerdo quema más, te duele más. Por eso, antes de que sea demasiado tarde, antes de que una de tus sinfonías preferidas te suene desentonada , antes de que dejes de mirarte al espejo, antes de estremecerte al oler el perfume del cuerpo amado, vive, vive, vive.

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